

Lamine Yamal: “A los que dicen que estoy crecido les digo que mientras gane no pueden decirme nada”
El delantero del Barcelona presume de su fútbol y su desparpajo, mientras que en los despachos el club defiende su estilo: “Solo tiene 17 años”


“A veces parece que a la gente se le olvida: Lamine tiene solo 17 años”.
La frase sale de lo más alto de los despachos del Camp Nou. En la antesala del duelo ante el Inter de Milán (21.00, Movistar), la primera semifinal de Champions League del Barcelona en los últimos seis años, la primera desde que Leo Messi dejó el club. La primera con Lamine Yamal, su heredero, que se estrenó este martes en la sala de prensa de la Ciudad Deportiva Joan Gamper. Estaba tranquilo, quizás demasiado. Suficiente como para sortear con elegancia las preguntas que lo relacionaban con el argentino: “Messi a tu edad solo había jugado siete partidos”, “¿Cómo te llevas con la comparación con Leo?”, “Messi nunca le marcó al Inter”. A las que él contestó: “No me comparo con nadie, mucho menos con Leo. Es el mejor de la historia”, “¿Messi no le ha marcado al Inter?, le ha marcado a tantos equipos que solo se le ha quedado ese”.
Fue el Barcelona el que le pidió a Lamine Yamal que tomara la palabra. Él aceptó sin chistar. Sin embargo, según los que lo conocen, solo la pifió en una respuesta. Justo en la que podía deslizar: “A los que dicen que estoy crecido les digo que mientras gane no pueden decirme nada”. Fue entonces cuando, al descolgar el teléfono, en los despachos de la entidad catalana justificaron a la perla de La Masia. “Vosotros pensáis que Lamine es un adulto por el comportamiento que acostumbra a tener, pero es un niño. Yo entiendo que él sorprende por la madurez que tiene en el campo, por cómo gestiona la presión, pero hay que recordar que todavía no ha cumplido 18 años”.
“¿La respuesta de Lamine sobre las críticas en Madrid a su actitud?”, se pregunta unos de sus compañeros en el vestuario azulgrana; “es un personaje”. A su entorno, en cambio, le gustaría que mostrara más prudencia: “A veces, le pedimos que no se exponga tanto”. Mientras, en el área deportiva del Barcelona lo excusan: “Esa chulería que puede parecer que tiene es normal en un niño de 17 años”. Todos, en cualquier caso, coinciden en una característica: “Tiene unos cojones...”
A los futbolistas criados en el fútbol de la calle (quedan pocos), se les suele otorgar cierto desparpajo, por supuesto también astucia, pero sobre todo una especie de valentía intrínseca en un fútbol en el que no mandan las reglas ni las tácticas. “¿Miedo a jugar una semifinal de Champions?”, verbalizó Lamine, que ya ha levantado la Eurocopa con España el pasado verano, además de ganarle al Real Madrid la Supercopa de España y la Copa del Rey, siempre con él como protagonista (un gol y dos asistencias): “tengo la motivación de jugar ese partido”.

Antes de que en la cantera del Barcelona entendieran que la mejor forma de blindarlo deportiva y emocionalmente era que se mudara a La Masia, Lamine Yamal pasaba sus tardes en la Plaza Joan XXIII del barrio de Rocafonda. “Jugaba con gente mucho más grande que él. Aprendió a defenderse como lo hacen los genios, con talento”, explican desde el entorno del 19 azulgrana. “El miedo lo dejé en el parque, en Mataró, hace tiempo”, insistió Lamine Yamal en la previa del Inter, el día que se cumplieron dos años desde que Xavi Hernández lo hiciera debutar frente al Betis.
Desde entonces, todo fluye en la vida de Lamine Yamal. Pasó de regatear problemas sociales a ser un imán para las marcas, sus padres ya no lo disfrutan en casa, pero les enorgullece en el campo y el Barcelona ya está a punto de regalarle la camiseta con sus 100 partidos en el primer equipo: 21 goles y 27 asistencias. “A mi edad pocos jugadores han disputado tantos partidos en un club como el Barça y eso es lo que más valoro. Jugar a este nivel y en un club como el Barça no lo hace cualquiera”.
Es justamente en ese “cualquiera” en el que Lamine Yamal refleja su conducta. En definitiva, su estilo de vida. No solo no se siente cualquiera, sino que no se quiere sentir. No solo abraza la presión de vestirse de azulgrana, sino que la desafía. Entonces, como siempre dispuesto a ganarse el foco, para la final de la Copa ante el Madrid decidió que se iba a teñir el pelo. “Cuando me llegue el balón, todo el mundo se dará cuenta que lo tengo yo. Así que no la tengo que cagar”, le contó a un empleado del Barcelona, cuando le preguntó porque se había tintado el pelo de rubio. “No le llamaría presión. Un ambiente como el de la final de Copa, con las dos aficiones, hay que salir a disfrutarlo. Me encantaría volver a vivirlo”, subrayó el delantero azulgrana.
Vive Lamine en un vértigo permanente. Y, cuando no lo siente, lo fuerza. Por eso, a nadie en el Barça le sorprende cuando busca excusas para automotivarse, como hizo al retar a Rabiot o Van der Vaart, como lo que quería generar antes del clásico. Le hicieron entender que era mejor la calma. Lo entendió a medias: se tiñó. Y lo hace cuando todavía juega con un contrato de un menor de edad. “Ya está firmada la extensión de contrato cuando cumpla los 18 años y en lo que estamos trabajando es en la mejora de ese vínculo. Hay que ajustarlo al nivel del futbolista que es, dentro de los nuevos parámetros del club”, resuelven desde el área deportiva.
Él, sin embargo, sigue a su rollo: “Para el fútbol no hay edad. Es un deporte que va de la calidad y de la mentalidad de cada uno. Si estás preparado, lo estás. La edad es solo un número”. En el club, en cambio, son menos atrevidos: “A veces parece que a la gente se le olvida: Lamine tiene solo 17 años”.
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