"Ausentes para siempre"
Los CUADROS espeluznantes con que las dictaduras, las guerras de conquista y los imperialismos de diverso signo han colmado el museo de los horrores del siglo XX no pueden adormecer la sensibilidad ante nuevos relatos de matanzas y atrocidades, ni conseguir esa complicidad de la indiferencia y del silencio que deja libres las manos a los verdugos. La siniestra invención de la figura de los «desaparecidos», cuya patente de marca ostentan, para vergüenza de nuestra común cultura, algunos países latinoamericanos, muestra, a la vez, que los enemigos de la dignidad de nuestra especie se dan en todas las latitudes y que la denuncia pública de sus sangrientas hazañas les afecta hasta tal punto que se esfuerzan por ocultar sus crímenes. Argentina, Uruguay y Chile ostentan el triste honor de haber ideado el recurso de intentar borrar las huellas de las muertes y las torturas mediante el ocultamiento de los cadáveres o de los despojos, y la simulación de que sus víctimas han «desaparecido». El testimonio de Amnesty International, sin embargo, localiza también en México, país que ha denunciado las dictaduras del Cono Sur y que se precia de respetar las libertades, esa siniestra práctica, inaugurada con la matanza de Tlatelolco en 1968 y proseguida por Gobiernos posteriores.Pero las ficciones son, a la larga, insostenibles. Según comunican las agencias de prensa, el Gobierno argentino se dispone a levantar la hipoteca que para su imagen ,representa la cuestión de los «desaparecidos». No pudiendo resucitar a los muertos, opta por reconocer, para utilizar la cínica frase del general Roberto Viola, que esos hombres y mujeres permanecerán «ausentes para siempre». Más difícil será, sin embargo, que el régimen de Videla entregue a los familiares esos cadáveres. Las huellas de las circunstancias y de la forma en que las víctimas perdieron la vida podrían explicar las atroces razones por las que los verdugos prefirieron en su día ocultar sus cuerpos y simular su «desaparición».
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