Ir al contenido
_
_
_
_

Javier Gomá, el filósofo mundano: “No estoy tan lejos de María Pombo. Leer libros no nos hace mejores”

Una de sus obras más vendidas, ‘Filosofía mundana’, está siendo representada en Nave 10, en Matadero Madrid. También acaba de publicar ‘Fuera de carta’, un inventario de brevísimos ensayos que invitan a reflexionar sobre la vida. “Somos parecidos a los ángeles, pero con un destino parecido al de las polillas”, afirma.

Martín Bianchi

A Javier Gomá Lanzón (Bilbao, 60 años) le preocupa que la gente no lea más filosofía, pero entiende perfectamente por qué su disciplina de estudio no es muy sexy para el gran público. “La culpa es de la propia filosofía, que ha intentado erróneamente parecerse a la ciencia utilizando un lenguaje codificado, austero, áspero y poco literario”, reconoce el filósofo, escritor y director de la Fundación Juan March. Sus libros, en cambio, son cercanos, profundos y a la vez ligeros, y hasta divertidos. “Mi filosofía es mundana porque habla sobre el mundo, para todo el mundo y con un poco de mundo”, dice. Filosofía mundana (Galaxia Gutenberg), su compendio de microensayos sobre la vida cotidiana -el amor, la dignidad, la belleza- ya va por la séptima edición y se representa hasta el 20 de diciembre en el teatro municipal Nave 10, en Matadero Madrid. La obra, dirigida por Luis Luque, parte de una premisa: cualquiera puede ser filósofo porque filosofar es interpretar el mundo. Si alguien se queda con hambre de más Gomá, también acaba de publicar Fuera de carta, un inventario de brevísimos ensayos en los que reflexiona sobre Platón, Kant, Ortega y Gasset o Bad Bunny.

Pregunta. Afirma que no existe “un sentido de la vida”. ¿Entonces qué hacemos?

Respuesta. Durante milenios, y hasta el siglo XVIII, todos compartíamos una misma interpretación de la vida: la verdad estaba en el todo. Tú te colocabas en algún puesto del cosmos y trabajabas para la belleza, la verdad y la magnificencia de ese cosmos en su conjunto. Con la modernidad, el individuo reemplaza al cosmos. ¿Y qué le pasa al individuo? Comprende asombrado que posee una dignidad infinita y en ese sentido hay un gran orgullo de individualidad. Nada hay superior al yo. Pero el individuo también descubre otra cosa: que ese yo, dotado de dignidad infinita parecida a la de los ángeles, está destinado a morir. Convivimos con algo inmenso: una dignidad de origen y una indignidad de destino. Somos parecidos a los ángeles, pero con un destino parecido al de las polillas. Así nace el problema del sentido de la vida, un problema relativamente reciente en la historia de la humanidad. Por eso digo que el sentido de la vida como tal no existe. No es como la fórmula de la Coca-Cola, que está guardada bajo llave en algún sitio.

P. Nunca antes en la historia habíamos tenido tanta conciencia sobre la dignidad humana, pero ahí están las guerras en Gaza, Ucrania… La vida sigue sin valer nada. ¿En qué fallamos?

R. Vivimos en el mejor momento de la Historia. Somos los mejores de toda la Historia, pero estamos cabreados. Eso es una rareza. Ser modernos es estar insatisfechos. La insatisfacción es inherente al ser humano. ¿Cómo no vamos a estar insatisfechos si tenemos conciencia de que tenemos una dignidad de ángeles y un destino de mosquitos? Pienso que han disminuido drásticamente los actos contra la dignidad humana, pero se ha multiplicado el asco. La mayoría de la gente se queda con el asco, pero no se da cuenta de que ese sentimiento es muy creador porque representa la concesión de una dignidad a individuos que antes no la tenían.

P. ¿El auge de la extrema derecha no pone en riesgo esa dignidad? Hay partidos que niegan los derechos de colectivos como los inmigrantes o los gais.

R. Somos muy imperfectos, pero los menos imperfectos de toda la Historia. Pero hay malestar. ¿Y qué pasa? Que hay oportunistas que utilizan ese malestar para intentar obtener el poder saltándose los procedimientos. Hay una evidencia: la democracia liberal es un prodigio sin precedentes, es una virguería que ha costado muchísimo tiempo conseguir y que se puede destrozar muy fácilmente. Si la ciudadanía tiene presente esta evidencia, no se va a dejar llevar por los tramposos que buscan el poder fuera de los procedimientos. Pero como la ciudadanía no sea capaz de ver esta evidencia y sea impaciente por el malestar que siente, como se deje engañar por los tramposos, cualquier cosa puede ocurrir, incluso lo peor.

