Benjamin Védrines y Nicolas Jean acaban con 34 años de intentos frustrados al Jannu Este, una de las grandes incógnitas del Himalaya
La pareja de alpinistas franceses invierten tres días en escalar en completa soledad la pared norte de la montaña de 7.468 metros, considerada imposible en estilo alpino


La pared norte del Jannu Este no habrá sido el último gran problema sin resolver del Himalaya pero sí uno que parecía irresoluble, enquistado en el tiempo, un desafío que sumaba ya 34 años de intentos frustrados, una fábrica de leyendas que, tantas veces evocadas, alteraba los nervios de los alpinistas más templados. Ahí figuraban las muertes de los eslovenos Damian Vidmar y Bojan Pockar o la retirada al límite del gran Tomaz Humar en 2004. Nada que pudiese impresionar a Benjamin Védrines, que destaca ya como un alpinista inclasificable, uno que está cambiando las viejas reglas del juego del alpinismo hasta la incomprensión. Definitivamente, existirá un antes y un después de la irrupción del joven guía francés (33 años) en la élite de la disciplina.

Acompañado por el carpintero y guía Nicolas Jean, el francés llevaba un año esperando con ansiedad su regreso al campo base del Jannu Este (7.468m), tras verse obligado a retirarse de la pared en 2024 debido a la indisposición por mal de altura de su compañero Leo Billon. La suya ha sido una espera ocupada, activa: tras analizar lo que pudo aprender durante su primer intento, el francés se ha aplicado en pulir hasta límites enfermizos cualquier aspecto capaz de conducirle al éxito. Para empezar, la vestimenta que ha usado, de la serie AMK de su patrocinador The North Face, basada en los prototipos empleados hace un año que le hace parecer vestido para pasar una mañana en las faldas del Mont Blanc cuando en realidad le permite volar y minimizar los días en la pared. La obsesión por la ligereza les ha llevado a usar una sola cuerda dinámica de 7,5 mm y prescindir de los parapentes, que no tenían cabida en su mochila donde llevaban comida, gas, sacos minimalistas y una tienda que usaron en dos emplazamientos de vivac.

Para seguir, un entrenamiento técnico y aeróbico inhumano: “He escalado en altitud con Ueli Steck y Kilian Jornet, dos monstruos, pero puedo decir que allí arriba Védrines juega en una liga inalcanzable”, resopla el alpinista alemán David Goettler. Para vencer al Jannu Este, la pareja invirtió cuatro días, uno más de lo planeado porque la cima estaba más lejos de lo esperado y lo que desde el campo base parecía el punto culminante solo era un accidente en la arista, técnicamente más sencilla que la pared pero en realidad una trampa. La nieve inconsistente apenas permitía protegerse y avanzar abriendo huella dando un paso hacia arriba y otro hacia abajo se antojó un suplicio.
Por último, Védrines acudió durante semanas a la consulta de un psicólogo: si la técnica y el físico resultan irreprochables, la mente no podía traicionarle. Quizá gracias a esta fortaleza no se hundió cuando comprobó que la cima no lo era y que esta se alzaba lejos aún. Solo existe un deseo más poderoso que el que lleva a un alpinista a desear conquistar una cima virgen: el deseo de abandonarla para regresar a la vida. Los alpinistas que cambian lo establecido son aquellos que saben sobreponerse a la urgencia de sobrevivir. Con todo, Védrines no es un fanático: ha demostrado que sabe renunciar a sus sueños para proteger a sus compañeros, como Leo Billon hace un año o David Goettler en la vertiente Rupal del Nanga Parbat en 2023.

Puesto a mejorar todo lo mejorable, Védrines se ha aplicado en narrar casi día a día su espera de casi dos meses en el campo base, a 4.700 metros, explicando al detalle su rutina, su estrategia para mantenerse en forma, su empeño en no caer en la desesperación mientras llegaba una ventana de buen tiempo. De hecho, no ha perdido un minuto: para finalizar su fase de aclimatación, Nicolas Jean y él abrieron una nueva ruta a otro pico virgen, el Anidesh Chuli (6.808 m). También se ha aplicado en resultar didáctico, explicando la diferencia entre escalar un coloso del Himalaya haciendo cola en la cuerda fija o hacerlo de forma autónoma, en soledad y sin atajos. La diferencia entre buscar un selfie y perseguir un lugar en la historia del himalayismo.
“Sabíamos que íbamos a necesitar experiencia, audacia, asumir la incertidumbre y demostrar valor. El resultado es sin duda alguna el mayor logro de mi carrera de alpinista, el sueño de una cordada compartido con mi amigo Nicolas. En la cumbre las lágrimas fluyeron, por supuesto porque creo que esta ascensión ha cambiado mi vida”, declaró Védrines en sus redes sociales. Todos los intentos anteriores sirvieron para aseverar que la primera ascensión del Jannu Este (no confundir con el Jannu principal o Kumbhakarna, de 7.710 m y conquistado en 1962 por un equipo francés en el que figuraban Lionel Terray y Jean Ravier, entre otros) se lograría a fuerza de asumir una intensidad rayana en lo insoportable. A nadie se le escapa el peligroso nivel de compromiso que es capaz de asumir Benjamin Védrines, tan prolífico y capaz de romper récords que cuesta seguirle, tanto que él mismo se confiesa “asustado” ante la posibilidad de sufrir un accidente. En su caso, lo realmente difícil será alcanzar un equilibrio entre sus sueños sin límites y la terca y triste historia del alpinismo. “Quiero vivir mucho, llegar a viejo”, aseguró a este periódico hace unos meses, cuando el Jannu Este parecía aún un imposible.
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