Dudosa representatividad en la reforma del reglamento

En la apertura de las reuniones para la reforma del reglamento, que se han celebrado en Madrid días atrás, la presidencia advirtió que procedía redactar un texto tan pragmático que se vaya a cumplir.

Convendría saber qué sentido se dio a la frase. Si quiso significar que el articulado no debe acoger utopías, tiene el aire de perogrullada. Si quiso significar, en cambio, que las reiteraciones en la transgresión de las normas (según la experiencia de los quince años de vigencia del reglamento actual) son indicativas de la inviabilidad de las mismas, hay aquí cierto tufillo a sofisma. Precisamente la afición ha venido pidiendo durante estos quince años más autoridad, para que el reglamento se cumpla. La trascendencia de la reforma exige precisiones de concepto y objetividad, llevadas al límite. Como exige representatividad en la mesa de deliberaciones, y no parece que ocurra así. Muchos de los sectores de la torería, según nos consta, no se sienten identificados con Paco Corpas, quien estuvo presente en nombre de los matadores de toros. Y tampoco la afición, a quien dice representar la Federación Nacional de Asociaciones Taurinas, la cual no parece que tenga el sufciente respaldo de base. Pero aunque así fuera, es inexplicable que haya acudido a las reuniones, por su designación, Pedro Torres, que fue presidente de corridas en las plazas de Madrid y cuyas actuaciones en tal cometido fueron muy discutidas por la propia afición, a la cual ahora representa.

En estas condiciones, la reforma del reglamento lleva mal paso. Esperemos que para la próxima ronda, que tendrá lugar a primeros de noviembre, el director general de Seguridad convocará más acertadas y más amplias representaciones (la afición verdadera no debe faltar),y confiamos en que el texto del nuevo articulado se dará a conocer al público antes de su aparición en el Boletín Oficial del Estado. Es decir, cuando aún tenga remedio.