P. Ahora pasamos mucho tiempo frente a las pantallas. ¿Es optimista o pesimista respecto a las nuevas tecnologías?

R. La tecnología es un instrumento moralmente neutro y depende del uso que haga el usuario. En una situación de escasez, un cuchillo te puede servir para matar a alguien por un trozo de pan o también para coger ese trozo de pan y dividirlo por la mitad. La tecnología puede tener una finalidad filantrópica o una destructiva y letal. Pero creo que puede haber un uso civilizado de ella. Se puede utilizar como lo que verdaderamente es, como un mayordomo refinadísimo. Lo verdaderamente fundamental en el siglo XXI no es ser libres sino ser elegantes, entendiendo por elegancia elegir bien, hacer buenas elecciones, hacer buen uso de nuestra libertad. Para mí la tecnología es una bendición: amplía tu libertad y puedes hacer un uso virtuoso y elegante de ella. ¿Qué ocurre? Que no estamos educados sentimentalmente para las nuevas y abrumadoras innovaciones. A veces pongo este ejemplo: ¿Qué habría pasado si hace 100 años, en 1925, se hubiera regalado un Lamborghini a todo el mundo? Se habrían estrellado todos. Ahora ocurre eso: nos han regalado un Lamborghini sin habernos educado para hacer un buen uso de él. No me llames optimista porque no acepto esa etiqueta, pero estoy seguro de que todo esto forma parte de un aprendizaje colectivo y que acabaremos haciendo un uso razonable de las nuevas tecnologías, como hacemos con los coches.

P. ¿Qué opina de la Inteligencia Artificial?

R. Estoy totalmente a favor de ella. A mí me encanta. Le hago muchas consultas. Ahora, te digo una cosa, prefiero darte todos mis contactos de WhatsApp a permitirte que conozcas mis consultas a ChatGPT. No tengo nada que ocultar en mi WhatsApp pero las consultas a la IA son reconocimientos y proclamaciones públicas de mi ignorancia. Los resultados de la IA no son totalmente fiables, pero uno ahorra un tiempo extraordinario. Yo la comparo con un mayordomo. Nos libera de tiempo para ser más creativos. No soy apocalíptico ni alarmista. La IA puede hacer un Rubens perfecto, pero nunca podrá hacer un nuevo Rubens.

P. Habla del concepto de la “hiperopinión”, del “síndrome del micrófono”. Hoy todos opinamos sobre todo. ¿Eso es bueno o malo?

R. Yo divido la cultura en tres etapas: minoría selecta, mayoría vulgar y mayoría selecta. Desde el origen de los tiempos hasta el siglo XX estuvimos regidos por una minoría selecta. Es decir, había un grupo pequeño de hombres blancos con derecho a opinar. Ahora estamos en la segunda etapa, la de la mayoría vulgar. La mayoría vulgar es mejor que la minoría selecta, que era discriminatoria y contraria a los principios de igualdad. Que todo el mundo pueda tener un perfil en una red social y una opinión sin perjuicio de su posición en el mundo es un progreso civilizatorio maravilloso y realiza el principio cultural de la igualdad. Esto no significa que todas las opiniones tengan interés. Es más, la inmensa mayoría de las opiniones seguramente carezcan de interés. Se ha ampliado enormemente el numero de personas que participan de la conversación global, pero no la calidad de la conversación. Pero soy optimista. Estamos pendientes de transformar la mayoría vulgar en mayoría selecta.

P. Dice que se puede medir el nivel cultural de un país según la calidad de las conversaciones cotidianas de los ciudadanos. Según nuestras conversaciones, ¿qué nivel cultural hay en España?

R. El nivel es muy bajo. Un problema que ha tenido España, a mi juicio, es la vulgaridad de la clase alta. En España la conversación de las clases altas ha sido muy pobre. Sobre todo, la de los varones. La conversación de los hombres ha sido extremadamente deficiente.

