Un retrete de oro y un ‘klimt’, la obra de arte moderno más cara vendida en una subasta, agitan el mercado en Nueva York
Un retrato del pintor austriaco que perteneció al heredero de los cosméticos Leonard Lauder bate récords en Sotheby’s al venderse por 236 millones de dólares


Si el alma pesa 21 gramos… ¿Cuánto cuesta realmente el arte? Es una de esas preguntas tontas sin respuesta que este martes volvió a plantearse en una casa de subastas en Nueva York.
Sotheby’s ofreció a sus clientes la pieza America, un retrete hecho de oro macizo por el artista italiano Maurizio Cattelan, que fue uno de los protagonistas de una velada en la que también se vendió por un precio récord de 236,4 millones de dólares un retrato de Gustav Klimt.
La pintura, toda una rareza, pertenecía a la espectacular colección del recién fallecido heredero de los cosméticos Leonard Lauder, y pasó a la historia como la obra de arte moderno más cara adjudicada en una subasta, marca que hasta ahora ostentaba Les Femmes d’Alger (Versión O), de Pablo Picasso (179,4 millones de dólares).
El precio de salida del inodoro, 10 millones, era el mismo que costaría comprar un retrete hecho con toda esa cantidad del metal precioso, según su cotización hoy en el mercado. Así que el valor del arte tal vez podría resultar de restarle a la puja más alta lo que tendría que desembolsar cualquiera que quisiera hacer sus necesidades sentado en un trono dorado para hacerse con tanta y tan costosa materia prima (102,8 kilos de oro de 18 quilates).
Pues bien: la pieza se adjudicó por 12,10 millones de dólares, así que entonces cabría cifrar en 2,1 millones el valor simbólico de lo que aportó el artista Cattelan, un viejo conocido de la estética de la provocación, que, entre otros logros, consiguió vender un plátano pegado con un adhesivo a una pared por 125.000 dólares en la feria Art Basel de Miami. La ocurrencia se vendió el año pasado por más de seis millones, también en Sotheby’s, en un gesto artístico fue sin duda más rentable.
En las cuentas del retrete también hay que tener en cuenta el momento que atraviesa el mercado del oro: su valor se ha incrementado un 48% con respecto al año pasado, hasta superar los 4.000 dólares la onza en octubre. Un estirón provocado por la incertidumbre de la economía estadounidense.
La pieza fue encargada por su anterior propietario cuando el precio de la onza andaba por los 1.200 dólares. Antes de saber cuál sería el precio final de la puja, el dueño ya había hecho un fenomenal negocio. Como es tantas veces habitual en este negocio, que consiste en que el arte cambie de manos privadas cuanto más públicamente, mejor, la casa de subastas quiso mantener la identidad del vendedor en el anonimato, pese a lo cual, The New York Times desveló la semana pasada que se trata del inversor Steve Cohen, alguien perteneciente a dos exclusivos clubes: el de los milmillonarios, y el de los megacoleccionistas de arte.

America es una serie de tres piezas, de las que solo se han producido dos. La primera se expuso en el Guggenheim de Nueva York en 2016. Su título (Estados Unidos, en español) y el hecho de que se diera a conocer al principio de la primera presidencia de Donald Trump, alguien conocido por su gusto por todo lo que brilla, despertó un enorme interés. El museo, que está en la misma avenida, la quinta, en la que se yergue la torre de Trump en Manhattan, ofreció al mandatario esa obra de arte cuando este pidió el préstamo para la Casa Blanca de un van gogh.
Después, la escultura en cuestión se expuso en Londres, donde fue sustraída. Las autoridades detuvieron a dos personas, pero la pieza nunca se recuperó, por lo que se entiende que fue fundida para poder vender el oro. El encargo de la que este martes se subastó llegó después. Se ve que aquellos ladrones no creían en el valor simbólico del arte.
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