Sesenta mil peregrinos asistieron en Roma al Día de la Familia

«El hombre no tiene otro camino hacia la humanidad más que a través de la familia, y ésta debe ser colocada como el fundamento mismo de toda solicitud para el bien del hombre y de todo esfuerzo para que nuestro mundo sea cada vez más humano. Ninguna sociedad, ningún pueblo, ningún sistema, ni el Estado, ni la Iglesia, ni el individuo pueden sustraerse a esta solicitud». Con estas palabras, después de haber afirmado «lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre», se dirigió Juan Pablo II a 60.000 peregrinos que asistieron en la plaza de San Pedro a la ceremonia religiosa con que se celebraba el Día de la Familia.En la jornada, que fue calificada por el Papa como la más importante del sínodo, 8.000 parejas de los cinco continentes renovaron ante Juan Pablo II, los 173 padres sinodales y los miles de peregrinos su juramento de fidelidad a la pareja y, posteriormente, rezaron todos ellos por los dirigentes de todas las naciones, «para que no cesen de trabajar por la defensa de los derechos y el bien de la familia, célula de la sociedad».

El domingo, por la tarde, en el aula Pablo VI, del Vaticano, varias parejas hablaron al Papa y a los obispos que asisten al sínodo sobre sus experiencias matrimoniales, en las que se abordaron los problemas de matrimonios de diferente confesionalidad, ausencia de hijos, separación de esposos debida a guerras, problemas de drogas, viudedad, etcétera. Respondiendo a estas experiencias, Juan Pablo II, antes de expresarse en español, mostró su extrañeza ante el hecho de que ninguna pareja, española o hispanoamericana, se hubiera expresado en este idioma. Posteriormente dijo: «La hora de prueba y de esperanza que está viviendo la familia cristiana exige que un número de familias cada día mayor descubra y ponga en práctica una sólida espiritualidad familiar en medio de la trama cotidiana.