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Feria de Otoño en Las Ventas
Crónica
Texto informativo con interpretación

¡Un petardo…!

El festejo, soporífero, transcurrió entre silencios ante la mal presentada, mansa, blanda y muy descastada corrida de Domingo Hernández

Antonio Lorca

La comparación con lo más cercano es inevitable. Después de la buena presencia, la seriedad y los astifinos pitones de los toros de Victoriano del Río, estos de hoy sábado parecían novilletes de saldo. Si los de ayer produjeron admiración desde su salida al ruedo, los de Domingo Hernández venían acompañados de lástima y desesperación.

No era esta una corrida para la Feria de Otoño de Madrid. Toros, los seis, mal presentados, comodísimos de cara y, encima, mansos, siempre con la cara por las nubes en los caballos, con las fuerzas muy justas, nobles, eso sí, pero desbordantes de sosería y ausencia de casta.

Y así es imposible que un festejo discurra por los cauces de la esperanza en una deseable emoción que se tornó imposible desde la salida del primer toro de la tarde.

Este que abrió plaza no podía con su alma y demostró varias veces su manifiesta invalidez sin rubor alguno; el segundo, una birria; el tercero, a medio gas, tan noble como incompleto; el cuarto, el único que se justificó en varas y repitió con cierto ánimo en el tercio final; el quinto se vino abajo y el sexto, inservible. Por cierto, el primero y el sexto, los dos de Jarocho, se echaron después de dos pinchazos, cansados de vivir tan penoso fin de carrera.

Confirmó su alternativa Jarocho después del buen sabor de boca que dejó con la mano izquierda la última vez que acudió a esta plaza como novillero; y no ha tenido suerte. Lo ha intentado de veras con el capote, una verónica y media en un quite a su distraído primero, y varias capotazos de buen tono del mismo palo al recibir al sexto, pero su labor con la muleta ha sido un intento baldío de buenas intenciones frente a dos toros imposibles para el mínimo lucimiento y errores de bulto a la hora de matar.

Es un torero elegante, se le notan sus buenas maneras, el gusto y el empaque, pero ninguno de sus toros le permitió ir más allá de sus buenos deseos. Un molinete, un par de derechazos y un natural en su primero, y se acabó la historia. El sexto, ni eso. Y a los dos los mató mal, señal inequívoca de que es una asignatura suspendida por el momento.

Pablo Aguado es otro torero con prestigio de artista, pero hoy ha tomado los pinceles, se ha colocado delante del cuadro, se lo ha pensado una y otra vez, y no ha llegado más que a dar un par de pinceladas que han quedado solas y huecas. Comenzó con buen ánimo en su primero, con cuatro verónicas templadas que auguraban lo que después no fue posible; tres derechazos, un airoso molinete y el obligado de pecho fue el inicio de la faena, pero pronto emborronó la esperada obra porque el animal se descompuso, el torero no encontraba la colocación adecuada y todo quedó descolorido. Precavido y despegado se mostró ante el quinto, que pronto escurrió el bulto y se negó a embestir.

Y Talavante… Este torero está de capa caída, no es ni sombra de lo que un día fue. Se le ve alejado del ambiente, sin aparente compromiso, como si estuviera fuera de la plaza.

Su primero era un pelele y no pudo más que matarlo con celeridad; pero el cuarto fue el único que se movió (había cumplido antes en el caballo), y permitió que el torero se relajara e intentara el toreo templado y largo que otrora caracterizó al extremeño. Pero no fue así. Muchos pases, mantazos, destemplados, desvaídos, solitarios, vacíos, despegados, insulsos, todo ello ejecutado con una frialdad impropia de alguien considerado como figura.

Total, que el festejo fue un sopor, un petardo, soportable solo porque mañana, domingo, continua la Feria de Otoño y se presenta un cartel (Uceda Leal, Fortes y Víctor Hernández, con toros de Fuente Ymbro y Puerto de San Lorenzo) cargado de alicientes.

Hernández/Talavante, Aguado, Jarocho

Toros de Domingo Hernández, -el segundo, devuelto y sustituido por otro del mismo hierro-, mal presentados, muy cómodos de cara, mansos a excepción del cuarto, que se empleó a fondo en el primer encuentro, muy blandos, sosos, nobles y muy descastados.

Alejandro Talavante: pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio); pinchazo y estocada baja (silencio).

Pablo Aguado: cuatro pinchazos _aviso_ y media estocada (silencio); bajonazo (silencio).

Jarocho, que confirmó la alternativa: dos pinchazos y el toro se echa (silencio); dos pinchazos y el toro se echa (silencio).

Plaza de toros de Las Ventas. Tercera corrida de la Feria de Otoño. Sábado, 4 octubre. Lleno (22.462 espectadores, según la empresa).

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.
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