La maravilla de Haydn por la Orquesta de Cámara de Moscú
Dieciséis arcos (5-4-3-3-1), dos oboes y dos trompas, más la esporádica intervención del clave, forman el admirable instrumento que es la Orquesta de Cámara de Moscú, que hemos escuchado en el Real el pasado fin de semana, ocupando el lugar habitual de la Orquesta Nacional. Bajo la dirección del violinista y excelente maestro Igor Barsodny, el conjunto soviético tuvo a bien presentar un programa monográfico: Sinfonías 28, 49 (La passione) y 45 (La despedida), de Joseph Haydn, lo que constituyó un verdadero regalo de pureza, perfección, equilibrio y belleza musicales.Sanísimo ejercicio para músicos y aficionados, para orquestas y públicos, éste de enfrentarse con la autenticidad haydniana. Semejante caudal de inventiva melódico-temática, semejante plenitud vital y artística, lejos de incurrir en monotonía, lograron que el entusiasmo del público (en la sesión del sábado) fuera claramente in crescendo, desbordándose al término de la Sinfonía número 45, que fue (como las anteriores) primorosamente tocada y, además, «representada»: obedeciendo a la tradición, la Orquesta de Cámara de Moscú dejó el teatro en total oscuridad, procedió a encender dos velas por atril, y de esta guisa interpretó la larga Sinfonía de los adioses, hasta ese final deliciosamente contestario en el que los músicos van abandonando sus puestos escalonadamente, apagando previamente su luz, hasta dejar solos y en penumbra a los, dos primeros violines, que llevan la obra a su esplendoroso final.
Orquesta de Cámara de Moscú Director: Igor Besrodny, Programa: Sinfonías 28, 49y 45, de Haydn
Teatro Real, 28 de octubre de 1979.
La calidad de la Orquesta de Moscú es realmente excepcional. Afinación impecable, empaste perfecto, rigor en el planteamiento musical, sonido muy peculiar y, desde luego, bellísimo. Ya he mencionado el clamoroso éxito, al que los músicos rusos hubieron de corresponder con la concesión de tres bises: la célebre Serenata, que suele desgajarse de un temprano Cuarteto de la Op. 3, de Haydn; el allegro del Divertimento K. 136, de Mozart, y el Scherzo de las Dos piezas para octeto de cuerdas, Op. 11, de Shostakovitch.
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