‘Farnace’ de Vivaldi llega al Teatro Real semiescenificada y con altibajos
El tenor Emiliano González Toro y su conjunto I Gemelli presentan una singular fusión de las dos versiones de la célebre ópera, con atrezo mínimo y un reparto sólido


“Hay más teatros en Venecia que en cualquier otra ciudad de Italia que yo conozca. Siete de ellos están dedicados a la ópera, además de otros para comedias”, relataba en 1730 el escritor y viajero inglés Edward Wright. En su libro Some observations made in travelling through France, Italy, &c. Wright describe tanto las costumbres del escenario, donde los cantantes utilizaban máscaras, como las del público en el patio de butacas, que leía el libreto a la luz de una vela mientras soportaba que desde los palcos les lanzasen trozos de manzana o naranja. También detalla lo que ocurría en el foso, donde no había director: “Es muy habitual ver a sacerdotes tocando en la orquesta. El famoso Vivaldi (a quien llaman el prete rosso [sacerdote pelirrojo]), muy conocido entre nosotros por sus conciertos, era uno de los principales”.

El testimonio de Wright podría ilustrar el estreno de Farnace, de Antonio Vivaldi, en el Teatro Sant’Angelo de Venecia en febrero de 1727, que el pasado sábado llegó por primera vez al escenario del Teatro Real de Madrid. No era su estreno en España, pues en octubre de 2001 el Teatro de la Zarzuela ya había presentado una producción escénica de Emilio Sagi, con dirección musical de Jordi Savall, que integraba varios fragmentos a modo de pastiche de la ópera homónima de Francisco Corselli de 1739, basada en el mismo libreto de Antonio Maria Lucchini.
Ahora, la agrupación I Gemelli, dirigida por el tenor chileno-suizo Emiliano González Toro, ofreció una versión semiescénica conducida por Mathilde Etienne, tal como hicieron hace dos años con Il ritorno d’Ulisse in patria de Monteverdi, con mínimo atrezo y la orquesta sobre el escenario.
Farnace es una de las mejores óperas de Vivaldi o, al menos, una de las más representadas en vida del compositor, entre los 20 títulos que se conservan completos de los 45 que escribió. También es una de las más complejas de montar, debido a las distintas versiones que el propio Vivaldi preparó para sus múltiples reposiciones. Según explica González Toro en el escueto programa de mano, se eligió la versión de 1731 para Pavía (aunque Reinhard Strohm, en su prestigioso estudio sobre las óperas de Vivaldi, señala que esta versión se preparó seguramente para Livorno en 1729), con el protagonista asignado a un tenor, pues originalmente estaba escrito para un soprano castrato. No obstante, lo que se escuchó el sábado en Madrid fue una singular combinación de las dos versiones autógrafas conservadas: la referida de 1729 y la que Vivaldi preparó para Ferrara en 1739, que incluye numerosas arias alternativas y reutilizadas de otras óperas en los dos primeros actos.
Esto quedó claro casi al inicio de la trama, ambientada en las guerras entre Ponto y Roma en el siglo I a. C. El monarca ponto, Farnace, tras caer derrotado por los romanos, ordena a su esposa Tamiri matar al hijo que tienen en común y suicidarse para evitar la humillación. Ella canta entonces su primera aria, Combattono quest’alma, en la versión de 1739, con un registro más grave y dramático. Esta decisión acentúa los conflictos emocionales de Tamiri, un personaje situado entre los dos antagonistas de la ópera: Farnace y su malvada suegra Berenice, que colabora con los enemigos romanos. Sorprende, sin embargo, que no se optara por el exquisito recitativo acompañado de 1739 para introducir el aria del segundo acto de Tamiri.
Otra línea de la trama se centra en la bella Selinda, hermana de Farnace, que atrae con astucia a los oficiales Gilade y Aquilio para obtener el apoyo de ambos a favor de su hermano. Tanto Gilade como Aquilio interpretan un aria de 1739, aunque en el caso de este último resulta más problemático, ya que Alle minaccie di fiera belva es una reutilización procedente de la ópera Griselda.
La autoridad romana está encarnada por el procónsul Pompeo, asignado a un tenor y a quien también se le adjudican las arias de 1739 (en la versión elegida por González Toro, el papel fue escrito originalmente para un contralto castrato). Pompeo es además el detonante del desenlace feliz de la ópera, caracterizado por el perdón y la reconciliación.

