Cuando “Papá Picasso” birlaba los juguetes a sus niños
El museo de Barcelona consagrado al artista malagueño dedica una emotiva exposición a Claude Picasso, uno de los dos hijos que tuvo con la pintora Françoise Gilot

Claude Picasso tenía 25 años cuando murió su padre, Pablo Picasso, a los 91 años en Mougins (Francia). Era el tercer hijo de los cuatro que tuvo el artista: Paulo, nacido de su matrimonio con la bailarina rusa Olga Khokhlova, fallecido en 1975; Maya, hija de la modelo Marie-Therèse Walter, muerta en 2022; y Claude y Paloma, nacidos en 1947 y 1949, hijos de la pintora Françoise Gilot. Claude murió en 2023, con 76 años. Solo sobrevive su hermana Paloma, responsable máxima de la gestión del legado de su padre e impulsora de la exposición Crecer entre dos artistas. Homenaje a Claude Picasso, que se podrá visitar desde este 25 de julio hasta el 26 de octubre en el Museo Picasso de Barcelona.
Todos los miembros de la familia Picasso han asistido este jueves a la presentación oficial de una muestra en la que se recoge el espíritu de uno de los cuadros más famosos del artista: La alegría de vivir (1946). La mayor parte de las obras que se exponen, alrededor de un centenar de pinturas y dibujos, proceden de las colecciones familiares y son inéditas para el público.
Un peculiar autorretrato familiar en forma de sombras chinescas (1952) marca el poético arranque del recorrido de una exposición con la que se rinde homenaje a su hijo Claude, pero también se quiere destacar la importancia de la paternidad en la obra y en la vida de Pablo Picasso. Con la técnica de las sombras, Picasso dibujaba los perfiles de cada uno de los integrantes de la familia y con ellos hacían representaciones teatrales infantiles, uno de los muchos entretenimientos de las horas dedicadas a los niños.
Emmanuel Guigon, director del museo, y Paloma Picasso han querido construir un viaje en el que se recorre lo que fue la vida de Claude y Paloma junto a sus padres, Pablo Picasso y Françoise Gilot, en Vallauris, en el sur de Francia. Junto a las pinturas se exhiben cerámicas, juguetes y fotografías familiares. Y, de postre, se muestra por primera vez en España una docena de lienzos de Françoise Gilot, artista muy cotizada en Estados Unidos, pero a la que el peso de la separación de Picasso le costó el aislamiento del mundo artístico francés.
El periodo que abarca la exposición se ajusta a la duración de la historia amorosa de Pablo Picasso con Françoise Gilot. Fue una década: desde 1943 hasta 1953. Cuando empezaron, ella tenía 21 años y él, 61. Seguía vinculado a Dora Maar y Khokhlova se negaba a concederle el divorcio. Claude y Paloma, al igual que Maya, fueron lo que entonces se llamaba hijos naturales por haber nacido fuera del matrimonio. Pero las tormentas amorosas parecían estimular la creatividad de un genio que se volcaba con sus hijos. En la víspera de la exposición, Paloma Picasso recuerda cómo era la vida que hacían los cuatro en La Galloise, la casa de Vallauris situada en la Costa Azul francesa. Cuenta que la vida cotidiana era muy sencilla, sin ninguna clase de lujos, aunque tenía mucho de surrealista. “Claude y yo íbamos al colegio en Vallauris y, en ocasiones especiales, nos ponían una película, siempre la misma, el cuento La gallinita roja, una fábula sobre el aprovechamiento del tiempo y las bondades de aprender un oficio", dice.
“Le recuerdo muy cariñoso, estimulante y divertido”, prosigue Paloma. “Ejercía mucho de padre el tiempo que pasaba con nosotros. Hasta los cinco años vivimos con él. Después de la separación, pasábamos con él todas las vacaciones”.

El chimpancé de Claude
En la casa, todos jugaban con los juguetes de los niños, recuerda Paloma. “En aquella época papá centraba su mirada creativa en los objetos abandonados que encontraba de camino a su estudio y que después transformaba para darles una nueva vida. Así fue como un coche robado entre los juguetes de Claude acabó convertido en una magnífica cara de chimpancé. A Claude le hizo gracia… hasta que papá, que necesitaba algo para acabar la cabeza, le birló otro coche”. La escultura de la que habla Paloma es La guenon et son petit (1951), que forma parte de la colección permanente del MoMA. Una de sus tres versiones se puede ver en Barcelona.