P. ¿Eso ha cambiado?

R. Está cambiando algo. Pero la conversación de los hombres sigue siendo muy mala. Solo hablan de trabajo, fútbol, política y mujeres. Siguen siendo ineptos para hablar de los temas de la vida. Las mujeres, en cambio, sí son capaces de hablar de la vida. Hablan de envejecer, de la salud, de la sexualidad, de las cosas importantes de la vida.

P. Usted siempre hace hincapié en la importancia de leer buenos libros. Hace unos meses la influencer María Pombo dijo que leer no nos hace mejores personas. ¿Qué opina al respecto?

R. No estoy tan lejos de María Pombo. Leer libros no nos hace mejores y te lo dice alguien que ha leído un número desproporcionado de horas. El único libro que me importa es el libro de la vida. Homero, creador de la epopeya más grande de la historia, era ciego y no leyó ni un solo libro. Un pastor de cabras que no ha leído un libro puede haber leído el libro de la vida mucho mejor que un señor que trabaja en un departamento universitario y tiene una biblioteca con 25.000 libros. Pero sí es importante lo que Quevedo llamaba “la conversación con los difuntos”. Hay gente del pasado, con una enorme inteligencia, que ha sabido leer el libro de la vida. Se puede acudir a lo que han escrito esos hombres y mujeres para mejorar nuestra interpretación de la vida. Por eso yo leo.

P. Le gusta filosofar sobre la vulgaridad. En Fuera de carta califica la música de Bad Bunny como “himno de la vulgaridad triunfante”, como una “regresión brutalista de lo espiritual a los orgánico”, como “una canonización de una espontaneidad vulgar en su versión rítmica”. No me queda claro si le gusta o no.

R. Yo lo veo como algo muy bueno. La música de Bad Bunny tiene algo de regresión a cierto primitivismo orgánico, rítmico, casi tribal. Tiene atractivo: es colectivo, es sensitivo, es fácil de retener, casi no hay mediación del lenguaje, crea una comunión sin apenas sofisticación, apela a la espontaneidad del cuerpo, del ritmo del corazón, de la piel. Cuando se besan por primera vez la igualdad y la libertad, nace la vulgaridad. La vulgaridad me parece un clarísimo progreso moral respecto a la minoría selecta del pasado en virtud de la cual había dos dignidades: una minoritaria y otra mayoritaria. Ahora todos somos iguales y libres. Así nace la vulgaridad, que yo defino como la espontaneidad no educada. La música de Bad Bunny es vulgar, pero en un buen sentido. La vulgaridad es señal de un progreso moral extraordinario. Ofende al buen gusto, pero da un tributo a la justicia.

P. Ahora, con el nuevo disco de Rosalía, la película Los domingos y el último libro de Javier Cercas, se habla mucho de un regreso a la religiosidad ¿Este auge de la espiritualidad es real?

R. Nosotros en Europa pensamos que el materialismo, la lucha de clases, la posmodernidad, el posestructuralismo o el woke son fenómenos mundiales, pero no lo son. Desde el punto de vista planetario, no europeo, la espiritualidad nunca ha mermado. Es más, se mantiene o se está incrementando. En Occidente esto no ocurre porque hemos tenido un problema muy grande. Cuando se hicieron las revoluciones liberales, nos emancipamos del antiguo régimen, de los dos principios de autoridad: la autoridad monárquica y la eclesiástica. Gran parte de la modernidad se hizo sobre la base de la condena a esos dos principios. Pero en el resto del mundo, la espiritualidad o bien se mantiene o bien crece.

P. ¿Entonces esta supuesta nueva supuesta espiritualidad en Occidente es puro marketing?

R. En Occidente la espiritualidad estaba excluida del mercado, no vendía. Ahora vende. Que haya coincidido Rosalía con Los domingos y con el libro de Cercas a mí no me dice nada. Son productos de mercadotecnia. Pero sí veo que la izquierda occidental, tradicionalmente poco abierta a lo espiritual, está más receptiva, más abierta. De ahí a darle a estos cuatro o cinco ejemplos que mencionas carácter de cambio planetario, no lo veo. Más bien son vaivenes del mercado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Martín Bianchi
Martín Bianchi Tasso es coordinador de Estilo de Vida en El País Semanal y además colabora con la sección de Gente de EL PAÍS. Fue redactor jefe de la revista ¡Hola!, jefe de Sociedad en Vanity Fair y jefe de Gente y Estilo en Abc.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_