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La lengua de las redacciones: ¿vale aún la pena discutir por una coma en un mundo que depende de las máquinas?

Los periodistas Álex Grijelmo, Ricardo Kirschbaum, Cecilia Valenzuela, Sarah Castro y Daniel Pacheco reflexionan sobre las fronteras del lenguaje en el Congreso de la Lengua de Arequipa

Renzo Gómez Vega

Las redacciones ya no son esas escuelas donde los periodistas aprendían y se curtían en medio de bocanadas de humo, gritos neuróticos y el martilleo de las teclas. Quienes peinan canas son la excepción entre batallones de jóvenes atentos a las tendencias digitales que deben producir notas a granel, con enlaces, videos, y etiquetas. Los titulares de muchos diarios en su versión digital se parecen entre sí. O son inacabables o son anzuelos que no cumplen su promesa a lo largo del texto. Pero ambos deben contener las palabras clave que les dictan los motores de búsqueda.

En la sala Mariano Melgar, en los claustros de la Universidad San Agustín de la ciudad peruana de Arequipa, se discute sobre el español en los medios digitales de alcance global. La mesa, organizada por EL PAÍS y la Real Academia Española, forma parte del Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE). Reflexionan periodistas de distintas generaciones. Por un lado, el argentino Ricardo Kirschbaum, editor general de Clarín; la peruana Cecilia Valenzuela, directora de Perú 21; y por el otro, los colombianos Sarah Castro, exdirectora del diario As en Colombia y Estados Unidos; y Daniel Pacheco, editor general del medio digital colombiano La Silla Vacía. El moderador, Álex Grijelmo, periodista de este diario y escritor español, integrante de la Academia Colombiana de la Lengua y reconocido estudioso del lenguaje.

Con el propósito de avivar una tertulia, Grijelmo lanzó breves preguntas cada tanto: “¿Cuál es el fallo lingüístico que más les enfada en sus medios?”. Kirschbaum, quien no desea ser visto como un melancólico que se resiste a ver pasar el nuevo mundo, sazonó el ambiente con tres puntos de vista: la calidad de la escritura ya no es un atributo fundamental del periodismo actual, las universidades imparten una formación periodística deficiente, y los correctores de estilo son una especie en extinción.

Para Cecilia Valenzuela, el periodismo se ha convertido en una batalla constante contra la inmediatez. En este contexto voraz, la oralidad le está robando sus dotes a la prosa. “Eso es muy doloroso para quienes amamos la literatura”, dice. Admite, además, que su periódico recurre a la “miss RAE”, porque la industria ha sido tan golpeada que no disponen de un corrector.

A Sarah Castro, una politóloga con amplia experiencia en medios deportivos, no solo le fastidian los errores lingüísticos que cada vez más los diarios pasan por alto, sino también la publicidad invasiva que acapara las páginas web y la falta de precisión. “Hoy en día los editores no pueden estar al frente de todos los contenidos que se producen. Se exige un volumen de información enorme”, explica.

Daniel Pacheco tiene otra lectura de las cosas. Utiliza la mayúscula, y no le duele el ojo cuando encuentra un horror gramatical. “Quizá el error humano terminará siendo reivindicado en el futuro. Será la última señal de que ese texto no fue producido por una máquina”, ensaya. Defiende el uso de emoticones, gifs o lo que haga falta para conectar con las nuevas audiencias. En su medio, como en otros, no se resisten a la inteligencia artificial, sino que más bien la consideran un aliada para optimizar procesos y ganar tiempo.

Valenzuela no está de acuerdo con la insurgencia lingüística en las redacciones de emplear siglas, anglicismos y caritas con gestos. No lo concede. Considera que eso supone establecer estratos en la cultura y condenar a la gente. “Me siento más joven luchando por el lenguaje vivo, completo y claro que defendiendo esta modernidad”, indica. Pero Pacheco rebate: es preciso romper los moldes para alcanzar a una juventud que lee distinto. “El lenguaje es incontenible y una patria de facciones. El periodismo digital tiene la obligación de estar a la vanguardia en ese tipo de comunicación”.

Grijelmo propicia el debate. Les pregunta por la retroalimentación con sus lectores, si todavía discuten por una coma y si finalmente el oficio tiene futuro. Kirschbaum es optimista. Si bien las máquinas ingresaron al terreno del lenguaje y lo hacen cada vez mejor, aún carecen de virtudes periodísticas insustituibles: “No hay nada que me produzca mayor satisfacción que publicar una trama oculta. La IA no podrá reemplazar ni la creatividad ni la capacidad de investigación. Cuando hay un problema, la audiencia no recurre a las redes sociales, sino al periodismo. Eso mantiene vivas mis esperanzas”.

Castro insiste en que el periodismo no puede dejarse guiar por las métricas. “Debemos ir contra el público”, dice citando a Martín Caparrós. En tanto, Cecilia Valenzuela subraya que mantiene la ilusión porque su diario se esfuerza por contar historias y porque ha detectado que existen comunidades muy interesadas en recibir información de temas específicos al correo electrónico, las newsletters o boletines. Dos generaciones han conversado. Más allá de discrepancias gramaticales, coinciden en que la única manera de sobrevivir al meteorito es el contenido de calidad. El viejo precepto periodístico: darle al lector lo que no encontrará en otro lado. O incluso lo que no sabía que estaba buscando.

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Sobre la firma

Renzo Gómez Vega
Periodista y escritor. Ha escrito en los medios peruanos 'El Comercio', 'La República', el semanario 'Hildebrandt en sus Trece' y 'Salud con Lupa'. Fundador de la revista digital 'Sudor'.
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