Sin público, pero como dos gotas de agua
En el regreso de LaLiga, la mayoría de los equipos se parecieron a la versión que conocíamos de ellos antes del cerrojazo de la competición

LaLiga regresó sin el esplendor ambiental de los hinchas en las gradas, pero con un enorme impacto significativo. No hace tanto del pico de la pandemia, cuando el abatimiento, el miedo y la desesperanza impedían pensar en la vuelta del fútbol. Parecía sideral la distancia a recorrer entre el confinamiento estricto y la posibilidad de retomar el campeonato, con 110 partidos por disputar y la apocalíptica realidad que se cernía sobre un país que cada día contaba sus muertos por centenares. Sigue el miedo y permanece el virus, pero 42 equipos de Primera y Segunda División ya han comenzado a descontar jornadas. Quedan 10 por delante. Costaba creer que se celebraran. Cuesta creer que no se disputen.
Suele decirse que cada campeonato es un compendio de peculiaridades que definen una identidad futbolística. La comparación entre la Bundesliga, pionera en el retorno, y LaLiga era inevitable. Interesaba saber el grado de eficacia en el regreso y los matices diferenciales entre dos de los torneos más prestigiosos de Europa. En términos operativos, los dos campeonatos han funcionado como un reloj. No se ha producido ningún error reseñable —la excepción fue el intruso de Mallorca— y la atención a los detalles ha sido máxima.
LaLiga ha salido de la primera jornada mejor de lo que entró. Cualquier incertidumbre está menos relacionada con el fútbol que con el nuevo paisaje que se dibuja. Sin vacuna es imposible predecir el comportamiento del virus en un escenario que pasará de los estrechos márgenes de los domicilios a la inminente apertura de fronteras. Es un salto inquietante, de escala gigantesca, extremadamente difícil de gestionar.
En el estricto capítulo futbolístico, LaLiga se pareció a lo que pensábamos de LaLiga. Los dos portaviones —Barça y Real Madrid— marcaron diferencias con facilidad, a pesar de las distracciones que cometieron. Como ocurre con el Bayern en Alemania, la ausencia de espectadores será más problemática para sus rivales. La otra similitud con la Bundesliga ha sido el grueso número de errores defensivos, especialmente entre los porteros. Varios partidos produjeron escenas inauditas en guardametas de trayectoria más que acreditada. Ha ocurrido en Alemania y se repitió en España. Se avecinan teorías de todo tipo.
Las diferencias con la Bundesliga han sido más numerosas que las coincidencias. Con un par o tres de excepciones, visto un equipo alemán, vistos todos. Es un campeonato vistoso por sus alegres transiciones y un notable desbarajuste defensivo. Hay poca pausa y, en general, escasa astucia. Cualquier que estuviera atento al Granada-Getafe, por poner un ejemplo de la primera jornada española, creería que estaba en otro planeta: tacticismo, dureza y ni un gramo de ingenuidad.
LaLiga es un compendio de variedad, de una gran amplitud de estilos. La mayoría de los equipos se parecieron a la versión que conocíamos de ellos antes del cerrojazo de la competición. El Madrid y el Barça gobiernan, pero son tolerantes con sus rivales, por pequeños que sean; Osasuna jugó con la vibrante convicción que le caracterizaba; la Real confirmó su incomodidad frente a equipos agresivos; al Eibar le faltan jugadores de talento, pero le aguanta su personalidad; el Sevilla tiene el empaque colectivo que le falta al Betis; el Atlético especula más de la cuenta; el Valencia no acaba de definirse y sufre los desastres de sus centrales; el Levante es rápido y siempre quiere correr, parece alemán; el Celta es incapaz de agrupar sus individualidades y se escurre hacia el descenso. Fue raro el equipo que se escapó al perfil que le conocíamos antes del golpazo del virus. Sin público y sin casi preparación, el regreso de LaLiga nos remitió a su anterior normalidad.
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