Parque de Riofrío
Agradezco a su periódico la facilidad que se me ofrece al poder comentar el desagradable contraste que tuvimos que sufrir dos fáinilias en el recinto del parque de Riofrío, acostumbrada, siempre que he pasado con mis hijos, a disfrutar del encanto del paisaje, de los cervatillos que acuden a ti a fin de que desde el coche les des pan o golosinas, y del amable saludo de los guardas de las puertas del recinto al abandonar el derecho de portazgo.El pasado día 15 entramos en el parque y tomamos la dirección del marcador que decía "A La Granja de San Ildefonso", pues queríamos visitar lo que fue el campamento de Robledo. Al tocar el claxon, según costumbre, para que el guarda facilite la salida, asomó una señora, indicándonos nos volviéramos por otra puerta, pues en la que estábamos se cerraba a las ocho de la tarde. La manilla del reloj se situaba a la derecha del doce. Basándome en que llevábamos dos coches cargados de niños, en la falta de información a la entrada del recinto sobre puertas que cerraban a una hora u otra y en el mínimo espacio de tiempo que sobraba, pedí por favor que nos facilitaran la salida. Al sernos nuevamente negada, di mi parecer de mala voluntad por su parte, saliendo en ese momento un señor
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con uniforme de guarda del Patrimonio Nacional, y con sobrada falta de modales profirió las frases de "¡Fuera! ¡Váyase de aquí!".
Es lamentable que puedan exis- tir personas que con sus modales y desatención sean capaces de dejar a la guardería del Patrimonio Nacional con ese carácter antisocial y deshumanizado que tan bruscamente contrasta con el . ambiente familiar y apacible que habíamos disfrutado./
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