Entre óleos, dibujos y fotografías, el director asegura que son innumerables los cuadros o dibujos de Pablo y también de Françoise en los que los dos niños aparecen en escenas de la vida cotidiana con sus juguetes (una muñeca, un caballito de madera, un camión), en bicicleta e incluso dibujando, ya que una de las misiones de sus padres era transmitir las bases de una educación artística y creativa. Emmanuel Guigon señala las preciosas fotografías de Robert Capa y Edward Quinn como pruebas irrefutables de la existencia de un ambiente familiar al mismo tiempo ordinario y extraordinario.
Paloma Picasso, que compagina su trabajo de diseñadora (en otoño presenta nueva colección para Tiffany & Co.) con sus responsabilidades como jefa de la Sucesión Picasso (conjunto de herederos y la administración del legado artístico del creador), cuenta que en manos de sus padres, los utensilios más prosaicos de la vida cotidiana se convertían rápidamente en objetos poéticos y mágicos. “A mi padre le encantaba divertirse con todo tipo de disfraces. Teníamos muchos a mano, por la gran cantidad de trajes auténticamente tradicionales que nos traían de todos los rincones del planeta sus amigos y admiradores. En muchas fotos sale con las más diversas máscaras, sombreros y accesorios, originales o pergeñados en un santiamén con los ingredientes que tuviera cerca. Luego se buscaba una trompeta y tocaba unas notas como en un desfile”.
Claude, el niño polaco
Como prueba del amor por la transformación, uno de los cuadros más bellos de la exposición muestra a Claude con traje tradicional polaco (1948), un óleo que nunca salió del taller del artista. El disfraz fue un regalo con el que volvió de Polonia, uno de los escasísimos viajes que hizo fuera de Francia. Hasta Varsovia viajó en avión por primera vez en su vida en agosto de 1948, como miembro del partido comunista francés, al primer congreso mundial de intelectuales por la paz.

El idílico ambiente que rememora Paloma se rompió con la separación de sus padres. Era 1953 y Gilot decidió marcharse con sus hijos. Pocos años después publicó un libro, Vida con Picasso, que ni él ni su poderoso círculo de amigos le perdonó jamás. Los niños siguieron viendo a su famoso padre, pero ya nada volvió a ser lo mismo.
Paloma se centró en el diseño y los perfumes, mientras que su hermano se dedicó a la fotografía y al cine documental. En 1970, Claude, junto a su madre, Françoise Gilot, recurrió ante los tribunales franceses para que él y su hermana fueran reconocidos como hijos legítimos de Picasso. Fue un proceso histórico que Claude ganó. La muerte de Pablo Picasso, en 1973, dio un nuevo rumbo forzoso en la vida de Claude. Su padre había muerto sin hacer testamento. Se dice que por pura superstición. Lo cierto es que la herencia fue un carajal difícil de organizar. El recuento oficial hablaba de un legado de 45.000 obras entre pinturas, dibujos, cerámica, esculturas, libros ilustrados, planchas de grabado y tapices. Además de dos castillos, tres casas, millones en dinero y oro.
En 1989 Claude puso en marcha la Sucesión y asumió la presidencia entre 1989 y 2023. La Sucesión Picasso posee el monopolio de los derechos de autor y reproducción de las obras del artista, y también el derecho moral y el de marca, y entrega certificados de autenticidad y se encarga de la lucha contra los cuadros falsos. La presidencia de Paloma Picasso ha cambiado algunas cosas. Las decisiones se toman ahora de manera colegiada y se reúnen todos los meses porque en todas partes del mundo se siguen proponiendo toda clase de proyectos sobre el universo Picasso o continúan apareciendo “nuevos picassos”, que en el 99% de las ocasiones son falsos.

La exposición se sustenta sobre una importante parte documental en la que se incluyen cartas de la familia Vilató-Ruiz (los hijos de Lola, hermana de Picasso), sus parientes de Barcelona, las fotografías y la película Atelier 74, dirigida por Claude Picasso y Thierry Spitzer un año después de la muerte de Pablo Picasso. Es un filme que documenta el estado del taller de La Californie, prácticamente intacto desde que Picasso y su esposa Jacqueline lo abandonaron en 1961 para instalarse en Mougins.
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