Otra vez los juicios
Hacía años que el cine norteamericano no atendía a su clásico género de películas que basaran su parte fundamental en la celebración de un juicio. El propio Sindey Lumet, director de Veredicto final (sólo Veredicto, en su título original, prolongado aquí por culpa de una película francesa realizada por André Cayate en 1974) se hizo popular por Doce hombres sin piedad que en 1957 renovó el ya vulgarizado género: las discusiones de quienes decidían la suerte del presunto culpable dieron una visión nueva del inevitable juego entre abogados que, con todo tipo de recursos, habían mantenido este cine durante algo más que la década de los 60.En el caso de la película que nos ocupa, la variante muestra ya notables síntomas de deterioro. El caso que un abogado alcohólico debe aclarar a los ojos del juez, se adorna con los tópicos que resultan del excesivo uso de viejas ideas.
Veredicto final
Dirección: Sidney Lumet. Guión: David Mamet, basado en la novela de Barry Reed. Fotografía: Andrzey Bartkowiak. Música: Johny Mandel. Intérpretes: Paul Newman, James Mason, Charlotte Rampling y Jack Guarden, Milo O' Shea. Norteamericana 1982. Drama. Locales de estreno: Real Cinema, Proyecciones.
Las intenciones de la película
Es obvio que la intención de la película es la de mostrar al espectador de qué forma puede llegar a ser manipulado por las leyes si no son utilizadas con justicia por un abogado eficaz, pero sus situaciones no responden con rigor a idéntica ambición. Los actores repiten mecánicamente el texto de un guión que tampoco se ha escrito en los terrenos de la originalidad.
Paul Newman, candidato al óscar de interpretación por este trabajo, no lo recibirá, si lo recibe, por la mejor de sus interpretaciones. Su encarnación del hombre que debe defender ante los tribunales la auténtica causa de la muerte de una infeliz mujer, tiene más connotaciones literarias de las que inspiraban los complejos personales que le hicieron famoso.
James Mason, el mejor oponente
James Mason, su mejor oponente en Veredicto final, mantiene la verosimilitud de sus trabajos anteriores aunque el personaje se encuentre también atado por los tópicos; es el malo de la historia, el abogado contrincante, pero sabe mejor cómo matizar lo trillado. Charlotte Rampling aporta lo que se le pide: femineidad e inconcreción.
Veredicto final inauguró el último Festival de Cine de Sevilla donde tuvo un pésimo tratamiento en los subtítulos. El público respeté el trabajo de Lumet pero no se entusiasmó con él. Pudo ser una recepción justa. El director trata seriamente lo que entre manos tiene aunque adolezca de falta de inspiración. Película, pues, que puede ser vista normalmente sin alcanzar por ello el grado de imprescindible.
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