La Real sobrevive con golazos
La Real voltea el resultado en los tres últimos minutos a un Málaga (3-2) dormido en los laureles.- Una chilena de Vela, decisiva.
Estaba muerta la Real, acatando las órdenes que dictaba el mariscal de campo Toulalan, auténtico líder de la tropa del Málaga, uno de esos generales que se hacen en el campo. "Muerta matá", que dicen en Andalucía, desordenada, acomplejada incluso, desorientada a pesar de haber acometido la batalla con un estilo más académico, de toque, de mejor invasión del terreno de juego, de más combinaciones y de haberse puesto muy pronto, quizás demasiado pronto, por delante con un autogol de Demichelis, tras un magnífico cabezazo de Agirretxe que desnudó a la defensa del rival. "Muerta matá", con Anoeta suspirando tanto que no le daba tiempo ni a gritar, aunque olía a despedida del entrenador, Philippe Montanier, cuando Rondón, primero, de cabeza, y Seba, después, desde el suelo en un error monumental de Mikel González, voltearon el marcador.
R. SOCIEDAD, 3-MÁLAGA, 2
Real Sociedad: Bravo; Carlos Martínez, Mikel González, Iñigo Martínez, Estrada Joseba Llorente, m. 80); Zurutuza (Rubén Pardo, m. 85), Elustondo, Aranburu (Ifrán, m. 76); Vela, Agirretxe y Griezmann. No utilizados: Zubikarai, Ansotegi, Demidov y Mariga.
Málaga: Caballero; Sergio Sánchez (Camacho, m. 86), Demichelis, Mathijsen, Monreal; Toulalan, Duda; Cazorla (Apoño, m. 63), Seba, Isco; y Rondón (Van Nistelrooy, m. 74). No utilizados: Rubén, Welligton, Portillo, Buonanotte y Juanmi.
Goles: 1-0. M. 10 Centro de Estrada, cabezazo a placer de Agirretxe al larguero y el balón da en el pecho de Demichelis y se cuela. 1-1. M. 20. Centro de Isco y cabezazo de Rondón. 1-2. M. 58. Mikel González se duerme y Seba marca casi desde el suelo. 2-2. M. 88 Chilena de Carlos Vela. 3-2. M. 91. Ifrán, en el área pequeña
Árbitro: Turienzo Álvarez. Amonestó a Sergio Sánchez, Monreal, Isco, Griezmann e Ifrán.
Unos 22.000 espectadores en Anoeta.
El Málaga se había apoderado del territorio y olía a funeral en Anoeta, por el juego discreto y por el indiscreto resultado que conducía a la Real de nuevo a las galeras de la Liga. Pero las velas del anunciado funeral esta vez fueron blancas, o mejor morenas, por ese tono de piel del mexicano Carlos Vela, que se inventó una chilena magnífica, poderosa, bien dirigida, violenta, tras acomodarse de espaldas un balón con la cabeza. Bien es verdad que la defensa del Málaga había demostrado su fragilidad desde el calentamiento previo al partido. Pero el gol del mexicano fue de una belleza singular, cuando el Málaga tonteaba con el balón y con el tiempo y cuando Pellegrini hacía cambios para restarle minutos al cronómetro. Todo el ejercicio espectacular de Toulalan se vino abajo como quemado por esa pierna volando al viento y ese impacto brutal que Caballero no llegó ni a ver por dónde de su portería se colaba.
La Real entendía que el fútbol volvía a premiarle en su agonía, como una semana antes lo había hecho con aquel magnífico gol desde su campo de Íñigo Martínez frente al Betis. Pero la cajita de música del fútbol era una muñeca rusa que escondía más muñecas. Y cuando celebraba aquel premio a su bombeo del balón (ya jugaba con cuatro delanteros y le pegaba al balón con la rabia del miedo), apareció Ifrán para marcarse un ejercicio de frialdad en el área, en tiempo de descuento, más propio de la URSS de Lobanovski que de la Real de Montanier. Y el Málaga mirando al infinito sin saber si llovía o hacía sol, si estaba en San Sebastián o en Marte, si todo era un sueño y el partido había concluido dos horas antes. La Real no se extrañó. Por la razón que sea, la Real se ha acostumbrado a los finales inesperados. Ya van dos (y seis puntos), pero le convendría no seguir jugando con el fuego. No siempre hay velas blancas. O morenas.

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