Kika Nazareth: “Me gusta que me quieran por quien soy, no por ser jugadora del Barça”
La joven azulgrana, en su segunda temporada como culé, reflexiona con EL PAÍS sobre la autoexigencia, la falta de confianza y la persona detrás de la figura de futbolista


Aparece algo cansada tras un largo día de rodaje con Nike, pero le encantar hablar. Sobre todo, de lo que no es fútbol. Francisca “Kika” Nazareth (Lisboa, 22 años), cercana, sonriente y con un carisma atípico, pide a la periodista que se siente a su lado en el sofá de piel. El verano pasado aterrizó en el FC Barcelona como uno de los fichajes más caros de la historia del club tras convertirse en una de las grandes promesas europeas. Representada por Jorge Mendes, referente en Portugal y capaz de jugar en cualquier posición ofensiva, Kika llegó al Barça con una sonrisa que se esfumó en marzo: se rompió el ligamento lateral interno del tobillo, pasó por quirófano, se perdió la temporada y también la final de la Champions en su Lisboa natal. “Allí era todo fútbol”, recuerda sobre su infancia entre la calle y el fútbol sala antes de debutar en el Benfica. “No sabía que quería ser futbolista. A los 16 años me enteré de que esto era real”, añade. Esta segunda temporada, con dos goles y tres asistencias en 100 minutos, quiere que sea, por fin, su año. “Estar en el Barça significa que es obligatorio pensar que podemos ganar los cuatro títulos”, confiesa.
Pregunta. ¿Qué es para usted el fútbol?
Respuesta. Suena a cliché, pero ha sido toda mi vida. Me enfadaba, no quería estar en casa… y la solución era el fútbol. Me quita los problemas, es mi vía de escape. No solo si me pasa algo malo: también es lo que más feliz me hace. Cambié de país, de contexto, de amigos por el fútbol. Obvio que el dinero es importante, la visibilidad… pero para mí es alegría. Aunque haya días que no.
P. ¿Qué días?
R. Muchos. Cuando te lesionas, cuando el entrenamiento no va bien, cuando eres muy exigente…
P. ¿Lo es?
R. Soy muy exigente. Es bueno, pero también un problema. Cuando sé que puedo hacer más y no lo hago, pienso: “¿Esta gente es feliz conmigo?”. Soy muy intensa e impulsiva. A veces hago, digo, quiero las cosas sin pensar. Estoy intentando cambiar un poco. No soy consciente de lo joven que soy: lo quiero todo para mañana, y tengo que estar tranquila.
P. ¿Le obsesiona el fútbol?
R. A veces quiero desconectar, y no puedo. No tanto el fútbol como todo lo que rodea la profesión. Voy de vacaciones y no quiero comer mal, no quiero estar tres días sin hacer deporte, no quiero que mi cuerpo cambie.
P. ¿Cómo fue su primer año en el Barça?
R. Cuando llegué, pensé: “¿Qué hago aquí, jugando con las mejores?”. Me ponía por debajo de todas. Yo era la rara. Ahora yo también formo parte de esto, estoy aquí por algo. Al principio fue muy difícil asumir que soy como ellas por la presión, y porque los entrenamientos al principio no me iban bien.
P. ¿Por qué?
R. El tema de la confianza es una de las cosas más importantes en el fútbol. Una jugadora que vive del talento, si no tiene confianza, aunque trabaje, las cosas no salen. Ahora ya noto que ellas confían en mí. Estoy aquí porque valgo, no tengo que probar nada a nadie.
P. ¿Hizo algo por integrarse en el vestuario del Barça?
R. Ahora me gusta el café [ríe]. Cuando llegué no me gustaba. Nada. ¡Pero estas chicas siempre salían a tomar café! Yo he hecho muchas cosas por integrarme que no quería. Un día, por Sevilla, dije: voy a pedirme un café con leche de avena también para sentirme como ellas. Y ahora sigo bebiendo.
P. Dejó su casa, su país natal y su club, cambió toda su vida a los 21 años, para venir a Barcelona.
R. Me gusta ver el lado bueno de las cosas. Soy muy afortunada: juego en el Barça, tengo los mejores amigos, un contexto y un entorno familiar increíble. Pero lo cambié todo, me pasaron algunas cosas personales y justo después me lesioné del tobillo. Me quedé sola.
P. ¿Qué hizo?
R. Nada. Dejé de sentir. Mi vida cambió por el fútbol, y dejé de tenerlo. Estaba con una bota en casa, sin hacer nada, mirando la tele, leyendo. El tiempo ayuda, y todas mis compañeras me apoyaron y me hicieron sentir cerca del equipo.

P. ¿Recuerda algún consejo?
R. Jana [Fernández] y Alexia [Putellas] me decían: “No ves lo bueno, pero saldrás de esta lesión y de esta tormenta con otros ojos. Todo pasa, y sacarás algo de ahí”.
P. ¿Ha sido así?
R. Sí. Me cuesta decirlo, porque perdí mi primer año… pero creo que tenía que pasar. Fue mi cuerpo diciendo: “Vamos a parar un poco para pensar en tu vida, en lo que quieres y en quién eres”. He vivido cosas nuevas, he madurado muchísimo. Yo no sé nada de la vida, tengo 22 años, pero ahora soy una persona diferente, más tranquila y consciente de todo.
P. ¿Y cuándo volvió a sentir?
R. El día antes de la final de Lisboa. Estaba en casa, cerca de lo que tenía lejos, no podía jugar, estaba mi familia… En el entreno estaba en el banquillo sola, leyendo por todas partes “Lisboa”. Y me puse a llorar. Debería haberlo controlado, pero soy muy transparente.
P. ¿Siente que no pueden mostrarse vulnerables?
R. Somos personas. Creo que a veces la gente no es consciente. Nosotros lloramos mucho. Yo lloro mucho. Aunque mi madre me dice que podría llorar más [ríe].
P. ¿Quién es Kika fuera del fútbol?
R. Muchas cosas. Me voy de concierto, me voy a la playa sola, por Barcelona sola. Me gusta mucho las personas, me mueve la gente: conocer, escuchar historias, hablar, aprender.
P. ¿Y de qué habla?
R. Me gustan temas como el espacio, las estrellas, el mar, las cosas raras. Me gusta saber cómo funciona todo, como por ejemplo el WiFi, o si hay vida después de la muerte [ríe].
P. ¿Y de fútbol?
R. No me gusta hablar de fútbol, solo cuando estoy enfadada. Mi madre me dice mucho: “Tienes que conocer gente de fuera”. Pero no es consciente que no es fácil. El otro día lo hablaba con Mapi [León]: la gente nos conoce. No es una queja. Pero a mí me gusta que la gente me quiera por quien soy, y no porque soy jugadora del Barça, o Kika la portuguesa. Es muy difícil encontrar gente que no te conozca, porque ya te vienen con otra mentalidad.
P. ¿Dónde encuentra el silencio?
R. Encuentro el silencio con mis amigas que me ven como Francisca, y no como Kika, y me preguntan realmente cómo estoy. Soy la misma, dentro del campo y delante de las cámaras es lo que soy también fuera. Pero también hay que separarlo un poco, y sí que hay una Francisca y una Kika.
P. ¿A quién veremos este año?
R. Espero que una jugadora con más confianza y sin miedo, y mucha felicidad y alegría. Cuando juego sin pensar, soy una más. Cuando juego feliz, las cosas me salen.
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