Lewis Hamilton: “Me siento inútil”
El piloto británico, el más laureado de la historia junto a Michael Schumacher, firma el peor arranque de su carrera, sin subir al podio en 13 grandes premios con Ferrari


Lewis Hamilton lleva 19 años dando volantazos por el Mundial de Fórmula 1, prácticamente la mitad de su vida. El británico ha cambiado mucho desde aquel chaval que en 2007 pilló a trasmano a Fernando Alonso, su compañero en McLaren, que se había ganado la etiqueta de referencia indiscutible de la parrilla al doblegar a Michael Schumacher, el Kaiser. Si bien es cierto que aquel estreno ya dio alguna pista de lo que le seguiría, nadie hubiera podido imaginar que la dimensión de Hamilton llegaría a reseñarle como el icono en el que se ha convertido.
A sus 40 años, no solo acumula el palmarés más refulgente de siempre, con siete títulos, más de 100 victorias (105), casi el doble de podios (202) y 104 pole position. Su figura trasciende el ámbito de los circuitos y el deporte. Siempre ha sido un pionero y la presión ligada a ello nunca le ha afectado. Hasta ahora. Al debutar se convirtió en el primer piloto negro de la historia. Después (2008), en el campeón más joven. Su salida de McLaren y su fichaje por Mercedes (2013) hizo que muchos le trataran de iluminado. Probablemente, los mismos que seis coronas más tarde creían, y puede que sigan creyendo, que asociarse con Ferrari habiendo dejado atrás su mejor momento, solo puede enterrarle. Por ahora, ganan estos últimos.
El paddock se ha instalado a las afueras de Budapest, donde este domingo por la tarde (15.00, Dazn), la caravana se irá de vacaciones. Hamilton las necesita más que nunca si atendemos al estrés que acumula, y que se deriva de los números que arrastra. En su primera temporada en Ferrari, parece ser él quien lleve a cuestas a Il Cavallino Rampante, hasta el extremo de haber firmado el peor arranque de su carrera.
Además de ser la última cita antes del receso de verano, la de Hungaroring es la 14ª parada del calendario. Ninguna de las 13 anteriores le ha visto subir al podio, algo inédito en su historial. En sus peores inicios hasta la fecha, en 2009 y 2024, lo consiguió en ambos casos en la décima cita. Tampoco parece factible que se suba al cajón en Hungría, donde saldrá el 13º, muy por detrás de Charles Leclerc, su vecino de taller, que, paradójicamente, registró la primera pole de los bólidos rojos en este 2025. “Me siento inútil. No es un problema del coche, porque está en la pole. Probablemente haya que cambiar al piloto”, declaró tras el fiasco de ayer.
En la comparativa de las cronometradas, la cuenta está 10 a 4 a favor del monegasco, que figura el quinto en la tabla general, una posición por delante del corredor de Tewin, que tiene 30 puntos menos. “Lo estoy pasando muy, muy mal con el equilibrio del monoplaza. Mis sensaciones son muy distintas a las de los años precedentes”, dijo Hamilton tras la primera jornada de ensayos en Hungaroring, uno de sus circuitos favoritos, pues ha ganado en ocho ocasiones, más que nadie y el doble de veces que el segundo (Schumacher).
Esta semana, Ferrari hizo oficial la renovación del contrato de Fred Vasseur como director, en una maniobra que pretende inyectar estabilidad, al cerrar cualquier resquicio por el que se pudiera colar Christian Horner, a quien Red Bull despidió hace menos de un mes de forma fulminante. El francés, pragmático y más dado a las bromas secas que a las grandilocuencias de Horner, ha logrado consolidarse al frente de una formación atenazada desde hace décadas por el politiqueo interno y las luchas de poder. “Estamos en el buen camino”, repite, sin que nadie levante la voz para contradecirle.
Cuando la Scuderia anunció la llegada de Hamilton, el mundo del motor entero apretó los puños como lo hacen los niños la noche de Reyes. Por el momento, las dos partes se merecen carbón. El equipo, por no ser capaz de diseñar un monoplaza que se acerque a los McLaren. El piloto, por no poder ser una amenaza para su compañero Leclerc. Al apostar por él, la marca de Maranello lanzó un mensaje inequívoco: seguir esperando ya no es una opción.
Sin embargo, Hamilton se ha movido como un visitante incómodo. Sonríe con esfuerzo y responde con educación, pero sus ojos delatan aquello que los comunicados de prensa no especifican. Él habla de falta de adaptación a su nueva casa, pero medio curso debería haberle dado margen suficiente para hacerse a la tropa y al coche. “Esto es un proceso. Sabíamos que no iba a ser fácil”, repite, prácticamente a modo de mantra.
Sus palabras tienen la cadencia de quien parece haberse acostumbrado a encarar la derrota con dignidad. No hay excusas, pero tampoco sorpresas. Como si, en el fondo, supiera que este primer año era el peaje que debía pagar por vestirse de rojo. Ferrari sigue con sus promesas; Hamilton, con sus dudas.
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