Los Gallagher salen de la mano y ofrecen un sensacional concierto en la primera fecha de Oasis
75.000 personas vibran en Cardiff con el bombardeo de himnos de los de Mánchester en un recital de dos horas

Con un sencillo “Hola” en forma de canción (Hello), Oasis ponía fin este viernes en Cardiff (Reino Unido) a 16 años de silencio y oficializaba la tregua sellada por unos hermanos Gallagher que, tras décadas de insultos en público, peleas y plantones, subieron al escenario agarrados del brazo. Para cuando llegaron a Wonderwall, penúltimo tema de la noche, el hermano mayor le hacía ya hasta los coros al pequeño. Conscientes de la expectación, pero con una naturalidad como si hubiesen actuado ayer mismo, Noel (58 años) y Liam (52 años) se dedicaron durante dos horas a lo que mejor saben hacer: un rock fresco y canalla, con guitarras rabiosamente vivas, estruendosas y letras que forman parte ya de la memoria colectiva.
Un ecualizador de decibelios en una pantalla sobre el escenario avanzaba a 75.000 almas entregadas que el gran momento estaba a punto de llegar, no sin antes rememorar, mediante un montaje de artículos de prensa e incontables publicaciones en redes sociales, el frenesí que había precedido al anuncio del pasado verano de que la mejor exportación musical de Mánchester en décadas, esta vez sí, regresaba.

Liam, vestido con una de sus reconocibles chaquetas oscuras de capucha, pandereta en mano, y Noel con una camisa azul y su inseparable guitarra, reeditaron sus roles habituales sobre el escenario: el primero, plantado ante el micrófono, como siempre, prácticamente comiéndoselo, y el hermano mayor, cómodo, con su habitual aplomo, corazón y cerebro, respectivamente, de un grupo que ha marcado una era.
Roll With It, Slide Away o Acquiesce no faltaron en el repertorio de una banda que en Cardiff puso los pistones a pleno rendimiento. Oasis sabe cómo deleitar a sus fans, un millón y medio de entradas no se agotan en horas por casualidad, y evitaron experimentos innecesarios. Cantaron los himnos que los asistentes querían oír, logrando lo imposible: que pareciera que el tiempo se hubiera parado en 2009, año en el que el grupo se separó.
Junto a ellos, a las guitarras, Paul Bonehead Arthurs, único miembro del plantel original, quien no compartía escenario con los Gallagher desde 1998, y Gem Archer, otro viejo conocido del historial de Oasis, al igual Andy Bell, el bajo. El único que este viernes se estrenaba con la banda era el batería, Joey Waronker.

Ellos fueron quienes permanecieron cuando, tras nueve canciones, entre ellas Supersonic, su primer gran éxito, Liam dejó el escenario por primera, pero no última vez en la noche, para pasar el protagonismo en exclusiva a Noel. Difícilmente por casualidad, el hermano mayor abrió su turno para lucirse con Talk Tonight, escrita hace más de 30 años, cuando, tras una de sus habituales disputas con Liam se había planteado por primera vez dejar el grupo.
Con más de medio siglo cada uno y un largo historial de excesos, a pesar de todo, en Oasis todavía es evidente la pulsión de aquellos jóvenes descarados que lograron escapar del destino mundano que aguardaba a la mayoría de su generación entre la clase trabajadora de Mánchester. Liam mostró que su sentido del humor, cáustico y rebelde, permanece. “¿Merecieron la pena las 40.000 libras que os costaron las entradas?”, preguntó con sorna a los asistentes, en referencia a las escandalosas cuantías provocadas por el sistema de precio dinámico impuesto por Ticketmaster, criticado por la propia banda.

Se le veía disfrutar, relajado, su voz sonaba sensiblemente mejor que en sus años de Beady Eye y en solitario y no faltaron gestos conocidos, como el lanzamiento de la pandereta al público, durante la impresionante Rock’N’ Roll Star, el tema de apertura de su álbum de debut, Definitely Maybe, y probablemente en el que mejor sonaron las tres guitarras, junto con el broche de oro de la noche, Champagne Supernova, que confirmó todas las quinielas, que habían anticipado que cerraría el concierto.
Los primeros acordes de Whatever permitieron revivir la nostalgia de aquella Cool Britannia desvergonzada y orgullosa que hace 30 años reclamaba su espacio como movimiento cultural y sociológico, mientras Live Forever rindió un emotivo tributo a Diogo Jota, el jugador del Liverpool fallecido esta semana en accidente de coche. En Cardiff, Oasis reinaba de nuevo, demostrando por qué se convirtieron los verdaderos reyes del britpop, la respuesta gamberra al existencialismo lúgubre del grunge de Seattle encabezado por Nirvana o Pearl Jam. Sus discos fueron ocho números 1 entre 1994 y 2008, pero su vigencia se ha trasladado a la era digital. Unos 25 millones de personas los escuchan cada mes en plataformas de streaming como Spotify, el doble que Blur, su némesis en la dicotomía dominante hace tres décadas, en la que se era de Oasis, o de los de Damon Albarn.
Más de 10 millones, procedentes de 158 países, trataron de conseguir entrada cuando la gira se anunció el pasado verano. Entre ellos se encuentra Shunsuke Katsura, de 31 años, quien viajó expresamente de Japón para acudir al primer concierto y este viernes caminaba por Cardiff con la gran maleta con la que había llegado desde Tokio: “Le debo estar aquí a uno de mis amigos, que es quien consiguió la entrada. Soy fan desde hace muchos años y esta es mi primera vez en Europa”.
La atmósfera en Cardiff en las horas previas al concierto era electrizante. Algunos decidieron acampar para garantizarse un lugar privilegiado para ver a Oasis en el escenario por primera vez en 16 años. Las carreteras próximas se cortaron al tráfico, lo que ayudó a generar un ambiente casi de festival entre miles de entusiastas de todas las edades, aunque con una notable concurrencia de veinteañeros, quizá sorprendente para una banda que vivió sus años de gloria en la década de los 90, cuando muchos de los asistentes de este viernes ni siquiera habían nacido todavía, como recordó el propio Noel en Cardiff cuando, en el primer bis de la noche, les dedicó The Masterplan.
Es el caso de Max Ellison, de 21 años, quien admitía que la pasión por Oasis es un legado familiar: “Me empezaron a gustar desde que era muy pequeño, por mis padres, y eso que ellos tampoco eran de la quinta de los Gallagher: superaban los 30 años cuando surgió Oasis, así que esta pasión es una cuestión intergeneracional en nuestra casa”.






