Antoni Ramallets, ‘o guapo goleiro’
El portero fue la expresión del fútbol de un tiempo en el que los colores del equipo no eran una anécdota


Un tiempo de ayer. Antonio Ramallets Simón fue la expresión del fútbol de un tiempo en el que los colores del equipo no eran una anécdota: eran una categoría teñida de blaugrana, un referente único e intangible, como el verde british del Lotus del Clark de primeros de los 60 o el rosso de Maranello.
A pesar del halago, rechazó lo de “gato con alas” que le puso aquel procurador franquista por Córdoba que respondía al nombre de Matías Prats Cañete, un cursi y embelesado locutor siempre henchido de color blanco. Mejor lo de la prensa carioca del Mundial del 50: O guapo goleiro, de la catedral del Maracaná, que fue el portero de la memoria de tantos chicos de barrio de la Barcelona de los años del cólera, que en los partidos de “calle contra calle”, miraban de encontrar un remedo de jersey negro y unas rodilleras para imitarlo, haciendo un plongeon sobre la tierra de aquellos distritos donde la ciudad de Barcelona perdía su nombre. Una muestra entre tantas: las Casas Baratas de Horta, hoy Can Peguera, entonces, cuando relucían los luceros franquistas, el grupo de viviendas Ramón Albó...
Ir al Camp de les Corts o al Camp Nou y bajar a Barcelona era una quimera. A Ramallets se le conocía por las retrasmisiones de radio donde imperaba la voz y la excelente dicción de aquel doblador de películas que era Miguel Angel Valdivieso. Cuando aparece la televisión únicamente en algunos bares se podía ver algún partido, si el que se había deslomado haciendo palomitas en la calle conseguía que su madre le diese un duro para pagar la coca cola. Así es como algunos fueron testigos de la desgracia de Berna, aquella final de los palos a la portería de Costa Pereira, el guardameta del Benfica.
Mi querido Ramallets, Antoniu, hasta siempre.
Marc Carrillo es catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Pompeu Fabra.
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