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ópera
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El Teatro de la Zarzuela inaugura la temporada con una decepcionante ‘Pepita Jiménez’

Al problemático afán transformador de Sorozábal sobre la ópera de Albéniz se suma la fallida dirección escénica de Giancarlo del Monaco, un reparto mediocre y una discreta dirección musical

Pablo L. Rodríguez

“Mi labor no debe considerarse creación, sino únicamente adaptación, trasplante o, por decirlo así, ‘injerto’, aunque siempre utilizando la materia prima creada por Isaac Albéniz”. Así lo aclaraba Pablo Sorozábal en 1964 en el prólogo de su profunda adaptación de Pepita Jiménez, conservada manuscrita en el Archivo de la SGAE. “Un empeño por hacer revivir una genial partitura operística española, dotándola de la intuición teatral de la que carecía. Me pregunto si lo habré conseguido”, añadía. La incógnita que planteaba el compositor donostiarra pudo resolverse el pasado miércoles, 1 de octubre, en la apertura de la nueva temporada del Teatro de la Zarzuela, y la respuesta fue negativa.

La historia de esta versión de Pepita Jiménez se expone en el excelente programa de mano. Albéniz compuso la ópera en 1895 a partir de un libreto en inglés de su mecenas y amigo Francis Burdett Money-Coutts, basado en la novela homónima de Juan Valera. Sin embargo, su estreno se cantó en italiano en el Liceu, seguido por dos versiones en alemán (1897) y en francés (1905), además de otras producciones en los años veinte. En 1964, Sorozábal recibió el encargo de traducir el libreto al español y adaptar la partitura para su estreno en el Primer Festival de Ópera celebrado en el Teatro de la Zarzuela en colaboración con la joven Asociación de Amigos de la Ópera de Madrid.

El objetivo era encontrar una ópera española capaz de medirse con los grandes títulos de Mozart, Rossini, Bizet, Gounod, Verdi y Puccini. No se escatimó en medios: el reparto lo encabezaron Pilar Lorengar y Alfredo Kraus, bajo la dirección del propio Sorozábal. Sin embargo, esta versión nunca volvió a representarse hasta ahora, aunque se grabó en 1967 para Columbia con Teresa Berganza. Más tarde se publicaron dos ediciones modernas de la versión inglesa, utilizadas en producciones recientes como las dirigidas por Calixto Bieito en Teatros del Canal y en el Campoamor de Oviedo (2013 y 2015).

El afán teatralizador de Sorozábal transformó la ópera de Albéniz, originalmente de influjo wagneriano, en un título de cuño verista. Introdujo numerosos cortes, una nueva estructura en tres actos, reescrituras completas de las partes vocales y múltiples retoques en la instrumentación. Incluso añadió un final trágico, menos anticlerical, en el que la protagonista se suicida. Sin embargo, el Teatro de la Zarzuela ha defendido con escaso empeño las pocas virtudes de esta versión de Pepita Jiménez al inaugurar la temporada 2025-26, con una producción que combina la fallida dirección escénica de Giancarlo del Monaco, la pobre escenografía de Daniel Bianco, un reparto mediocre y una dirección musical pesada e irregular.

Del Monaco no logra perfilar a ninguno de los personajes en esta historia, donde el conflicto amoroso se une al dilema moral. La joven viuda Pepita se enamora del seminarista Luis de Vargas, quien se debate entre la vocación religiosa y el amor terrenal. La protagonista queda reducida a una figura perturbada y ninfómana, mientras que el aspirante a sacerdote contradice la rectitud en una bochornosa escena sexual al final. Tampoco resulta convincente el retrato del padre de Luis, Pedro de Vargas, que intenta violar a la nodriza de Pepita, Antoñona, en la primera escena. El resto de personajes tampoco funciona con el Vicario y el Conde de Genazahar convertidos en burdos estereotipos. Y las interacciones entre todos ellos resultan frías y distantes. A ello se suma la ruidosa escenografía de Bianco, limitada a una gigantesca jaula metálica a varias alturas que gira de forma constante y termina acumulando a todos los personajes y al coro en escena. Poco aporta aquí el vestuario de Jesús Ruiz y la iluminación de Albert Faura.

