Gandhi y la Navidad
El artículo de Ivan Illich sobre el pensamiento de Gandhi publicado recientemente en el periódico me sugiere una reflexión en voz alta sobre estos días de Navidad y su sentido. Creo que existe una clara relación entre la filosofía del gran pensador y político -indio -que contiene una enorme calidad espiritual y una fuerte exigencia ética- y lo que muchos de nosotros sentimos, pensamos y buscamos en este peculiar tiempo navideño, entreverado de emociones contradictorias, de nostalgia, de consumo, de convencionalismo...De la lectura de Gandhi se desprende una llamada a buscar la sencillez de lo esencial, a destacar por encima de todo el valor de la vida, a un inmenso y hermoso sentido de gratuidad. Es la suya una mística del despojamiento y de la entrega a aquello que da consistencia a una vida, al compromiso por las ideas. ¿Acaso no es todo esto el mensaje más profundo de la Navidad? En estos días ambiguos planea sobre nosotros como un estímulo para descubrir nuestra dimensión más verdadera, la realidad de las cosas. Algo realmente difícil -por el ruido y la banalidad que caracterizan al cortejo navideño- pero necesario.
La Navidad auténtica -si llegamos a encontrarla- nos sorprende y nos alecciona. Nos coloca la alegría allí donde no solemos buscarla, nos invita a dar un sentido a lo que hacemos que implica necesariamente la afirmación de unos valores morales, nos abre a una esperanza humilde. Es precisamente esa humildad lo más sobrecogedor y revolucionario que contiene: en la pequeñez de la Navidad se estrellan nuestra suficiencia, nuestra arrogancia, nuestra prepotencia Su luz nos encamina hacia la comprensión y la tolerancia, a tender una mirada limpia sobre las cosas, a elevar el nivel de nuestros intereses, habitualmente mediocres ` Y su calor nos acerca sinceramente a todas las situaciones de los hombres, especialmente las de los más desamparados. Nos reafirma en el cansancio radical por la irracionalidad de toda violencia, nos anima a mantener una apuesta de paz con todas sus consecuencias y connotaciones y nos advierte sobre la erosión de las palabras y los sentimientos nobles, revalorizan do su todavía posible autenticidad. Acaso sea todo ello demasiado lírico, pero verdadero y necesario. -
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