El compromiso de la mayoría de aficionados en la capital galesa era casi militante. Vestidos diligentemente para la ocasión, junto a las camisetas con el emblemático logo del grupo, el rectángulo en blanco y negro con la palabra ‘Oasis’ escrita en helvética cursiva, la prenda estrella era la equipación diseñada especialmente por Adidas, que hacía que las inmediaciones del Estadio Principality pareciesen más la previa a un partido de fútbol que un concierto de rock. El accesorio más popular, sin embargo, era el gorro de pescador (bucket hat, en inglés), convertido en una de las señas de identidad del grupo, como prueba el mural con los rostros de Liam y Noel compuesto por 3.000 de estos gorros en blanco y negro que estos días se erigió en Cardiff.
Puesto que los Gallagher han rechazado dar entrevistas, nadie sabe con certeza qué los ha vuelto a juntar, 16 años después de que Noel abandonara Oasis, según diría, porque “simplemente no podía seguir trabajando con Liam ni un día más”. Fue en agosto de 2009 en París, justo antes de salir al escenario en el Rock In Siene. Algunas teorías apuntan a que es para financiar su divorcio de su mujer durante 12 años, Sara McDonald; otras, que fue una apuesta que los hermanos habrían hecho con Pep Guardiola, entrenador del Manchester City: si el equipo de sus amores ganaba la Champions League, Oasis regresaría (el equipo se alzó con el máximo título continental en 2023); y por supuesto no faltan las que atribuyen el mérito principal a su sufrida madre, Peggy, quien más ha padecido la enemistad de sus vástagos.
Lo que está claro es que, una vez concluido el periplo actual, si los hermanos se animan de nuevo, difícilmente su motivación será el dinero. Las cifras varían, pero se cree que la gira de 41 conciertos, 17 en Reino Unido e Irlanda, y el resto repartidos por América y Oceanía, hasta el 23 de noviembre en Brasil, les granjeará 50 millones de libras (unos 58 millones de euros) a cada uno, una cantidad que supera ampliamente la acumulada durante su carrera anterior. Hay medios británicos que tiran más arriba, y aseguran que cada hermano se embolsará el equivalente a 3,5 millones de euros por concierto. Eso sí, dado su historial de peleas y plantones, ninguno verá un penique de lo pactado hasta que pisen el escenario, si bien ambos parecían haberse tomado extremadamente en serio su regreso.
Liam ha dejado atrás años de excesos para aficionarse a correr y, pese a sus problemas de artritis, que lo han llevado a necesitar una prótesis de cadera, es habitual verlo haciendo jogging a las 6 de la mañana en Hampstead Heath, uno de los parques más populares de Londres, cerca de su residencia. Por su parte, Noel, el hermano mayor no solo en edad, sino el cerebro del grupo, frente al corazón que representa Liam, llegaba ya el martes a la capital galesa en un medio tan anti estrella de rock como el tren, el mismo medio empleado por la mayoría de los miles de asistentes del viernes, y permaneció religiosamente en todas las pruebas de sonido, a diferencia de su hermano, que no lo consideró necesario.
Las dos citas de Cardiff suponen el gran calentamiento para la siguiente escala, Mánchester, su ciudad natal, donde Oasis tiene programadas cinco fechas, igual que en el estadio londinense de Wembley, donde aglutinarán al mayor número de asistentes, 90.000. Es, al menos, la previsión, puesto que nadie se atreve a descartar que una de las giras más lucrativas de la historia acabe antes de tiempo por una disputa fraterna. Tras lo visto en el Principality Stadium, no obstante, sería de extrañar. Superado el medio siglo y, según ambos, tras dejar atrás sus días salvajes, los Gallagher muestran haber aprendido del pasado y ya no miran atrás con ira (Don’t Look Back In Anger).
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