La gran esperanza de esta producción era la dirección musical de Guillermo García Calvo. Sin embargo, la reconocida trayectoria internacional del maestro madrileño se limitó a una lectura discreta, morosa y poco fluida, que en ocasiones cubrió las voces, al frente de una Orquesta de la Comunidad de Madrid marcada por irregularidades en la cuerda y el viento metal. García Calvo tampoco aprovechó los recursos de flexibilidad en el tempo que Sorozábal demostró en su grabación. Faltó tensión en el preludio del segundo acto, donde deberían fundirse la violencia y el festejo, reducidos aquí a un mareante y ruidoso movimiento escenográfico. Su mejor momento llegó con el bello nocturno que cierra ese acto, pero enseguida aplicó un incomprensible corte en el preludio del tercero.

El reparto vocal estuvo encabezado por la voz ruinosa de Ángeles Blancas en el papel de Pepita Jiménez. La soprano madrileña no logró matizar ni afinar muchas de las frases de los principales números de la ópera, como el aria ¡Ay! Noche embrujada de primavera en flor, y mostró un instrumento muy limitado en el registro agudo, incapaz de alcanzar con solvencia el si natural. Más convincente resultó el tenor Antoni Lliteres, sustituto de última hora de Leonardo Caimi, como Luis de Vargas. El cantante mallorquín comenzó inseguro su aria del tercer acto Aquí la conocí, elaborada íntegramente por Sorozábal a partir de melodías de Albéniz, pero se rehizo y ofreció algunos destellos de clase, como el ascenso opcional al si bemol agudo en pianísimo.

La mezzosoprano Ana Ibarra fue una Antoñona fría y distante, el barítono Rodrigo Esteves un Pedro de Vargas limitado, su colega Pablo López un Conde de Genazahar irregular y el bajo Rubén Amoretti un Vicario poco audible. La mejor noticia vino del Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, con el villancico Campanas, vuelan campanas, a pesar de tener que cantar mientras giraba dentro de la extraña y ruidosa escenografía. Mal comienzo de temporada para el Teatro de la Zarzuela con esta decepcionante Pepita Jiménez.

‘Pepita Jiménez’

Música de Isaac Albéniz. Libreto de Francis Burdett Money-Coutts, basado en la novela de Juan Valera. Versión libre del libreto en español, transformación de la parte cantada y reinstrumentación de Pablo Sorozábal.

Ángeles Blancas, soprano (Pepita Jiménez); Antoni Lliteres, tenor (Luis de Vargas); Ana Ibarra, mezzosoprano (Antoñona); Rodrigo Esteves, barítono (Pedro de Vargas); Rubén Amoretti, bajo (Vicario); Pablo López, barítono (Conde de Genazahar); Josep Fadó, tenor (Primer oficial); Iago García Rojas, barítono (Segundo oficial).

Coro Titular del Teatro de la Zarzuela

Orquesta de la Comunidad de Madrid.

Director del coro: Antonio Fauró.

Dirección musical: Guillermo García Calvo.

Dirección de escena: Giancarlo del Monaco.

Teatro de la Zarzuela, 1 de octubre. Hasta el 19 de octubre.

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Sobre la firma

Pablo L. Rodríguez
Zamorano residente en Zaragoza, es doctor en Historia del Arte y Musicología. Colabora en EL PAÍS como crítico de música clásica desde 2013. Tuvo un pasado como violinista, pero finalmente se decantó por la teoría. Desde 1999, es profesor del Máster en Musicología de la Universidad de La Rioja, donde también coordina el Doctorado en Humanidades.
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