El Atlético no sabe ganar al Madrid
Mista adelanta a un buen Atlético, Raúl aprovecha un genial pase de Guti para empatar y Sergio Ramos es expulsado
El Atlético desperdició una gran ocasión para vencer al Real Madrid en el Santiago Bernabéu y desprenderse de esa maldición que le impide ganar un derbi desde la temporada 1999/2000. Será difícil que los rojiblancos se encuentren otro partido con tantas opciones de imponerse al Madrid.
El inicio del choque dejó claro que el Atlético no acudía al Bernabéu como víctima. Al menos ahí se nota la mano de Javier Aguirre, que ha logrado cambiar la mentalidad de un grupo que acostumbraba a salir acomplejado contra el Real Madrid.
El Atlético se lo hacía pasar mal a un Madrid descompuesto y que sufría muchísimo en defensa, tenía el partido controlado y mandaba en el marcador casi desde el inicio gracias a un tanto de Mista después de una buena combinación con Torres y Maxi, que dejaron en evidencia a toda la zaga blanca. Con el resultado a favor el Atlético se movió a placer y tuvo ocasiones para sentenciar, la más clara un mano a mano de Maniche con Casillas. El portugués hizo lo que parecía más difícil y mandó el balón por encima del larguero.
Con el resultado en contra, el Madrid quedó en evidencia y comenzó a verse superado en todas las líneas. La realidad nos invita a pensar que el verdadero Madrid está más cerca de lo que se vio contra el Atlético que de lo que algunos quisieron ver frente al Dinamo de Kiev. El técnico del Atlético, Javier Aguirre, le ganó el duelo táctico a su colega del Madrid, Fabio Capello. El mexicano fue mucho más hábil, movió mejor sus piezas y aprovechó mejor sus recursos.
Maniche ocupó el puesto de Costinha en el centro del campo, con lo que el equipo mantuvo su nivel de entrega y ganó alguna idea, y Mista aportó velocidad a un ataque en el que volvió a naufragar Torres. Las pobres actuaciones del Niño contra el Madrid sobrepasan lo futbolístico y si alguien se atreve a estudiar las causas debe ser un psicoanalista. Aguirre ordenó una presión que ahogó al Madrid, donde Emerson volvió a dejar claro que no tiene sitio en este equipo, y hasta que emergió la figura de Guti el control del centro del campo y con ello del choque perteneció al Atlético.
Capello desperdició la banda derecha, al volver a situar en el lateral derecho a Mejía, superado por sus rivales con relativa facilidad, y por delante a Raúl, con lo que el peso de esa banda en ataque fue nulo. El italiano mandó a Reyes a la izquierda, a su zona natural, pero el sevillano no desbordó como se esperaba y no aportó el desborde y los centros que siempre se esperan de él.
Sin embargo, todo cambió poco después de la media hora. Un genial pase de Guti fue convertido en gol por Raúl, que celebró el tanto con rabia, señalando su nombre y su número en la espalda. Fue la mayor aportación al encuentro del capitán madridista, que no marcaba en Liga desde octubre de 2005.
El Atlético acusó en exceso el golpe y se vio arrinconado por el Madrid, que pasó a controlar el choque, más por empuje que por juego, e incluso pudo irse con ventaja al descanso. Van Nistelrooy fue incapaz de batir a Leo Franco en un mano a mano.
En el segundo tiempo se abrieron los espacios, pero el músculo fue ganando espacio al fútbol y las ocasiones se generaron más por los errores defensivos que por los aciertos de los atacantes.
El empate parecía dejar más satisfecho a Capello que a Aguirre, sobre todo desde la expulsión de Sergio Ramos, que no siempre mide bien y vio una segunda amarilla que debió haber evitado. Las intenciones del técnico italiano quedaron claras cuando después de la expulsión de Ramos retiró a Reyes para dar entrada a un defensa como Raúl Bravo y poco después sustituyó a Guti, el mejor de los blancos, por Beckham. La salida posterior de Ronaldo por Van Nistelrooy sólo sirvió para hacer reaccionar al público, pero para nada más.
Aguirre jugó su última baza con Agüero, que creó más de un quebradero de cabeza en la dubitativa defensa del Madrid y pudo dar la victoria al Atlético con un disparo fuerte y colocado. Apareció la mano de Casillas, como siempre, para dejar todo como estaba.

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