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La RAE marca una defensa cerrada de su independencia

Álvaro Pombo inicia el curso académico con un brillante discurso y Muñoz Machado presenta el ‘Diccionario histórico’ en 10 tomos

Jesús Ruiz Mantilla

Independencia y más independencia… Eso, ante todo. Y, de paso, el inicio del nuevo curso que abrió este jueves la Real Academia Española con un brillante discurso de Álvaro Pombo bajo el título ¿Ha dejado de ser emocionante leer y escribir? o la presentación de un hito que ha costado siglos: los diez tomos del Diccionario histórico de la lengua española (DHLE), publicados por Espasa y financiados por Inditex.

Eran muchas cosas. Todas importantes. Para empezar, la salud de Pombo. Si el escritor no pudo leer su discurso el día en que recibió el Premio Cervantes de 2024 el pasado mes de abril en Alcalá de Henares ante los reyes, este jueves sí se sintió con fuerzas para pronunciar los 12 folios que había escrito: “Que conste que he mejorado en salud bastante”, dijo nada más comenzar a hablar para seguir con un testimonio de compromiso radical con su trabajo: “A medida que envejezco me entran muchas invenciones y no me salen las cuentas”, afirmó. Meditó después sobre la escritura desatada o la vocación que, como a Kafka o a Henry James, le lleva a ser consciente de que todo lo que hace lo encamina a encontrarse bien para escribir.

Habló a gusto, desgranó humor pombiano a raudales pero con ritmo pausado, quizás para relajar la solemnidad que quiso dar antes a sus palabras Santiago Muñoz Machado, director de la institución. Lo hizo para iniciar una nueva temporada y presentar también la nueva obra de la casa, que lleva detrás siglos de intentos fallidos, labores interrumpidas, frustraciones y caídas. El Diccionario histórico ha sido la piedra de Sísifo de la RAE. Por eso quisieron celebrarlo en una colectiva llegada a la cumbre para la que han empujado durante décadas diversos académicos.

Todo un ejemplo de empeño para poner en valor lo que Muñoz Machado no se cansa nunca de repetir: que la RAE es, según él, “la institución cultural más importante de España”. Y que, en gran parte, lo ha logrado gracias a su independencia. Es la palabra que más repitió. De manera machacona, como virtud, sin duda, pero, ante todo, este jueves, a modo de advertencia. ¿Exageradamente?

Tras la polémica que se ha vivido alrededor del último Congreso de la Lengua en Arequipa por el agrio enfrentamiento personal entre el director del Cervantes, Luis García Montero, y Santiago Muñoz Machado, andan los ánimos caldeados. Algunos académicos quisieron ver en algunas palabras de García Montero un aviso de ataque por parte del Gobierno a la autonomía de la RAE. Pero nada hace pensar en ello. Más, si tenemos en cuenta que fue el Gobierno de Pedro Sánchez quien aportó en 2018 cinco millones de euros para salvarlos de la ruina.

Muñoz Machado, nada más ser elegido en 2019, aseguró que la RAE era cuestión de Estado y el ejecutivo alivió una deuda que pesaba desde los recortes precedentes. Después surgieron polémicas sobre el lenguaje inclusivo alentadas desde algunos sectores del Gobierno, como la vicepresidenta Carmen Calvo. De aquellos ecos puede derivarse como respuesta una frase de Muñoz Machado ayer: “A nadie se le ocurre someter el diccionario a capricho gubernamental”.

El director hizo énfasis en una larga historia de tiranteces con el poder. No solo en España, también, ante todo, América, donde, según Machado, “las Academias no siempre han contado con el apoyo de sus gobiernos”. La apertura del curso académico cobraba su simbología. Se ha celebrado desde su creación, en 1713, “salvo algunas interrupciones”. Entre ellas, la Guerra Civil. El conflicto que dio lugar al franquismo y a la expulsión al exilio de varios de sus miembros también tuvo sus rifirrafes cuando los compañeros que quedaban dentro del país se negaron a quitarles sus sillones y sustituirlos por nuevas incorporaciones, como hubiera deseado el régimen.

Otro signo de independencia. No estamos ahí, ni por asomo pesa a que algunos quieran sacarlo de madre. Tampoco en tiempos en los que, según Muñoz Machado, “otros han pensado que las Academias están pobladas de peligrosos conspiradores contra el régimen autocrático y han adoptado medidas para entorpecer su funcionamiento o extinguirlas”. La solidaridad del resto de las academias ha impedido los peores efectos de esas medidas, aseguró. Sobre todo, también, porque, según su director, sigue manteniéndose, dijo, “a una distancia sideral de otros ámbitos, como la política”.

Ese lazo con el resto de las Academias -“una operativa confederada”, dijo Muñoz Machado-, es lo que funciona hoy entre la RAE y la asociación que rige a las demás en el resto del mundo. Así han confeccionado el Diccionario histórico de la lengua española. Los diez tomos que lucieron en verde sobre el escenario del auditorio. Un trabajo que responde en gran parte a lo que diseñó en 1946 Julio Casares. Venían de varios obstáculos y hasta entonces solo contaban con un tomo que se había publicado en 1934 y respondía a un plan elaborado veinte años antes. Casares aseguró que para completar el trabajo necesitarían 36 más y ocuparía 12 tomos.

Aquel periodo de casi cuatro décadas necesarias que planteó el académico se desarrolló entre 1960 y 1996. Pero no fueron suficientes y la RAE tuvo que esperar a otro espaldarazo a partir de 2006 bajo la dirección del lingüista José Antonio Pascual, que ocupa la letra k en el pleno. Entonces se renunció al orden alfabético, toda una revolución en el planteamiento. No era necesario para ese rastreo cronológico y etimológico de las palabras del castellano que supone el DHLE. Si a eso añadimos que se trata de una convención impuesta por la impresión en papel, la llegada del mundo digital ha resultado fundamental para estructurar la obra con otros parámetros. Porque el Diccionario histórico es una labor que continúa constantemente en red, pese a tener una versión impresa ahora. Todo empezó a culminar, sin embargo, en 2019, cuando ya se cuajó con el resto de las academias, más un total de 18 equipos, 27 redactores y un método común para rematar lo que en palabras de Muñoz Machado es: “Una gran obra panhispánica que hoy presentamos con orgullo institucional”.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.
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