Presente-pasado, a examen

Lolo es la novela que acompañó a Planicio, del mismo autor, José Luis Olaizola, en el copo de los dos primeros lugares del premio Ateneo de Sevilla de novela. Es una novela más amplia y equilibrada que su congénere del primer premio, más racional y sensata dentro del cuadro de una narración familiar, cuyo argumento está compuesto por la narración de las tensiones de todo orden que existen en su seno, pero en cambio carece del encanto abierto que se desprendía de los tipos contrapuestos -padre e hijo- que caracterizaban a Planicio. En Lolo existen también padre e hijo, y de la contraposición de uno y otro pende la novela hasta en su desarrollo material, un viaje para meter el hijo, que tira a rebelde, en un establecimiento educativo severo. En el viaje suceden algunas peripecias a causa de la nieve en la carretera, algunos desvíos y no sólo de camino, y a causa de ello parece que entre padre e hijo hay asomos de entendimiento.En definitiva, enfrentamiento generacional, social, político, lo que se quiera entre un cincuentón y un hijo estudiante de treinta años menos. El padre, ya se sabe, un burgués que se ha situado bien en los negocios inmobiliarios, que tiene recuerdos de la guerra, en la que le fusilaron a su padre. El cuadro es muy genérico, casi un ejercicio de estilo sobre un tema familiar de los últimos ocho lustros españoles. Con mucho empleo de la rememoración y del flash back, aprovechando que los desvíos del camino recurren -miren qué casualidad- por los viejos lugares del origen familiar y de la tragedia en la guerra, se pone en pie el pasado, que incide sobre el presente, permeabilizándolo y humanizándolo. La novela está bien contada.