“No sabía que era epilepsia, no le di importancia”
El galés Jonathan Thomas, retirado del rugby tras sucesivos golpes en la cabeza, pide educar a la nueva generación sobre los síntomas de la enfermedad


¿Qué equipo acaba de sacar de touch? ¿Qué ha señalado el árbitro hace un minuto? Las preguntas que se hace Jonathan Thomas no encuentran respuesta. La parte consciente de su cerebro está apagada. Se siente mareado, como si estuviera soñando, repasando diapositivas en forma de déjà vu. Sigue corriendo y placando porque el duro golpe que ha recibido en la cabeza no le ha dejado inconsciente, pero eso no significa que no haya riesgo. “Si me golpean, me levanto. Es el pensamiento que siempre ha tenido mi generación, pero estar en el campo a cualquier precio es una mentalidad de gladiadores”, subraya Thomas, ganador de dos Grand Slams del Seis Naciones con Gales y forzado a retirarse el pasado verano por los efectos de su epilepsia, resultado de golpes reiterados en la cabeza.
Thomas no se considera un imprudente. “No sabía qué eran esos síntomas y estaba bien físicamente, así que no le di importancia”, explica el galés, tan analítico con el presente como optimista con el futuro. “Los jugadores no entienden el riesgo. Los hay muy honestos con los servicios médicos, pero la mayoría hace todo lo que puede por no dejar un partido importante. Esto está cambiando porque hay más atención. Si se les informa desde jóvenes sobre los efectos secundarios, podrán tomar una decisión razonada. Los problemas de esta generación no tienen por qué ser los de la siguiente”.
El flanker evita cualquier interpretación errónea. “El rugby es un gran deporte y animo a cualquiera a jugar porque los beneficios superan con mucho a los riesgos. Solo hay que educar a los jugadores para que sepan cuándo salirse a la banda”. Una semana después de que más de 70 expertos británicos pidieran eliminar el contacto en las escuelas, Thomas, de 33 años, no se muestra partidario de la medida.
Empezar tarde es peligroso
“Los niños quieren placar desde los seis años, si no pueden hacerlo hasta los 18 perderán la ilusión. Además, si empiezan poco a poco, pueden progresar de una manera segura en el contacto. Sería mucho más peligroso empezar tan tarde”. Sí sugiere un cambio en los fundamentos. “De los nueve a los 11 años se pone demasiado énfasis en correr y placar, mientras que en Nueva Zelanda se les pide que corran al espacio, pasen el balón y desarrollen sus habilidades. Ese debe ser el camino”.
“La medicación me hizo más irascible”
Jonathan Thomas, después de que le diagnosticaran una epilepsia, siguió en activo una temporada más, pero la fuerte medicación para rendir sobre el césped le agotó fuera de él. “Yo era una persona muy tranquila, pero la medicación me hizo mucho más irascible en casa. Si los niños hacían mucho ruido tenía que ir a una habitación oscura y silenciosa. A veces mi familia tenía que irse una semana a Gales para que yo pudiera descansar”. Tenía problemas para dormir, con sueños repetidos hasta la saciedad, así que su neurólogo le aconsejó que se retirara de la práctica del rugby. “Aquel día una parte de mí estaba destrozada porque mi carrera había terminado, pero otra se sintió aliviada de que todo ese sufrimiento hubiera acabado”.
Fue en su primer partido contra Nueva Zelanda, en el Mundial de 2003, cuando Thomas se hizo un nombre. “Muchos temen a los All Blacks y les ponen en un pedestal. Yo era tan joven e ingenuo que simplemente di lo mejor de mí mismo”. Aupado por aquel torneo, se convirtió en un fijo en la selección los siguientes ocho años. Terminada su carrera el XV del Dragón, el flanker jugaba en Worchester (Inglaterra) cuando le diagnosticaron la epilepsia en 2014.
Thomas se muestra agradecido de llevar una vida normal. La medicación le ha evitado padecer ataques que le dejaran inconsciente, apenas sufre lo que llama “mini-convulsiones”. Sin la exigencia deportiva, ha reducido su dosis y se congratula de la mejora en su carácter: “Me parezco más a mi antiguo yo”. Se muestra decidido a seguir vinculado al rugby y le gustaría entrenar el próximo curso.
Su gran obstáculo son esas pérdidas de memoria a corto plazo que empezaron a producirse en los partidos. “Cuando era capitán y tenía que hablar al equipo, confiaba en mi memoria. Ahora, cuando hablo en público siempre llevo notas por si me olvido de algo”.
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