El peto ha de ser reglamentario

El plante de los subalternos en la corrida de ayer es un asunto típicamente profesional, con implicaciones de orden público: los toreros se solidarizan con un compañero detenido. Pero subyace la cuestión de fondo, que es el peso y dimensiones de los petos. Sus características las marca un reglamento, vigente desde hace muchos años, que además no complace ni a aficionados, ni a ganaderos, ni a veterinarios, ni a comisarios-presidentes de las corridas (según pudimos observar en las reuniones para la reforma de dicho reglamento), que aún las consideran excesivas.La autoridad ha de ser inflexible en este tema, puesto que tras él, aparte los dictados incuestionables de la legalidad, está el elemento sustancial de toda la lidia. Transigir ahora con las peticiones de los picadores es darles una ventaja impropia, que atenta contra toda la teoría del toreo.

Y como los toreros de a pie también tienen derecho a compensaciones del mismo calibre, habría que darles ventajas, asimismo, para garantizar su integridad física; por ejemplo, el afeitado. Y ya, puestos a humanizarlo todo, podría suprimirse la fiesta de un plumazo, con lo que, muerto el perro, se acabó la rabia.

Algo tendrán que decir, por su parte, los ganaderos, al respecto, en su reunión de hoy. Y la empresa, que es la responsable (en el reglamento el contratista de caballos no existe) respecto a la cuadra de picar y los petos que se utilizaron fraudulentamente.