David de Miranda, Juan de Castilla y los bombones de Forrest Gump
Dos buenos toreros, entre otros, en lucha permanente contra las circunstancias que dificultan su entrada en las ferias


El diestro onubense David de Miranda acaba de cumplir el pasado 5 de agosto 9 años de alternativa, salió por la Puerta Grande de Las Ventas el 24 de mayo de 2019, paseó las dos orejas de un buen toro de Santiago Domecq en la Feria de Abril del año pasado, y fue el triunfador del ciclo sevillano de este año al traspasar a hombros la Puerta del Príncipe. Después de tan brillante hoja de servicios y de triunfar a lo grande en las últimas Colombinas, entró en los carteles de la pasada feria de Málaga, se encontró con un toro harto complicado de Victoriano del Río, decidió echar la moneda al aire y salió vivo de la plaza de puro milagro después de recibir una espeluznante voltereta en el segundo de su lote.
Es tarde, David de Miranda fue la reencarnación de un héroe de película, pero de carne y hueso, sin especialistas ni cromas que ocultan la realidad. Hizo gala de un valor fuera de lo común, permitió que los astifinos pitones de su oponente notaran los latidos de su corazón, convirtió los tendidos de La Malagueta en una congoja, y la conmoción de su toreo fue de las que solo se ‘sufren’ muy de vez en cuando en una plaza.
Quizá ni él mismo lo sepa, pero aquella tarde del 19 de agosto, la actuación de David de Miranda sonó a rebeldía, como un zapatillazo en la arena para gritar al mundo que su situación carece de toda lógica después de haber demostrado su valía de modo tan contundente.
Porque la noticia, más allá de su aldabonazo incontestable en Málaga, es que el torero finalizaba su temporada después de un par de compromisos en plazas de tercera. Y ello sucedía en pleno mes de agosto, cuando al año taurino le queda mucha vida por delante.
La conmocionante faena de David de Miranda en Málaga fue un zapatillazo de rebeldía frente a la ilógica situación que le ha tocado vivir
Por fortuna, ha podido entrar en varias sustituciones, pero su futuro está en el aire…
Juan de Castilla, torero colombiano, nacido en Medellín, en el barrio de Castilla —de ahí su apelativo―, aterrizó en España en 2012 con la ayuda económica del pintor y escultor Fernando Botero, y, desde entonces, se busca la vida como inmigrante y torero. Su recorrido no ha sido fácil en ninguna de ambas facetas. Pertenece a una familia humilde, y cuando finalizó la beca de su mecenas trabajó como albañil, mayordomo en una finca, camarero, pegador de carteles, obrero del campo, ayudante de cacería…; hasta que encontró la estabilidad laboral en la empresa Sending, dedicada al reparto de paquetería urgente, situada en el barrio madrileño de Coslada, en la que comienza su jornada a las 5 de la mañana, motivo por el que el despertador suena a las tres de la madrugada en Guadalajara, donde vive con su esposa. La tarde la dedica al gimnasio y al toreo de salón antes de meterse en la cama en cuanto anochece.
Y en abril del año pasado contaba a este periódico que no ha perdido la ilusión y que su objetivo es triunfar como torero, su auténtica vocación. No ha tenido muchas oportunidades, pero las ha aprovechado con nota, siempre ante toros de las ganaderías más duras. Es lo que les espera a los toreros valientes y comprometidos, pero que no son genios del arte y que, sobre todo, no cuentan con el apoyo de un representante influyente
Juan de Castilla es uno de esos toreros que juega en las plazas más difíciles, en las que el triunfo aparece de tarde en tarde, porque las reses que lidian no son las que, por general, permiten el disfrute de quien se pone delante.
Y el pasado día 30, en la localidad francesa de Bayona, sufrió dos graves cornadas, de esas que te amenazan con mandarte al otro barrio y que solo se superan porque los toreros son extraterrestres con pintas de terrícolas.

¿Cuál es el futuro de Juan de Castilla? Primero, que tenga la suerte de que su recuperación sea completa y no arrastre secuelas que dificulten su vida como torero; y, después, que no le falten corridas para soñar con vivir del toro y no tener la obligación de levantarse a las 3 de la madrugada cada día. Pero no es factible que eso suceda porque son pocas las corridas duras que se anuncian en las ferias, porque los aspirantes son muchos, y porque necesitaría un muy sonoro triunfo en Madrid para intentar que su nombre apareciera en algunas ferias.
El asunto es que tanto David de Miranda como Juan de Castilla son dos buenos toreros, muy diferentes, cargados de interés para el aficionado, pero, por razones que no pocas veces son inexplicables, están fuera del circuito de las ferias. Y no son los únicos.
“Mamá siempre decía que la vida es como una caja de bombones; nunca sabes lo que te va a tocar”, comentaba Forrest Gump, en un pasaje inolvidable de la famosa película.
David de Miranda estaba a punto de cumplir diez meses de edad cuando se estrenó el 6 de julio de 1994; y a Juan de Castilla aún le quedaban dos meses de tranquilidad en el seno de su madre.
Juan de Castilla sigue soñando con abrirse camino a pesar de las dos graves cornadas que sufrió el pasado 30 de agosto en Bayona
Ninguno de los dos podía imaginar que un día meterían la mano y les tocaría un bombón amargo, de esos que te invitan a cerrar la caja y no probarlos nunca más.
Pero David y Juan son dos héroes que se atreven a tentar la suerte una y otra vez con la esperanza de que algún día les cambie la vida.
La semana pasada, el programa Toros para todos, de Canal Sur, dedicaba un apartado especial a la gesta de David de Miranda en Málaga, y el presentador, Enrique Romero, terminaba así: “Nos quedamos sin palabras; qué más hay que hacer, qué más, para estar en las ferias; dónde hay que llamar, quién tiene la llave, ¿no la tiene el público? Hay muy poca sensibilidad en el toreo, en quienes mandan, para no abrirle las puertas a toreros como este; y así no puede ser”.
Y Forrest Gump ponía la guinga el día que decidió dejar de correr por todo el país y volver a su casa: “Mamá también decía que tienes que dejar atrás el pasado antes de seguir adelante; había corrido tres años, dos meses, catorce días y dieciséis horas…”
Mucho más han corrido David de Miranda y Juan de Castilla, motivo suficiente para no parar, con la esperanza de que un día metan la mano y les toque un dulce bombón de chocolate…
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