En cosas de hinchas, ‘England is different’
La Premier es la liga más famosa y rica del mundo, pero no es ni el dinero ni el juego lo que la hace especial: son los aficionados

Spain is different, decía el franquismo para promocionar el turismo en los años sesenta. En fútbol, la diferente es Inglaterra. Por eso no debería sorprender que hayan sido los aficionados ingleses quienes han desbaratado la Superliga en 48 horas. ¿Por qué? Porque el fútbol es en Inglaterra mucho más que fútbol, mucho más que resultados, mucho más que cifras de negocio o ser o no ser campeón. Como dijo Bill Shankly, el mítico entrenador del Liverpool: “Hay gente que cree que el fútbol es un asunto de vida o muerte. Le aseguro que es algo mucho más importante que eso”. Football, bloody hell (traducible por Fútbol, ¡acojonante!), acertó a balbucear Alex Ferguson para explicar los dos goles en tiempo de descuento que le dieron al Manchester United la Champions contra el Bayern en 1999 (2-1).
La Premier es la liga más famosa del mundo, la más rica sin duda, pero no es ni el dinero ni el juego lo que la hace especial: son los hinchas. Aquí la gente no es del club grande o del equipo de moda, es de su equipo de toda la vida. Los estadios están llenos y la afición no va al campo a insultar a los jugadores contrarios o a meterse con el árbitro. Ir al fútbol es un rito que invita a seguir al equipo allí donde juegue o acercarse al estadio un par de horas antes del partido para tomarse unas pintas.
En los estadios ingleses se socializa. Sí, se bebe, pero ya se acabaron los tiempos horribles del hooliganismo, cuya existencia quizá tenga poco que ver con el fútbol y mucho con el racismo y las desigualdades sociales de la Inglaterra de la época. En los estadios ingleses se bebe pero las normas son iguales para todos: nadie puede beber y ver el partido al mismo tiempo. O una cosa o la otra. En España, en cambio, los hinchas tienen prohibido beber alcohol (un paternalismo que choca con la tendencia a crear grandes espacios de recreo en los estadios para atraer al aficionado), pero en el palco de autoridades sí que se puede.
El hecho diferencial de los cánticos
Eso puede parecer anecdótico, pero está en el corazón de la manera de sentir el fútbol en Inglaterra: igualdad. Es decir, fair play. Por eso no es sorprendente que hayan sido los seguidores de los equipos que se iban a lucrar con la Superliga los primeros que se han levantado en su contra: porque beneficiaba a unos pocos y perjudicaba a los demás. Es el mismo sentimiento que hace que los hinchas no vayan al estadio a silbar al rival, sino a cantar. Cantar para animar a su equipo, para celebrar victorias, para consolarse en las derrotas… o para burlarse de los hinchas rivales.
Los cánticos son un hecho diferencial del fútbol inglés. Es profundamente deprimente comparar ese ambiente espontáneo con las artificiales gradas de animación continentales, impulsadas para crear atmósfera en televisión y de paso acallar los silbidos en los días malos, y que están acabando con una de las armas más poderosas que tiene una hinchada para expresar su decepción por lo que está viendo: el silencio.
Por eso en Inglaterra no se reclama falta cada vez que se cae al suelo un jugador propio y lo que más desprecia un aficionado son los piscinazos. Y quizás también por todo eso, Stamford Bridge es propiedad de los seguidores del Chelsea y no del club; los hinchas del United crearon un club alternativo (FC United of Manchester) cuando los Glazer lo compraron en 2005, y Pep Guardiola consideró “un placer” jugar un partido de Copa en campo del Cheltenham aunque sus jugadores tuvieron que cambiarse en el bar: “Nos cambiábamos en el bar cuando éramos niños y jugábamos encantados”. “Lo único que le pido al Cheltenham es que no dejen cervezas en el bar antes del partido”, bromeó entonces el primer entrenador de la Premier que estos días se atrevería a renegar de la Superliga.
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