Junot Díaz, escritor: “A la gente le gusta odiar a los migrantes, pero lo difícil es enfrentarse al poder”
El escritor, premio Pulitzer en 2008, visita el festival Cosmopoética, en Córdoba, tras varios años sin publicar y poco antes de entregar su nueva novela, que mezcla ciencia ficción con pobreza


―¿Perdonen, son ustedes miembros de la banda de Leiva?
Resulta que el célebre roquero toca esa misma noche en Córdoba y se hospeda en ese mismo hotel. Al escritor Junot Díaz (Santo Domingo, 56 años) hay quien le confunde con una estrella de rock, aunque no tenga pinta. La que sí tiene pinta, y también pulula por los pasillos, es Mariana Enriquez, ropa negra, melena canosa, otra ilustre participante en el festival Cosmopoética, que termina este sábado.
Pero lo que el audaz fan de Leiva ignora es que se encuentra ante todo un premio Pulitzer, el que Díaz ganó en 2008 por la novela La maravillosa vida breve de Óscar Wao (Random House). “¡Lo gané como a quien le toca la lotería!”, dice el autor, aunque esa hibridez del idioma, ese spanglish, ese descaro, ese humor que también muestra en persona, seguro que colaboraron. “Un amigo mío dice que el mayor idioma del mundo es el ‘inglés mal hablado’. Pero yo digo que es, en general, cualquier idioma mal hablado”, apunta el escritor.
—Pero, entonces, ¿cuál es su idioma?
—¡Es que no lo sé!
Díaz, menudo y explosivo, tiene el español “bien jodido”, dice con ímpetu caribeño (aunque, la verdad, tampoco es para tanto). Emigró a Nueva York desde la República Dominicana a los seis años porque su padre era partidario del dictador Rafael Leónidas Trujillo y se convirtió en un claro objetivo en la guerra civil que siguió a la dictadura. “Pero mientras que mis hermanos aprendían bien el inglés, yo ni papa”, cuenta. Díaz nunca se ha apañado con los idiomas: aunque vive en inglés (enseña en el MIT de Massachussets, escribe en la revista The New Yorker y en The New York Times), tras cada conversación repasa mentalmente si se ha expresado correctamente. La inseguridad no cesa. En ambientes latinos se le pide que hable mejor español, y en los anglófonos, lo equivalente: “Bueno, ya he aprendido a estar cómodo siendo incómodo”, zanja.

