Las penas de la industria turística pirenaica
Aunque no se hable tanto del turismo de nieve y de invierno como del turismo playero de verano, es un hecho que estos últimos años ha habido un fuerte crecimiento del sector turístico invernal gracias a la expansión de los deportes de invierno y al boom de la construcción de hoteles y apartamentos de montaña en zonas aptas para la práctica del esquí y los deportes de nieve.La zona del Pirineo catalán -históricamente avanzada en la iniciación de tal modalidad turística en España- ha sido una de las que han figurado en cabeza del boom, puesto que ha podido beneficiarse tanto del crecimiento de la renta disponible para esparcimiento de la población catalana como de la vecindad de clientes franceses que han encontrado en la vertiente sur de los Pirineos unos precios hoteleros y de propiedad inmobiliaria más asequibles que los habituales en la ladera francesa.
La expansión del turismo de invierno ha tirado del sector de la construcción y sus industriales afines y proveedores y de los sectores de prendas y artículos de deporte de invierno, aun cuando en este último caso la competencia derivada de los equipos adquiridos por los esquiadores en Andorra ha sido objeto de constante preocupación por parte de los fabricantes españoles, que han denunciado frente a la Dirección General de Aduanas y frente al Ministerio de Comercio las importaciones que se venían efectuando en condiciones irregulares por parte de los propios practicantes de deportes de invierno trasladados más allá de la frontera.
El grave problema que ha gravitado siempre sobre la expansión del sector, es la fuerte estacionalidad del turismo de nieve, circunscrito a un período invernal muy determinado y al imprevisible determinismo climatológico que significa la existencia, o no, de nieve, en condiciones aptas para la práctica del esquí.
A estas debilidades y estacionalidad, lógica en toda manifestación turística -tanto de invierno como de verano- se han unido también las críticas efectuadas de los puritanos de la ecología que han puesto de relieve la destrucción de la naturaleza y el poco cuidado que se ha tenido en mantener el equilibrio urbanístico y hasta ético en el crecimiento de las estaciones turísticas invernales.
Tampoco han resultado ajenas al subsector las preocupaciones lógicas derivadas de la crisis internacional, la inflación de costes -fundamentalmente, salarios- planteada, y la conflictividad láboral que se ha manifestado en algunas situaciones aisladas.
Con todo este transfondo de problemas, una serie de economistas han resaltado los riesgos que comporta una excesiva especialización turística invernal de la zona pirenaica y ha sugerido la necesidad de basar el desarrollo y frenar la emigración de la población de la zona en base a la potenciación de actividades ganaderas, de explotación maderera y de aprovecha miento integral de las aguas en una época como la actual, en que los estudios de demanda futura y de prospectiva ponen de manifiesto que todos estos recursos naturales pueden resultar limitativos del futuro desarrollo económico catalán.
Así, la discusión, la falta de nieve este invierno, ha traído nuevas penas y quebrantos al sector turístico pirenaico. Las plazas hoteleras ofertadas no se han cubierto y los comercios de la zona, que habían acumulado existencias para atender a la previsible demanda de estas fechas, se ven en situación delicada para atender el pago de los proveedores. Es muy probable que a partir de las penas de estas vacaciones navideñas sin nieve, las voces de los que hablaban de los riesgos de la sobreespecialización turística cobren nuevos bríos y se vea que los crecimientos desequilibrados no son siempre los más aconsejables.
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