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El otoño feliz del patriarca Luka Modric en el Milan

Venerado por la hinchada, el futbolista croata se ha convertido a los 40 años en la piedra angular del conjunto italiano, al que ha llevado al liderato de la Serie A

Diego Torres

El estadio de San Siro, con sus torres colosales de hormigón, es un monumento al brutalismo industrial y a una época que concluye. El Ayuntamiento de Milán ha puesto fecha a su demolición pero la multitud de peregrinos lo llenan como si no hubiera un mañana para ver al Milan y entre todos los jugadores capta la atención uno al que los tifosi consideran casi por unanimidad el más especial. No es difícil distinguirlo sobre la hierba. Es el más pequeño, mide 1,70. Es el que ocupa el centro geográfico de la cancha, igual que el cubo de una rueda. Es el que menos se desplaza, el que más veces toca la pelota y el más viejo de todos.

Luka Modric tiene 40 años y los hinchas italianos le observan como a una reliquia viviente, supersticiosos, como todos los futboleros, ante el hecho diferencial —¿quién puede ganar seis Champions a lo largo de una sola vida deportiva?—. Cuando en el minuto 5 del partido de Liga contra la Lazio, la semana pasada, cogió un balón en la banda izquierda del ataque y lo envió contra todas las normas, imprudente, en horizontal, raso, a lo ancho del campo, a su compañero Saelemaekers, sucedió lo que suele suceder en estos casos y un rival, de nombre Zaccagni, interceptó el pase y se fue como un tiro hacia la portería del Milan. El público permaneció suspendido mientras Saelemaekers reaccionaba como si el error hubiera sido suyo —¿había decepcionado al mito?— y corría como un diablo detrás de Zaccagni hasta cortarle la trayectoria y obligarlo a frenar. El retraso imprescindible para que Modric pudiera replegar a toda velocidad y perseguir a Zaccagni hasta la frontera del área del Milan, despojarlo de la pelota y empezar otra vez a jugar como si nada hubiera ocurrido. Lejos de inspirar sospechas, lo ovacionaron.

Los errores no se cobran como antaño en el calcio. La Serie A —liderada hoy por el Inter por delante de un Milan con un partido menos que juega esta noche en Torino (20.45, Dazn) para recuperar el primer puesto— ya no es el torneo más estresante de la industria del fútbol, la competición que enloqueció a Gascoigne y Maradona, agotó a Baggio, deprimió a Sócrates y rompió a Van Basten y a Ronaldo Nazario. Italia se ha consolidado como el país más viejo de la Unión Europea con una media en su población de 49 años de edad y Modric ha encontrado allí su ámbito natural de expresión ante un público que se identifica con todo lo que representa su solvencia serena y sosegada. No es casual que este nieto de pastores croatas que de niño tuvo que refugiarse de la guerra de los Balcanes repudie los tatuajes y los videojuegos, señas de identidad corporativa de sus colegas de las nuevas generaciones, ni que aborde los problemas de su oficio con una mirada que a su entrenador, Massimiliano Allegri, se le antoja un vestigio de la antigüedad.

“Modric es una cosa que en el fútbol no se ve más”, dice el técnico del Milan. “Es un fenómeno porque hace cosas que otros no hacen y ve cosas que otros no ven. Le puedes copiar muchas cosas pero aquello que lo convierte en único es el talento desmesurado”. Allegri habla con genuina admiración. Lejos de emplear a Modric como un recurso de lujo para situaciones puntuales, el técnico lo ha acomodado en el puesto que corresponde al puente del timonel. Desde que Modric fichó por el Milan procedente del Madrid, el verano pasado, su relevancia en el equipo va en aumento. Si la edad es un condicionante que impide al croata hacer recorridos con la energía que demanda el juego a los centrocampistas en la máxima exigencia, Allegri no se da por enterado. Modric tiene licencia para recuperar el aliento andando, para arriesgar y perder balones imperdonables en otros profesionales, o para dejarse llevar en las transiciones defensivas. En caso de emergencia, sus compañeros están para auxiliarle. Es la clase de organización que dispone Allegri en un ecosistema que resulta favorable. A diferencia de la Ligue 1, la Bundesliga o la Premier, la Serie A, como la Liga española, todavía es generosa con los equipos que presionan poco y prefieren especular. Los centrocampistas que se refugian entre sus centrales, como hace Modric, tienen mucho más espacio para pensar después de recibir la pelota.

El Lazio que visitó San Siro hace una semana fue un ejemplo de esta dulce resistencia. Rara vez sus atacantes se estiraron hasta campo contrario para perseguir a los defensas y a los centrocampistas del Milan hombre a hombre. Guendouzi fue a por Bartesaghi, Isaksen por Pavloic, Zacaggni por Tomori, y Dia por Gabbia... y por Modric. En el duelo de cuatro contra cinco siempre quedó un milanista libre para sacar la pelota. Si Modric no fue el afortunado y se encontró bajo presión, contó puntualmente con dos escoltas de primera categoría para ofrecerse a salir del cerco. Rabiot y Fofana tienen orden de bajar a apoyar al croata. En defensa así como en ataque. Lo manda Allegri en la convicción de que cuidar la excepcionalidad de Modric resulta rentable. A cambio de ahorrarle energía en las piernas, él tiene que emplear el seso para administrar la pelota a destajo.

El resultado se manifiesta en un tipo de productividad desbordante que se relaciona con la parte más refinada de la toma de decisiones. Modric es el jugador que más pases ha dado en la Serie A esta temporada. Según Opta, 883. Sus intervenciones se han multiplicado: 1.084 toques de balón, más que nadie en la Liga, incluyendo dos asistencias y un gol.

La simplificación es la idea central de este Milan hecho para Modric. Lacónico en su funcionamiento y naturalmente inclinado a instalarse en su campo, se arma con cinco defensas y espera a que su director marque los tiempos para salir a la contra con el poderoso Leao, del mismo modo que hacía en el Madrid con Benzema, Vinicius o Mbappé. “Es paradójico pero es verdad”, dice Fabio Capello en La Gazzetta dello Sport, cuando le preguntan si el Milan se encuentra más cómodo cuando el oponente se hace con la pelota. “No olvidemos que Allegri no tiene una plantilla riquísima y por tanto no tiene una infinidad de soluciones para variar el plan”.

La primera solución del Milan es Luka Modric, que acaba contrato en junio de 2026, pero quién sabe. Tantas veces le dieron por acabado y tantas encontró un resquicio para seguir vigente, que solo él parece el dueño de la fórmula. “Es solo amor por el fútbol. ¡Yo amo el futbol de verdad!”, dice. “Y si lo amas de verdad tienes que ser inconformista. No importa lo grande que creas que eres. Tines que tirar de ti mismo un poco más”.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.
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