Uno de los principales escollos de esta versión semiescénica de Farnace fue la dirección orquestal. Está claro que en tiempos de Vivaldi no existía la figura del director, como vimos, pero lo que tampoco hacían los cantantes era dirigir a la orquesta en cada una de sus arias. González Toro compareció al inicio para dirigir la sinfonía, que comenzó algo deslavazada, aunque su aportación se redujo a generar tensión con molestos resoplidos. Todo mejoró cuando asumió plenamente el personaje de Farnace.
El ensemble I Gemelli, que abordaba aquí su primera ópera del siglo XVIII tras varias incursiones exitosas en el repertorio del siglo anterior, mantuvo un nivel alto, aunque con algunos altibajos. Brillaron en el ritornello inicial del aria de Berenice en el primer acto, Da quel ferro, pero no lograron captar el espíritu del minueto en el aria de Gilade del segundo, Quel tuo ciglio. Muy superior resultó el conjunto del continuo, que supo aportar cohesión y variedad a los extensos recitativos, interpretados con leves cortes.
En el reparto vocal, el tenor Emiliano González Toro ofreció su momento más emotivo en el aria Gelido in ogni vena, verdadero clímax expresivo de la ópera, colocada estratégicamente antes del descanso. En esta página, Vivaldi evoca el inicio del Invierno de sus Cuatro estaciones para representar el hielo que Farnace siente correr por sus venas al creer ejecutada la orden de matar a su hijo. El cantante chileno-suizo destacó en el contraste de la sección central con exquisitas medias voces y añadió una intensa nota sostenida en el inicio del da capo, junto a otros adornos de gran belleza.
Pero el verdadero triunfador de la velada fue Key’mon W. Murrah como Gilade. El contratenor estadounidense brilló con cuerpo y seguridad en los agudos escritos por Vivaldi para un soprano castrato en sus cuatro arias y, en especial, en Scherza l’aura lusinghiera, que cosechó los únicos bravos de la noche.
Las tres jóvenes mezzosopranos del reparto mostraron una personalidad vocal adecuada a sus personajes. La turco-germana Deniz Uzun aportó dramatismo y calidez a Tamiri con poderosos graves, aunque con frecuentes cambios de color. La francesa Adèle Charvet sumó a su calidad vocal una fuerte presencia escénica como la vengativa Berenice, que finalmente se reconcilia con su hija y acepta a su nieto. Y su compatriota Séraphine Cotrez fue una Selinda expresiva y seductora.
El tenor sevillano Juan Sancho encarnó un entregado Pompeo, pese a cierta incomodidad en el registro agudo, mientras que el Aquilio del chileno Álvaro Zambrano quedó un punto por debajo.
La propuesta semiescénica de la soprano Mathilde Etienne fue bastante neutra. Añadió leves detalles escénicos para acompañar la acción con una iluminación acertada, pero careció de una sólida dirección de actores, especialmente en los numerosos recitativos. Ella misma actuó como figurante junto al pequeño Álvaro Torres, que interpretó al angelical hijo de Farnace.
Farnace. Música de Antonio Vivaldi. Libreto de Antonio Maria Lucchini. Reparto: Emiliano González Toro, tenor (Farnace); Key’mon W. Murrah, contratenor (Gilade); Adèle Charvet, mezzosoprano (Berenice); Deniz Uzun, mezzosoprano (Tamiri); Juan Sancho, tenor (Pompeo); Séraphine Cotrez, mezzosoprano (Selinda); Álvaro Zambrano, tenor (Aquilio). Ensemble I Gemelli. Dirección musical: Emiliano González Toro. Dirección de escena: Mathilde Etienne. Teatro Real de Madrid, 27 de septiembre.
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