Randy Weston sorprendió con buena música en el festival de San Sebastián
ENVIADO ESPECIALRandy Weston y Marsalis Brothers dieron el viernes pasado en el Palacio Municipal de Deportes el penúltimo concierto del XVII Festival de Jazz de San Sebastián que se cerró a últimas horas de la noche de ayer con un concierto homenaje al pianista Tete Montoliú.
Un festival siempre ofrece sorpresas. Los grandes nombres como Crusaders pueden encoger un poco, los nombres discretos como Randy Weston pueden convertirse en inolvidables. Hasta ahora la calidad de este festival de jazz de San Sebastián ha sido, no en balde la programación podía contarse a priori entre las mejores de Europa. Sin embargo, había faltado ese tipo de música menos obvia y que requiere un esfuerzo de interiorización, que nos conduce por senderos bellísimos, pero poco transitados, que exhala el aroma del pelígro gratificante. Esto fue lo que ofrecieron Randy Weston y sus compañeros. Antes, por la tarde, había tocado en el Teatro Principal el pianista Duke Jordan, que bajo unas luces muy económicas ofreció un agradable recital. Pero a la noche llegarían las palabras mayores. Con una formación poco usual en la que figuraban Tabib Qadir Kibwe, a los saxos y la flauta, más el percusionista Mohamed Ben Fatha, Randy Weston vino a realizar desde sus más de dos metros de altura una música entre telúrica y espiritual que la audiencia iba a recibir en ese estado de confusa receptividad que la viene caracterizando.
Los tres músicos parecían representar fuerzas de la naturaleza. Algo así como el agua, el fuego y la tierra. Tensiones entre la percusión, el viento y el piano que exprimían hasta el agotamiento el contenido de cada tema, cambios de tempo constantes, voces diferentes, cuya fusión dentro del conjunto se producen más por una compresión profunda de la música que por un largo trabajo de ensayo. Según el mismo Weston, ésta era la primera vez que tocaban juntos, pero teniendo en cuenta lo que hicieron, el mejor concierto del festival, tal afirmación resultaba casi increíble. Lo más enjundioso vino de las manos del propio líder, que ofreció unas piezas en solitario de una hondura, una inteligencia musical y una sensibilidad queeran para abrir la boca y no cerrarla mientras sus dedos estuvieran aporreando (duramente) las teclas. Algo fuera de lo normal.
Frente a todo ello la muy esperada actuación de los Marsalis Brothers se quedó a medio. camino. Quedó claro que Wynton Marsalis (21 años) es un trompetista excepcional, de esos que surgen cada diez años, pero todavía no es un gran líder
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