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El arte de convertir un barrio humilde en actor protagonista

Mujeres de todas las edades se reúnen semanalmente para aprender a actuar en su barrio, Palma-Palmilla, uno de los más humildes de Málaga. Gracias al proyecto educativo Acto Reflejo, con la ayuda de Reale Foundation, el grupo expresa su visión del mundo, se redescubre, juega con su creatividad y aprende de profesionales como los actores Carolina Yuste, Martiño Rivas o María Valverde

En esta primera edición de 'Acto Reflejo' el grupo lo conforman 17 personas de varias generaciones, con edades que van desde los 14 a los 70 años.

La improvisación permitió a un ama de casa de 70 años atreverse a lo impensable: cantar, bailar, lucir su vis cómica. Le dijo a su profesor que era la primera vez que le ocurría, que “algo se había apoderado de ella y que se sentía plenamente feliz”. Cuando Ignacio Mateos, creador de la compañía Producciones Almargen, escuchó la frase de su alumna, constató que el teatro cambia vidas. Es, de hecho, el propósito de su proyecto educativo Acto Reflejo: transformar Palma-Palmilla, un barrio vulnerable de su Málaga natal.

Con una de las rentas medias anuales más bajas de España (en 2023 estaba en el noveno puesto, con una cifra de 7.640 euros anuales), los vecinos han tenido que enfrentarse al estigma, “pretendemos dejar claro que sí importa donde naces. Todo el mundo tiene posibilidades, pero no es igual si creciste en el centro de Málaga o aquí”, declara el malagueño Mateos, de 46 años. De ahí el nombre Acto Reflejo: “Es aquel movimiento instintivo, pero también aprendido, que surge cuando se menciona Palma-Palmilla”. La gente suele dar un paso atrás. “Y nosotros queríamos darle una vuelta a ese rechazo”, a través del taller que lidera junto al poeta Cristian Alcaraz y gracias a la ayuda de la Fundación Reale, que cumple el compromiso de Reale Seguros con la sociedad. Concretamente, en su programa Cultura con impacto pone en valor y da visibilidad a proyectos que utilizan el poder transformador de la cultura en tres ámbitos clave: la salud, la inclusión social y la generación de empleo.

Los coordinadores del proyecto Cristian Alcaraz (izquierda) e Ignacio Mateos ayudan a algunas alumnas durante un ejercicio.

En esta primera edición el grupo lo conforman 17 personas ⎯todas mujeres y un único hombre, por eso tratan al grupo en femenino⎯, con edades que van desde los 14 a los 70 años. “Se trata de adolescentes, gente en paro, viudas, casadas; de Camerún, Marruecos, Colombia, España... Representan la multiculturalidad de este barrio y esta ciudad”, describe Mateos. Ellas, criadas en tan dispares generaciones, se han reunido durante tres horas cada lunes para elaborar una obra sobre su identidad, el amor, los miedos... Aquí hubo un barrio se representará el 14 de junio en la calle de Palma-Palmilla, a la vista de quien quiera acercarse a estas realidades.

La propuesta de Mateos es una suerte de máster para personas con menos recursos, que también funciona como “una red de cuidados” artística. Para trazarla, cuenta con charlas de actores como Carolina Yuste, María Valverde o Martiño Rivas. También otros profesionales de la industria, como la directora escena, dramaturga y arte-educadora Lucía Miranda, quien trabaja con diversas comunidades en The Cross Border Project; y otros personajes locales, como el artista plástico Ernesto Artillo o el director Chiqui Caravante. La clave es alejarse del “voluntariado condescendiente”: “Son profesionales trabajando sin jerarquías”, defiende el portavoz del proyecto, que también cuenta con el apoyo del Ayuntamiento de Málaga. De esta forma, las oyentes humanizan a sus referentes gracias a sus anécdotas, y descubren que han atravesado una vida también compleja.

‘Acto reflejo’ funciona como una red de cuidados artística en la que han participado actores reconocidos como Carolina Yuste, María Valverde o Martiño Rivas

Mirar al cielo... de un teatro

El acercamiento entre Acto Reflejo y los vecinos de Palma-Palmilla se produjo poco a poco. Mateos, que había vivido y trabajado como actor en ciudades como Madrid y París, decidió que lo primero era preguntarles qué necesitaban. “Respondieron que nunca les habían lanzado ese interrogante, pero que la gente siempre llegaba, hacía algo y luego se iba. Por eso, pidieron permanencia”, recuerda. Tras un año de visitas a la zona, encuentros con asociaciones, dinamizadores y vecinas, empezó a funcionar el boca oreja. “No queríamos que nos sintieran como extraños”, explica Mateos.

También paulatinamente el teatro ha ido transformando a las participantes. “A veces, al enfrentarse al estigma, vives con violencia contenida y puede erradicar en otros comportamientos. Con la creatividad lo afrontas de una manera más constructiva”, define.

El teatro ha permitido a las participantes enfrentarse a los estigmas y afrontarlos de una manera más constructiva, con creatividad.

Pero aquello no sería posible sin su esfuerzo por presentar el aula como un lugar seguro. “Tienen libertad, pero sobre todo tienen un espacio para el error”, apuntala. El entorno es propicio para trabajar en lo que se llama teatro documento, basado en hechos reales a través de palabras recogidas en diferentes dinámicas. Por ejemplo, parte de Aquí hubo un barrio surgió de una improvisación de las adolescentes. El ejercicio comenzaba con imaginar que descansaban en una silla fuera de casa mientras charlaban sobre el amor. Con Cristian Alcaraz (el poeta) proponían bifurcaciones sobre sus formas; la amistad, los padres, los romances... Luego repitieron con unas mujeres mayores, cuya visión era completamente diferente. Por último, sentaron a todo el grupo, y ahí encontraron “algo más que un coloquio”. “Asistimos a un diálogo entre diferentes generaciones”, recuerda el director.

Tienen libertad, pero sobre todo tienen un espacio para el error
Ignacio Mateos, creador de la compañía Producciones Almargen

La cultura ha llegado a estas actrices aficionadas no solo por la reflexión que despierta en ellas o por su propia capacidad de crear. Gracias a este proyecto, la concejalía les brindó un palco en el Teatro Cervantes de Málaga. “Algunas alumnas jamás habían estado en un lugar así”, narra el portavoz de Acto Reflejo. Una de esas chicas no podía dejar de mirar el techo, en el que los trazos de los artistas Bernardo Ferrándiz y Antonio Muñoz Degrain retratan el resplandor de la ciudad de mediados del siglo XIX. “Le costaba creer dónde estaba”. Ese día, en la función, alguien se emocionó antes incluso de la apertura del telón.

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