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Salterio, zanfona, rabel y laúd: los instrumentos medievales siguen vivos

Músicos y lutieres preservan y actualizan los sonidos de la Edad Media mientras crecen los festivales dedicados a la música antigua

El músico Jorge Garrido, con una zanfona construida por el lutier César Loureiro.

Unas manos pulsan las cuerdas del salterio y surge de ellas su sonido minucioso y vibrante. Antes, otras manos cortaron y lijaron la madera que cierra su caja de resonancia, modelaron las clavijas y extendieron las hileras de cuerdas. El mundo de la música medieval es un mundo de músicos y lutieres. Ambos se unen para dar vida a unos instrumentos que han tenido que aprender a construir y a tocar a partir del estudio de códices, o de pinturas y esculturas en iglesias. Algunos de los instrumentos son réplicas de los que han quedado fijados por el arte; otros, una actualización que busca mejoras en el sonido e innovaciones técnicas. Salterios, zanfonas, rabeles y laúdes siguen vivos, y los festivales y ciclos dedicados a la música antigua crecen poco a poco. Como el Festival Jordi Savall, en Tarragona; el Festival de Música Antigua de Valencia, el Early Music Morella, el Festival de Música Antigua de Granada, el Música Antigua Xixón y el Festival de Música Antigua de los Pirineos.

“Creo que el circuito de festivales es cada vez más amplio y que hay más interés por la música medieval. Cuando nosotros empezamos, en los ochenta, eran contados con los dedos. Había muchos más en Holanda, en Francia, en Inglaterra. Así que es alentador el interés del público. Respecto a las instituciones, algunas apoyan este tipo de música. En otros casos te das contra una pared y no hay manera de hacer entender que debemos echar un poco la mirada hacia atrás en el tiempo para buscar nuestras raíces", dice Begoña Olavide. Ella es una de las intérpretes españolas más destacadas del salterio y ha colaborado con Hespèrion XXI, grupo internacional creado por el violagambista y musicólogo Jordi Savall, referente en la interpretación y recuperación de la música antigua.

La música Begoña Olavide posa con varios salterios.

Olavide obtuvo el título superior de flauta en el Conservatorio de Música de Madrid, pero su carrera cambió cuando conoció al lutier Carlos Paniagua, que se convirtió en su pareja, y empezó a tocar el salterio. Con su trabajo conjunto en el taller de lutería que tienen en Mojácar (Almería) así como en ponencias/concierto, difunden la importancia de la música medieval. “Carlos estudió arquitectura y aplica esos conocimientos a la realización de instrumentos. Los construye todos a mano, incluso los rosetones, que muchos hacen ya con láser. Creo que eso les da un alma que desde luego yo siento, y que sienten muchos otros músicos. Ahora hay más gente que se ha interesado por el salterio y que lo construye y lo toca, pero cuando nosotros empezamos, nadie lo hacía. Era un instrumento que no se conservaba en los museos, estaba completamente perdido. Se conservaba el salterio barroco, pero no el medieval. Eso ha supuesto una investigación de años y años”, cuenta. Con el salterio, Olavide interpreta extractos de obras medievales, como el Códice Calixtino, las Cantigas de Amigo, de Martín Códax; y las Cantigas de Santa María, de Alfonso X el Sabio. También músicas de la tradición oral de al-Ándalus.

Aunque los instrumentos medievales no están en los programas de estudio de los conservatorios de música, algunos sí organizan talleres para que sus alumnos aprendan a tocarlos. Otros cursos son promovidos por asociaciones y festivales. Es también habitual aprender directamente con algún músico experto. Así le ocurrió a David Pérez con el rabel. Aunque él ya venía de una familia de rabelistas del valle de Polaciones, en Cantabria, no tocó el rabel hasta que el conocido rabelista Pedro Madrid no le puso uno entre las manos. “Pedro estaba en la cocina de mi tía, Adela Gómez Lombraña, que era rabelista, como también mi tío Luis, porque sus padres les enseñaron a tocar a los hijos y a las hijas, aunque no era habitual que las mujeres tocaran. Y Pedro me dijo: ‘Oye, chaval, ¿tú no has tocado nunca?’. Le dije que no y me puso el rabel encima. Tendría yo 13 o 14 años. Después empecé a recibir clases con él en Torrelavega".

El grupo de música antigua Aldebarán, delante de la iglesia de San Nicolás de Bari, en Burgos, en una imagen cedida por esta formación.

Es en esta localidad donde Pérez tiene su taller, ya que también es lutier. Cree que el rabel es un instrumento que no se ha estandarizado, porque es habitual hacerlos con formas y materiales distintos. “Pedro Madrid construyó rabeles para el escenario, quería que salieran de las cocinas, y empezó a hacer instrumentos con más caja, más grandes. Los que hemos llegado después seguimos un poco su modelo, buscando que afinen mejor. Aunque yo sigo haciendo instrumentos tradicionales, porque a mí el rabel antiguo de tapa de piel y cuerdas de cola de caballo me chifla cómo suena, pero para un escenario es más complicado”.

La Asociación Ibérica de la Zanfona y los cursos que organiza en Casavieja (Ávila) fueron la puerta de entrada a este instrumento medieval del logroñés Jorge Garrido, que hasta ese momento tocaba la batería y cuya formación musical venía del jazz, que había estudiado en el Centro Superior de Música del País Vasco (Musikene). Ahora, con la zanfona ha dado conciertos hasta en Japón: “Allí les flipa todo lo relacionado con la Edad Media europea y con el Camino de Santiago. Aquí el público que acude a los conciertos de música antigua es más mayor. Los jóvenes se están acercando ahora a la música folk, pero creo que si no hay más músicos que se metan en la música antigua es por desconocimiento. Habría que darle más visibilidad y crear escuelas”.

Los 11 integrantes del grupo de música antigua Aldebarán, creado en el barrio de Gamonal, en Burgos, en 1993, tocan una amplia variedad de instrumentos medievales que han ido consiguiendo a través de distintos lutieres. Entre ellos están la vihuela, la fídula, el salterio, la viola de gamba, la viola de ocho, el rabel y el laúd medieval, así como flautas, cromornos, chirimías y un bombo renacentista.

El lutier Carlos Paniagua.

“La mayoría hemos estudiado en el conservatorio de Burgos, otros, en Madrid. A todos nos gustaba la música medieval porque nos parecía muy alegre, y empezamos a tocarla. Al principio no teníamos instrumentos medievales, lo hacíamos con laúdes de tuna y bandurrias, con guitarras y flautas. Poco a poco fuimos haciendo conciertos y consiguiendo instrumentos medievales. Y también empezamos a confeccionarnos trajes medievales”, dice Ana María Sánchez, una de las integrantes y guitarrista de formación.

Entre las piezas musicales que interpretan están algunas del Códice Musical de las Huelgas, del monasterio burgalés de Santa María la Real de las Huelgas, y del Llibre Vermell, de la abadía de Montserrat. “Tenemos que comprender cómo se realizaba la música y cómo transmitirla. En este sentido es importante el estudio de los códices”, asegura Gabriel Valenciano, violonchelista y miembro de Aldebarán. Sánchez añade que el interés del público aumenta cuando la interpretación se completa con explicaciones sobre los instrumentos. “La gente está encantada, porque es algo que no ve habitualmente. Aunque escuchen música clásica, no tiene nada que ver con la música medieval. Cuando vienen a los conciertos, les gusta conocer los instrumentos que tenemos. Eso les ayuda a meterse en la época”.

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