Alfonso Grosso y Diego Jesús Jiménez,
escritores, protagonizaron ayer una pintoresca anécdota del ya amplio muestrario que de las mismas existe en España: los dos se encerraron unas horas en el edificio de la Real Academia de la Lengua, en un intento de radicalizar lo que a juicio de los escritores era una promesa de puestos de trabajo en la Administración: director y secretario de redacción de La Estafeta Literaria. Las cosas no pasaron a mayores y los puestos siguen sin cubrir.
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