Dolor en las calles de Argel
Gestos de un profundo dolor, desmayos y lamentaciones se mezclan con el tumulto de los manifestantes que, desde primeras horas de la mañana de ayer, ocuparon las calles de la capital argelina y paralizaron el tráfico. En el vestíbulo de Correos, en pleno centro, este corresponsal asistió al insostenible espectáculo de más de una docena de personas que, habiendo perdido el conocimiento, permanecen inmóviles en el suelo. En medio de un pandemonium indescriptible, varios empleados cerraron precipitadamente, las enormes puertas de madera labrada del edificio, mientras a escasos metros un grupo de manifestantes apedreaba la cristalera de un bar que no había cerrado sus puertas.Enfrente de la facultad de Letras, los estudiantes protagonizaron ayer una sentada, se repartieron fotografías de Bumedian y se entonaron varías suratas del Corán. La radio oficial repitió durante todo el día una de las primeras proclamaciones del presidente interino, Rabah Bitat, en las que pidió a los argelinos «reaccionar con calma y dignidad» y exhortó al comercio a no cerrar sus puertas para que no escaseen abastecimientos.
Los ademanes histéricos procedieron, en su mayor parte, de muchachos de doce a quince años. Los mayores permanecieron en silencio, absortos, o comentaron la noticia del fallecimiento del presidente «que será muy difícil de sustituir». Otros afirmaban que «Argelia modificará su rostro político», pero se mostraban incapaces de predecir en qué dirección y de qué forma. En la plaza del emir Abdelkader, frente a la sede del Frente de Liberación Nacional, se repitieron las mismas escenas histéricas, hasta que un dirigente del partido arengó a la multitud con ademanes enérgicos. Al espectáculo de los llantos sucedió un silencio que sólo fue roto por las voces del orador.
Entre tanto, a nuestro lado, las lágrimas corrían por las mejillas veladas de una mujer, que nos dijo: «Escuche, señor, el presidente era un fellah, uno de los nuestros: en mi casa lloraremos en silencio ... »
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