Meterse en la piel de otra: la rehabilitación a través del teatro
La compañía Yeses surgió hace 40 años para que las presas aprendieran algo más que teatro e interpretación. Se trataba de adentrarse en otras vidas. Gracias al empeño de la funcionaria de prisiones Elena Cánovas, más de mil reclusas se han redescubierto sobre los escenarios

La funcionaria de prisiones Elena Cánovas le propuso a una de las reclusas que dejara la droga y la supliera con la interpretación. Al tiempo, la mujer le respondió con su jerga: “Me he enganchado al teatro, me ha comido la cabeza”. Cánovas creó el grupo de teatro Yeses hace 40 años con ese propósito: que las internas redirigieran su vida. “Las desprendemos de ese infantilismo que a veces se les impone. Cuando entran en el salón de actos, salen de la cárcel. Es liberador”, sentencia Cánovas (72 años, Madrid). Desde sus inicios, la compañía ha pasado por la cárcel de Yeserías —de ahí su nombre—, la prisión de Carabanchel Mujeres y en la actualidad se encuentra en el Centro Penitenciario de Madrid I Mujeres en Alcalá de Henares.
Cánovas ha enseñado los intríngulis tras las bambalinas a más de mil reclusas: “Han perdido la libertad que, como dice el Quijote, es el don más preciado que nos dieron los cielos. Es fácil que se depriman, por eso les damos una herramienta para pelear por su vida”. Muchas presas comienzan movidas por la curiosidad, incluso por pura frivolidad. “Es una fiesta de luz, diversión y disfraces, frente a una rutina que es rígida”, cuenta. Cuando se suben al escenario, esas primeras impresiones mutan. “Toman conciencia de otras vidas y otros problemas”. Al montar la obra, las mujeres sufren una metamorfosis: aprenden a trabajar en grupo en un ambiente democrático donde cada personaje cobra valor, cultivan la paciencia y desarrollan la tolerancia ante el fracaso. No solo crecen profesionalmente; al ver de lo que son capaces, mejora su auto percepción, explica Cánovas.
Cuando entran en el salón de actos, salen de la cárcel. Es liberadorElena Cánovas, dramaturga y fundadora del teatro Yeses
El primer telón que se cerró
Cuando comenzó en 1985, ilusionada por la nueva Ley Penitenciaria, Cánovas se encaró con una profesión en la que sus funciones eran vigilar y abrir partes. Su desilusión la llevó a aportar algo nuevo: estudió Interpretación y Dirección Escénica en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid (RESAD) y pidió a la directora que le dejara armar un grupo de teatro. Inspirada por pensadoras como Concepción Arenal o Victoria Kent, estaba decidida a humanizar las cárceles.
En los 80 muchas venían deterioradas por las adicciones, y el teatro les supuso una transformación psicológica. “No es lo mismo que un taller ocupacional o de costura, aquí aportan mucha implicación emocional y física”, cuenta. Las reclusas comenzaron a participar en eventos, actuaban dentro del centro en la víspera de Navidad y en la Fiesta de la Merced, patrona de las cárceles.

De sus ejercicios e improvisaciones surgió Balada de amor, donde contaban qué vida llevaba cada una antes de ingresar, incluido el diálogo que tuvieron con el juez y su sensación de desvalimiento. También crearon Mal bajío, una obra atrevida sobre la vida en la cárcel, con un lenguaje descarnado. “A través de los textos se percibe el crisol de culturas que conviven en el grupo”, puntualiza Cánovas sobre la confluencia de nacionalidades y procedencias.
Han contado con el apoyo de administraciones como la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM) y de instituciones como Reale Foundation y el proyecto Cultura con impacto de Reale Seguros. La fundación financia dos giras de teatro al año por las distintas localidades de la Comunidad de Madrid. Asimismo, Reale ayuda en la promoción para la participación del teatro Yeses en grandes citas culturales como el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro.
Estos impulsos y su compromiso han llevado al grupo Yeses a escenarios de la talla del Teatro Pavón, el Español o el Albéniz. “Hemos llegado a llenarlos hasta arriba, hemos vivido momentos intensos y emocionantes”, rememora Cánovas. Y han colaborado con actores profesionales, como Jaime Blanch, Manuel Galiana, Juan Luis Galiardo o Loles León. La comunicación de las actrices aficionadas y los profesionales experimentados generó sinergias, como cuenta la portavoz: “Ellos tenían el oficio, ellas la espontaneidad”.
El teatro que remueve y reubica
Con los nervios en la garganta, algunas reclusas de la cárcel madrileña de Yeserías salieron por primera vez en 1988 para actuar en el Centro Cultural de la Elipa para participar en el certamen de la II Muestra Cultural del Mundo laboral organizado por la Unión General de Trabajadores de España (UGT). Cuando llegaron, el edificio estaba acordonado. Ellas entraron por la puerta franqueadas por policías recelosos que no querían ni quitarles las esposas. Cánovas tuvo que intervenir para que les liberaran las manos. Las mujeres presentaron el alegato antibélico Pic-nic, de Fernando Arrabal. A la salida, esos mismos hombres las felicitaban, asombrados. Provocaron tal entusiasmo que la mirada sobre ellas se transformó.
La anécdota la relatan algunas protagonistas en el documental Yeses (2018), disponible en la plataforma Filmin. Cánovas explica que en ese testimonio visual se percibe la difícilmente recreable sensación de adentrarse en una cárcel; se escuchan estruendos de las rejas al bajar, la cámara apunta a la mirada de las mujeres, recoge cómo aprenden a cantar tras mucha repetición. “Hay mucho desconocimiento sobre estos lugares”, lamenta.
Algunas reclusas actuaron por primera vez fuera de prisión en 1988, y entraron al teatro esposadas y custodiadas por policías
También participan algunas mujeres que pasaron por el teatro Yeses y que luego continuaron su vida. “Muchas se emocionan por lo que la actividad supuso para ellas”, apunta la funcionaria de prisiones. Allí se aclimataron para retomar o comenzar de nuevo. “Algunas chicas están allí por no saber convivir, por faltas en sus primeros años. Llevan unas vidas muy azarosas y siempre hay que hacer esa reflexión de: ¿Qué haría uno en esas circunstancias difíciles?”, relata.
Ella defiende el artículo 25 de la Constitución, que recoge que las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social. Cánovas cree en la fuerza transformadora del arte: “Cuando las veo actuar, me sorprendo, río y lloro, y eso que he ensayado con ellas las obras. Yo misma cambio gracias al teatro”, admite.