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EL JUEGO INFINITO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mundialito: el fútbol contra sí mismo

El dinero manda y nos deja la percepción de que el deporte crece, pero su alma se resiente porque se debilitan sus raíces

Infantino, con el trofeo del Mundial.
Jorge Valdano

Será en EEUU donde la FIFA extienda la carpa de su nuevo circo: se llama Mundialito. Lo veremos en DAZN gracias a un sobreprecio que pagó Arabia Saudí. Tanta generosidad vale por un Mundial. Esta introducción habla del nuevo orden global que se está construyendo alrededor del balón. Se está cartografiando un nuevo mapa de poder. El dinero manda y nos deja la percepción de que el fútbol crece, pero su alma se resiente porque se debilitan sus raíces. Más que una declaración de intenciones, en el Mundialito deja al descubierto una declaración de intereses.

Un torneo desigual, porque la diferencia entre los gigantes europeos y los equipos representantes de los otros continentes es abismal. Incluso con Sudamérica, que se defiende en Selecciones porque muchos jugadores pulen su competitividad en equipos europeos, pero no en clubes, donde juegan aquellos a los que no les alcanza el talento para cruzar el charco. A partir de aquí, la incógnita es el principal motor narrativo del circo. Dan ganas de preguntar: ¿alguien pensó en los hinchas? Algunos partidos atractivos y otros incomibles, pero no se levante de su butaca porque al final, los mejores pelearán por la gloria, que es como le llamamos a la reputación. Así caeremos en la trampa emocional que el fútbol maneja tan bien.

Van datos: se celebra en 11 ciudades que, en su mayoría, no se enterarán de que ese día hay un partido, del 14 de junio al 13 de julio. En vísperas del Mundial de verdad, la inoportunidad es evidente, hasta el punto de que es fácil confundir el torneo con una gira comercial que da derecho a 1.000 millones en premios a repartir. ¿Quién puede decir que no? Pero el fútbol nos gusta porque es un narrador incomparable y esta puesta en escena flojea por todos lados.

Meter un torneo de estas características con calzador en el calendario mundial es poner en peligro la salud de los jugadores y de las competiciones. Sobre lo primero nos hablan las estadísticas: desde 2020 las lesiones musculares han crecido un 25%. Sobre lo segundo nos habla el sentido común: cuanto más cansancio, menos espectáculo. A pesar de los cuidados extremos, ya no hay tiempo para entrenar, ni para descansar, ni para cuidar la salud mental. Solo jugar, viajar, rendir.

Aquí arranca la gran paradoja del fútbol moderno. Una especie de pacto silencioso que nos convierte a todos en cómplices de la deriva comercial. Un escenario de explotación donde los explotados aplauden. Sí, los grandes explotados del sistema (los jugadores) son, al mismo tiempo, los grandes beneficiados. Jugadores que disputan 60 o 70 partidos al año, que aguantan vuelos transoceánicos, sesiones de publicidad, presiones, exigencias físicas y psicológicas… No hay respiro, pero muchos ganan lo que jamás hubieran soñado. Se quejan poco porque la inflación del sistema cuida de sus privilegios. A nadie le interesa romper el hechizo mientras el show siga facturando.

El Mundialito, como otros inventos recientes, es solo un capítulo más del apetito económico que enfrenta al fútbol contra sí mismo. Lo trágico es que no hay villanos claros que desaten las alarmas. Los clubes quieren más ingresos, los jugadores más millones y los aficionados seguimos consumiendo lo que criticamos porque el juego sigue oliendo a infancia. Con su correspondiente inocencia. El problema es que al perder de vista la emoción y la identidad, el fútbol empieza a ser a una simulación de sí mismo.

El Mundialito no es el origen del problema, pero sí el nuevo espejo de las contradicciones que afectan al fútbol. Torneo para facturar en el que todos ganarán dinero, menos el hincha, único desinteresado al que le llueven partidos, pero cada día tiene menos emociones auténticas que celebrar.

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Sobre la firma

Jorge Valdano
Jorge Valdano es columnista de EL PAÍS y comentarista de Mediapro para Movistar. Exjugador de fútbol, campeón del mundo con Argentina en 1986, también fue entrenador. Ocupó la dirección deportiva y la dirección general del Real Madrid en dos etapas en el club blanco, donde fue además futbolista y técnico. Ha escrito varios libros.
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