Adrián Ben sobrevive en la selva del 1.500m, donde sucumbe el lesionado Jakob Ingebrigtsen
El gallego es el único español que pasa a las semifinales de la prueba que espera la gran batalla entre Laros, Kerr, Wightman y Hocker


¡Ay, el amor! El amor puede más que el deseo. “Ay, el amor”, repite Adrián Ben, gallego de Viveiro enamorado que sonríe feliz después de haber sobrevivido la mañana calurosa en la selva de las eliminatorias de 1.500m que se han cobrado el cadáver excelentísimo de Jakob Ingebrigtsen, el campeón olímpico de Tokio, condenado a los 24 años, parece, a no ser nunca campeón del mundo de la distancia más hermosa del atletismo. “El amor de mi vida me ha ayudado a encauzar la distancia”, continúa Ben, un especialista de los 800m, y en el mismo lugar en el que lo declara, la zona mixta en el sótano del estadio, celebró con globos y canciones hace cuatro años simultáneamente su quinto puesto en la final olímpica de 800m y su 23º cumpleaños. Su amor es Águeda Marqués, segoviana de carácter, especialista del 1.500m y eliminada la víspera en las series que acaba de superar su chico con un quinto puesto en una serie lenta y embrollada en la que supo deshacer la madeja en los últimos metros. “Me dice, mira, el 1.500 es así, corazón. Se va por aquí, se hace esto, se hace esto otro…”
El único español que disputará este lunes (14.30) las semifinales de 1.500m –Carlos Sáez y Pol Oriach fueron eliminados— confiesa que su regreso al 1.500 –la distancia en la que fue internacional juvenil y sub-23, y la abandonó después de fracasar en los Europeos sub 23 de 2019 para triunfar en el 800m—lo ha enfocado como un inicio desde cero después de comprobar con su puesto de finalista en los Mundiales en pista cubierta que había elegido bien el momento de cambiar de nuevo a los 27 años.
Si en los anteriores Mundiales fueron dos escoceses, Wightman y Kerr los que le negaron la gloria a Jakob Ingebrigtsen, en Tokio, en la misma pista en la que se proclamó campeón olímpico en 2021, el primer europeo en muchos años, ha sido su propio cuerpo el que ha derrotado a su deseo. Después de proclamarse campeón del mundo de 1.500m y 3.000m en pista cubierta en marzo, el noruego no ha competido en toda la temporada al aire libre lesionado en el talón. Pese a haber modificado sus clavos, sustituyendo el talón de sus viejas Alpha Fly por una banda elástica, la inflamación se hace insoportable. Los entrenamientos, con mucha carrera en piscina, no fue el mejor en un año marcado emocionalmente, además, por el juicio a su padre y exentrenador, al que denunció por abusos y malos tratos. El tribunal noruego le absolvió. “Sentía las piernas como clavadas al suelo. Lamentablemente esa es la realidad en este momento. Estoy mucho peor de lo que creía y quizá esperaba”, dijo el noruego tras terminar octavo en su serie y caer eliminado por primera vez en su carrera antes de la final en un campeonato, pero que, de todas maneras, no renuncia a comenzar el viernes (13.05) a defender su título en 5.000m. “Aunque soy más escéptico que antes, creo que los 5.000 metros son más realistas. Exigen algo diferente. No soy una persona que se tumba y se pone a llorar. Más bien tengo que levantarme e intentar seguir trabajando en la elíptica. No ha sido suficiente para los 1.500, pero creo que puede ser mejor en los 5.000”.
La anunciada como gran final del Mundial perderá el martes (15.20) al hombre faro de la distancia, y también sorprendentemente a los dos atletas con mejor marca del año, el francés Azzedine Habz, que llegaba con 3m 27,49s, y el keniano de 18 años Phenuel Koech (3m 27,72s), que se tropezó y fue al suelo en su serie, pero ofrecerá a los aficionados, seguramente, por lo visto en las series, una gran batalla entre los viejos gladiadores que derrotaron alguna vez a Ingebrigtsen –Josh Kerr, Jake Wightman y el estadounidense Cole Hocker—y el considerado heredero europeo del noruego, el espléndido tallo neerlandés Niels Laros, de 20 años recién cumplidos, que corre con la serenidad y sabiduría de un gran veterano. Ya fue finalista del Mundial de Budapest en 2023 y de los Juegos de París el verano pasado. Tokio será, quizás, la capital de su triunfo.
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