Muere Cristina Santurino, la ultracorredora de las rodillas de acero, a los 36 años
La madrileña, una clásica de la sierra de Guadarrama conocida por su pundonor y la costumbre de llegar a meta con las piernas ensangrentadas, fallece repentinamente en El Hierro


Cristina Santurino se convirtió en una corredora imprescindible de la sierra de Guadarrama, un entorno que conocía al dedillo a través de entrenamientos kilométricos, la receta de la ultradistancia, una filosofía a la que dedicaba su vida. El vacío que deja tras su fallecimiento este martes, el día que cumplía 36 años, en El Hierro, donde vivía desde hace unos meses, va más allá de sus puestos en pruebas cada vez más largas —estaba inscrita a una de 100 kilómetros esta misma semana—, tiene que ver, más bien, con su pundonor. Alguien que no tenía la técnica depurada de las profesionales, pero sí su espíritu. Será recordada por llegar a meta con las rodillas ensangrentadas, pues no se contenía en las bajadas y tenía el mal hábito de no poner las manos y caer con las rodillas. Heridas de orgullo para una mujer inquebrantable.
Todo empezó cuando Pedro Bianco, entrenador, descolgó el teléfono: “Quiero preparar una carrera de montaña”. Cristina tenía un dorsal para el TP 60 de Peñalara. A él no le sobraba el tiempo, pero aceptó. Y acertó. Su nueva pupila no tenía bagaje en el trail, pero había corrido maratones de asfalto y su genética era buena. “Joder si tenía motor, era un animal”. Una infancia muy deportiva, con mucho esquí, para luego adentrarse en los triatlones. “A partir de ahí se dedicó de lleno a las carreras, empezó a ganar, se hizo quien fue y le empezaron a buscar las marcas”. Le patrocinaba Hoka, la encargada de anunciar su fallecimiento.
Felipe Rodríguez, organizador de muchas carreras en la sierra de Guadarrama como miembro de la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara, la conoció cuando se puso el dorsal en 2018 en Tres Refugios, un clásico de 32 kilómetros y casi 2.000 metros de desnivel positivo. Y ganó. “Fue una sorpresa para nosotros, era una desconocida total”. A partir de ahí se hizo socia del club y ese año ya fue segunda en el TP 60, la carrera de 60 kilómetros del Gran Trail Peñalara, que ganaría en 2019 y 2020, los aperitivos antes de poner la guinda en 2022 con su victoria en la distancia larga, los 103 kilómetros con 5.100 metros de desnivel positivo con salida y meta en Navacerrada. Quizás el día más especial. “Para ella, porque era donde entrenaba; y para nosotros, por el orgullo de que fuera del club”.
Aquella noche sobrevivió quizás a la peor bajada de su sierra, la que une la cima de Maliciosa con la base de La Pedriza, más de mil metros de desnivel negativo con un inicio muy inclinado de piedra rota. “El recuerdo que tengo siempre de ella es verla con las rodillas sangrando. Igual técnicamente no se le daba muy bien, pero al ir rápido, un tropezón te lleva al suelo”. Felipe corrió con Cristina la maratón de la Transgrancanaria en 2019 y le hizo la asistencia en la Marató i Mitja Castelló-Penyagolosa. “Se ha recorrido muchas carreras del calendario. Era una chica bastante constante y metódica. A lo mejor no tenía las cualidades de la corredora de élite típica, pero ponía todo su tesón por estar ahí delante”. Bianco refrenda la historia de las bajadas. “¡Era la pupas! No sé por qué, se tropezaba y siempre bajaba rodillas antes de poner las manos. Tenía dos rodillas de acero”.
Cristina se fue a dormir el lunes para afrontar el martes el último entrenamiento largo antes de viajar a Andorra para competir el sábado en un ultra de 105 kilómetros con casi 7.000 metros de desnivel positivo, uno de los recorridos más duros del panorama. El martes empezaron a llegar las llamadas por su cumpleaños, pero no había respuesta. Con el paso de las horas llegaron los miedos sobre un accidente en la montaña, hasta que a primera hora de la tarde un vecino encontró su cuerpo en la cama.

“Era feliz allí”, resume su entrenador, el arquitecto de sus sesiones. La última que subió a la aplicación Strava fue una maratón con más de 2.000 metros de desnivel positivo el domingo en El Hierro. Aunque Cristina era nutricionista, tenía a otro profesional asistiéndola en este ámbito. “La montaña era su pasión, vivía para eso”. Su último dorsal fue en la Zegama-Aizkorri, la maratón por montaña más importante del mundo, el 25 de mayo: hizo 6h18m45s. Su entorno define un estilo de vida sano al milímetro. Alguien a quien no se le conocen grandes bajones anímicos y que estaba en un momento dulce con su nueva vida en El Hierro y la ilusión de compartirlo con la familia. “Estaba especialmente bien”.
Muchas de sus andanzas llegaron en Chamonix, el epicentro del Ultra Trail del Mont Blanc. Corrió tres veces la CCC, la modalidad de 100 kilómetros, y estaba preparándose para disputar a finales de agosto los 145 de la TDS, un periplo destinado a ponerse un día el dorsal del UTMB, los 171 kilómetros que rodean el macizo del techo de los Alpes. “Tenía un calendario lindo. Estaba fuerte y feliz. Fue un shock total”, resume Bianco, que la define por su compromiso. “Fuera de lo buena, carismática, divertida, buena gente, buena clase, era un ordenador. La pava tenía todo muy marcado en su cabeza y lo hacía al detalle. Perfecta, era un soldadito. Una lástima”.
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