Total, que lo de ser escritor nunca ha sido el camino más obvio. “Pero creo que es posible tener talento en algo en lo que no tienes native hability [habilidad natural]. Yo pude perseguir la oportunidad en un campo en el que me encuentro muchos desafíos. Escribo poco, quiero evitarlo, pero es algo que te llama: al final tienes que ponerte. Bro [hermano], lo mío es hacer un libro cada 15 años”, dice.
Junot Díaz lleva sin publicar largo tiempo: lo último fue el libro infantil Lola (Beascoa), en 2018, y antes la colección de relatos Así es como la pierdes (Random House), en 2012. Pero, curiosamente, le siguen llamando para eventos literarios. Como escritor sin novedad visitó en junio la Feria del Libro de Madrid, dedicada a la ciudad de Nueva York, y ahora ha sido requerido en el festival Cosmopoética, en Córdoba, que invitó a este diario y que este año estrena la dirección artística de Azahara Palomeque, escritora cordobesa que regresa precisamente después de un largo periplo vital por Estados Unidos. No tener que hablar de la novedad, no tener que “vender el libro”, le permite a Díaz meterse en otros aspectos más interesantes, a su juicio, de la literatura.
Eso sí, en unas semanas el escritor entregará a la editorial la que será su próxima novela, de la que ya ha publicado algunos capítulos en la plataforma Substack. “Casi está hecha”, dice, “es como ciencia ficción, fantasy [fantasía], nerd [friki], muy muy nerd”, dice. Trata sobre un joven que descubre sus poderes sobrenaturales, una trama clásica del género, pero con la particularidad de que crece en un barrio pobre. “Harry Potter es un huérfano, pero en sus historias no brega mucho con esa cuestión, con lo que significa ser pobre o ser huérfano”, dice Díaz. Colgar el texto en internet le enfrentó por primera vez con los comentarios directos del público, que le hicieron corregir el rumbo de la narración. “Había un personaje muy querido por los lectores, que a mí no me interesaba tanto, y mis amigos me dijeron: no lo mates, ni se te ocurra matarlo”, cuenta divertido. “Aprendo ahí mucho como escritor”.
“Bajo la trama de mi nueva novela está la crueldad de la sociedad”, añade. Una crueldad hoy rampante que el escritor achaca, entre otras cosas, a la irrupción de las redes sociales: “Son importantes los límites que la comunidad pone a la crueldad. Y ahora no hay límites, porque los teléfonos celulares nos impulsan a ser más crueles. Sin límites”. Gracias a ese enfrentamiento que producen las redes, las élites, más poderosas que nunca, pueden dormir bien: “No tienen miedo, nos tienen tan desorganizados... No digo que sea una gran fucking conspiracy [jodida conspiración] en la que ellos sean como The Wizard of Oz [El mago de Oz], es más bien indirecto, pero yo sé que no se sienten threatened [amenazados]”.
La migración que nunca termina
En la sesión inaugural de Cosmopoética, Díaz charló con la puertorriqueña Mayra Santos-Febres, a quien, curiosamente, conoció en la Universidad de Cornell, cuando ambos eran estudiantes y “superactivistas”. Charlaron de literatura, de la naturaleza caribeña y, por supuesto, de la condición de migrante, esa que nunca se disuelve, por muchos años que pasen. “Nunca en la historia del capitalismo hemos tenido esta desigualdad, nunca hemos tenido ricos con tanto poder y con tanta impunidad (¿se dice así?). ¿Y estas élites tan horribles nos hacen creer que el problema son los migrantes? A otro perro con ese hueso, eso es una manipulación full [completa]. Pero a la gente le gusta odiar a los migrantes, es una cosa bien fácil, lo difícil es enfrentarse a quien tiene el poder”, opina Díaz.
La mayoría de los amigos de Díaz que tienen acento extranjero ya andan siempre con el pasaporte encima, “por si les cae encima el ICE [el servicio de inmigración]”. Un conocido con “problemas con sus papeles” ha dejado el trabajo y nunca anda por las calles principales para ir a la compra. “Tiene miedo de que le caigan encima y le manden a Sudán: ese pobre señor se está volviendo loco”, cuenta el autor. Otros pasaron en su día de regularizar su situación, llevan 30 años viviendo en Estados Unidos, y ahora les pueden mandar de vuelta a la República Dominicana. “No están preparados para eso y ya no hay chance [oportunidad]”.

En La maravillosa vida breve de Óscar Wao se hace una descripción muy graciosa del dictador Trujillo, narcisista y ridículo, que podría asimilarse a los hombres fuertes de la actualidad, como Trump o Putin. “La risa política ayuda mucho a los autocrats [autócratas]. Son pocas de esas figuras las que vienen vestidas en sombras, muchas de ellas son ridículas, y eso les ayuda a acercarse, a que el pueblo no les vea como una amenaza, hasta que ya están clavados en la sociedad". ¿Deberíamos dejar de reírnos? “Sí, mientras nosotros nos reímos ellos nos comen full, como un monstruo que nos muerde la pierna. Son peligrosos, tenemos que darnos cuenta de que lo demónico no siempre va a ser como Sauron o Darth Vader. La crueldad no siempre anda con dientes”.
En 2018 Junot Díaz publicó en The New Yorker un artículo donde relataba que había sido víctima de abusos sexuales en su niñez. El texto tuvo un inopinado efecto: una autora le acusó de haberla forzado a besarla y otras le acusaron de comentarios misóginos en sus cursos. Después del consiguiente escándalo y de investigaciones como las del premio Pulitzer, el MIT o el periodista Ben Smith, que lo eximieron, Díaz conservó su estatus, aunque desde otros lugares se protestase contra esas investigaciones. ¿Qué queda de todo aquello? “Yo ahora soy como dos personas. Una continúa con su vida integrada, trabajando en el MIT, publicando en The New Yorker, con sus reseñas literarias en The New York Times. Pero en internet todavía hay gente diciendo que soy un hombre malo. Estamos en un momento en el que la mentira viaja en primera clase. Sin aquel periodista, yo estaría frito”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
