Feria de Otoño en Las Ventas: un murmullo triste y ensordecedor
La muy descastada novillada de López Gibaja, una de las peores de la temporada madrileña, protagonizó un festejo extremadamente aburrido


Si no hay toro, la tauromaquia carece de sentido. Ya se dijo y comprobó con la corrida de Núñez del Cuvillo, lidiada el pasado domingo en La Maestranza. Hoy, en Madrid, tampoco ha habido novillos en la muy aburrida apertura de la Feria de Otoño. Justos de presentación (muy parecidos a los Cuvillos sevillanos, por otra parte), mansos a excepción del sexto, que empujó en el caballo y ahí dejó la poca fuerza que le adornaba, sin clase, sin casta, sin posibilidad alguna de colaborar de algún modo, si no al triunfo de los toreros, al menos al entretenimiento del público.
Una pregunta: ¿no había otra novillada en el campo para el comienzo de la feria? Porque esta ha sido mala de solemnidad, sin un ápice de bravura en sus entrañas, sin un mínimo resquicio aprovechable. Una auténtica birria.
Hicieron el paseíllo tres novilleros a quienes se les supone que llegaron a Las Ventas repletos de ilusiones y sueños. Y antes de entrar en algún detalle sobre su paso por el ruedo madrileño, habría que destacar su mala suerte ante esa novillada infumable que ha roto cualquier posibilidad de triunfo por corto que pudiera ser.
Debe ser muy triste y frustrante estar en la cara de un novillo en esta importante plaza, y que tú, torero, escuches el murmullo ensordecedor de unos tendidos que hablan, beben, comen pipas y tratan de encontrar una salida airosa a un espectáculo tan denigrante como el de hoy. No hubo olés, ni ovaciones cerradas, ni siquiera silencios, sino ese cuchicheo constante, molesto, fastidioso, cargante, pero comprensible al mismo tiempo para sobrellevar un festejo tan soporífero.
¿Y los toreros?
Sorprendió positivamente un mexicano llamado Emiliano Osornio, que se lució en un quite al novillo que abrió plaza por delantales muy bien trazados que acabaron en una voltereta sin consecuencias. Pero esa fue su carta de presentación de una tarde en la que no tuvo oponentes, pero en la que pudo mostrar que le adorna un artístico concepto del toreo con capote y muleta. Tiene buenas maneras, aroma, hondura, gusto y personalidad, que es lo más importante para destacar en la tauromaquia. No hubo faena completa porque fue imposible, pero sí detalles con el capote y muleta, varios naturales de peso, muletazos por alto con empaque, correcta colocación y deseos manifiestos de exprimir la nula calidad de sus dos novillos.
No fue ese el caso de sus compañeros de cartel. A Sergio Sánchez e Ignacio Candelas se les nota toreados, pero faltos de garra, conformistas en exceso, con escaso mando con los engaños y muy parecidos a tantos como persiguen un sueño en el largo escalafón de novilleros. Dieron la impresión de que no tienen misterio que decir, y ese en un serio problema en esta profesión.
Total, que mal comenzó la muy prestigiosa Feria de Otoño; muy mal la elección de la novillada primera, que dio al traste con las buenas intenciones de los toreros; de uno más que de otros.
López Gibaja/Sánchez, Osornio, Candelas
Novillos de Antonio López Gibaja, muy justos de presentación, mansurrones, muy descastados, sosos, sin clase y bonancibles. El sexto fue el único que se empleó en el primer encuentro con el picador.
Sergio Sánchez: estocada -aviso- (ovación); tres pinchazos, casi entera atravesada y tres descabellos (silencio).
Emiliano Osornio: estocada perpendicular -aviso- y un descabello (ovación); estocada -aviso- (ovación).
Ignacio Candelas: estocada baja (silencio); tres pinchazos y dos descabellos (silencio).
Plaza de toros de Las Ventas. Primer festejo de la Feria de Otoño. Jueves 2 de octubre. Más de media entrada (14.451 espectadores, según la empresa).
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