‘Metal Gear Solid: Snake Eater’, el regreso de un videojuego con historia, polémica y expectativa
El 28 de agosto vuelve una de las sagas más importantes del mundo de los videojuegos con el ‘remake’ del icónico título de 2004


El 28 de agosto regresa uno de los videojuegos más influyentes de la historia moderna: Metal Gear Solid Delta: Snake Eater. Se trata del esperado remake de Metal Gear Solid 3, título publicado originalmente en 2004 para PlayStation 2 y que marcó un antes y un después en la forma de contar historias dentro de la industria del videojuego. Más de dos décadas después, la empresa Konami recupera esta obra icónica con un lavado de cara técnico y el reto de mantenerse fiel a una experiencia que definió a toda una generación. Pero detrás de este lanzamiento hay algo más que nostalgia: se cruzan debates sobre la legitimidad de los remakes, la memoria de una saga con nombre propio (cuya primera entrega data de 1987) y una polémica que aún sigue viva: la ausencia de su creador, Hideo Kojima, cuya ruptura con Konami marcó uno de los capítulos más sonados de la industria.
Una jungla que marcó época
Metal Gear Solid 3: Snake Eater situó a los jugadores en plena Guerra Fría, durante la década de los sesenta. La historia ponía a Snake —el espía que luego se convertiría en Big Boss— en una misión de infiltración en la selva rusa para detener un complot nuclear y enfrentarse a su mentora, The Boss, que había desertado desde EE UU. Más allá de la premisa de espías, lo que elevó el juego al rango de clásico fueron sus dilemas morales, el peso de la traición y la reflexión sobre el precio personal de la guerra. Su narrativa cinematográfica, la música a lo James Bond y escenas que rozaban lo teatral convirtieron a Snake Eater en una obra maestra. “Veníamos del entorno futurista con Metal Gear Solid 2, y esta tercera entrega se situó en 1964 en la URSS, lo que descolocó a muchos”, explica Nacho Requena, director de Revista Manual y autor del ensayo Metal Gear Solid: El legado de Big Boss. “Nadie se esperó una entrega de la saga donde tenías que cazar, comer, podías ponerte malo, tener que curarte las heridas, calcular el medidor de camuflaje... El juego podría haber apostado por algo continuista, aunque modificó la forma de jugar para el estupor de todos”, señala el experto.
La mayor diferencia entre el original y el remake está en el apartado visual y técnico. El remake utiliza el motor gráfico Unreal Engine 5, lo que permite reconstruir los escenarios selváticos con un nivel de detalle inédito. Las texturas del follaje, los efectos de iluminación y la física de los entornos sumergen al jugador en un entorno más realista sin abandonar el diseño original. El sistema de control también se ha adaptado a las sensibilidades modernas y el sonido se ha rehecho, aunque todo respetando los cimientos del original. Los responsables han subrayado que el objetivo era rendir homenaje al clásico sin reinterpretarlo.
El fenómeno de los ‘remakes’
El anuncio de Metal Gear Solid Delta: Snake Eater despertó entusiasmo, pero también preguntas. ¿Hasta qué punto un remake podía alterar una obra tan influyente? La respuesta de Konami ha sido clara: el guion, los diálogos y la historia permanecen intactos. “No teníamos en mente cambiar nada. Lo que queríamos era trasvasar el juego para que una nueva generación pudiera descubrirlo”, explica a EL PAÍS Yuji Korekado, productor creativo del proyecto, en Nueva York, adonde Konami llevó a principios de agosto a periodistas de todo el mundo para hacer la presentación mundial del juego.

El lanzamiento de este Metal Gear se inscribe en una tendencia cada vez más marcada: los remakes como motor de la industria de los juegos. En los últimos años, títulos como Resident Evil 2, Final Fantasy VII Remake o The Last of Us Part I han demostrado que rehacer clásicos puede ser un negocio rentable y una forma de preservar el legado cultural del videojuego. Aunque todo remake genera debate: si ha perdurado en la memoria colectiva, cada cambio es mirado con lupa. Requena asegura, sin embargo, que él está “muy a favor de los remakes”: “Son buenos para acercar sagas antiguas a jugadores que no disfrutaron de los originales por no vivir esa época”, señala Requena, también productor y guionista en el estudio Quickfire Games. Es lo mismo que señalan desde Konami: “A la hora de hacer este remake teníamos en mente lo que el original supuso para la historia de los videojuegos. Por una parte, pensamos en los fans de entonces. Por otra parte, está el nuevo jugador, esa gente alrededor de 20 años a la que podemos ofrecerle algo mágico”, señalaba en Nueva York Noriaki Okamura, productor de la franquicia. El remake, por tanto, no solo es una operación comercial, sino un intento de tender un puente entre generaciones de jugadores.
Una herida abierta
No se puede hablar de Metal Gear sin mencionar la sombra de Hideo Kojima. Creador de la saga y figura casi mítica en el mundo del videojuego, Kojima protagonizó una ruptura mediática con Konami durante el desarrollo de Metal Gear Solid V (2015). Las tensiones surgieron por diferencias creativas y presupuestarias, y acabaron con la empresa apartando al creador de su propio proyecto. Konami llegó a borrar su nombre de materiales promocionales y le prohibió asistir a galas donde su juego fue premiado. El episodio se convirtió en símbolo del choque entre la visión artística y el control corporativo, uno de los asuntos más candentes en el mundo de los videojuegos, en el que la figura del autor muchas veces es sepultada.
“En los años ochenta y noventa no se acreditaba a muchos creativos, y todo pertenecía a la empresa”, señala Requena. Hay cientos de ejemplos de desarrolladores, animadores, músicos… que estuvieron presentes en muchos juegos y no aparecían en los créditos. “El juego no era del creativo, sino que era de la compañía, y esto le sucedió a Kojima. Es el creador y principal valedor de MGS; sin embargo, la marca es de Konami. Es tan paradigmático que se ha hecho un remake de un juego de Hideo Kojima sin que Hideo Kojima haya dado el visto bueno para ello”. “No, no lo haré”, respondió el creador a finales de julio en una entrevista con el medio SSense cuando se le preguntó si jugaría a este nuevo juego. Quizá debería, porque su nombre es preeminente en los créditos, en los que Konami ha optado por respetar su figura. Tras su salida de la empresa, Kojima fundó Kojima Productions, un estudio independiente que debutó con Death Stranding en 2019, del que este año ha salido la segunda parte. “Ojalá un día veamos a Hideo Kojima y Konami reconciliados...”, suplica escéptico Requena.
El 28 de agosto no se juega solo el regreso de un clásico. Para Konami, el remake es una prueba de fuego: ¿puede revivir Metal Gear sin su creador original? ¿Podrá este juego convencer a una generación que no vivió el fenómeno de 2004? Las expectativas son altas. Los veteranos esperan revivir escenas icónicas como el duelo con The Boss o el camuflaje en la selva con la misma intensidad emocional de entonces, pero los nuevos jugadores se toparán con un título que mezcla acción y reflexión en un estilo que no siempre encaja con las tendencias actuales.
El futuro de la saga también está en juego: Konami ha deslizado que, si la recepción es positiva, podrían llegar más remakes de la saga. Snake vuelve a la jungla, pero esta vez lo hará en medio de una expectación que trasciende lo técnico: lo que se juega es la memoria, la legitimidad y el futuro de una de las sagas más influyentes de todos los tiempos.

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