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Sijena aguarda la ejecución de la sentencia: “Las pinturas son un sentimiento y nos hemos conjurado para que vuelvan”

El municipio de los Monegros vive con expectación el retorno de los murales románicos que salieron en plena Guerra Civil

Sijena sentencia
Dani Cordero

Son las 10.30 del viernes y el sol empieza a caer a plomo en Villanueva de Sijena. Por una de sus calles, Julia Cuadra camina sola. Ha llegado en un autocar fletado por la Universidad Popular de Zaragoza: por 40 euros visitarán algunos pueblos de la zona, comerán en Sariñena y, antes, visitarán el monasterio de Sijena. En febrero, explica, estuvo en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) y vio las pinturas románicas que, tras una última sentencia del Tribunal Supremo, ahora espera ese remozado recinto del siglo XII que está a punto de ver y del que salieron los restos de los murales en 1936. “No nos las van a devolver”, afirma Cuadra con una sonrisa en la cara que parece mostrar seguridad ante lo que dice y cierto pragmatismo pese a lo que señala el fallo judicial. “Es muy difícil, a los catalanes les interesa. La verdad es que me da exactamente igual, lo importante es que estén bien conservados”.

Esta profesora retirada nacida en Lleida es un verso libre. Mientras pasea en solitario, sus compañeros de excursión vuelven en tropel al autocar con bolsas blancas de plástico en las manos. En la panadería del pueblo apenas han dejado ya nada. Una barra de pan, algunas bolsas de madalenas, cuatro farinosos... “Eso es industrial, no lo hacemos nosotros”, avisa Laura tras el mostrador, sobre unas bolsas con palmeritas de hojaldre y galletas. No quiere hablar mucho del litigio de las pinturas románicas, pero sí sentencia: “Si son nuestras, que las devuelvan”. Es un sentir que se va repitiendo, con distintas fórmulas, en el pueblo. Cree que la “restitución” —la palabra que usan los fallos judiciales— al monasterio aragonés permitirá atraer “algunos visitantes más, poca cosa”, pero que permitirá paliar un poco el “maltrato” que sufren otras poblaciones. El litigio de Sijena es también una metáfora de la lucha del pueblo pequeño indefenso ante el poder de la gran ciudad.

Miguel Lavilla, a la puerta de su casa en Villanueva de Sijena.

“La sentencia se vive con mucha alegría en el pueblo”, dice Miguel Lavilla, una institución en Villanueva, donde fue promotor de la Casa-Museo Miguel Servet y también trabajó en la recuperación de los bienes de Sijena. A sus 90 años sabe lo que es la paciencia, que receta, porque cree que, aun con la última decisión judicial, el trámite va a ser lento: “Esto va a ser un proceso un poco largo. Lo importante es que el Supremo haya establecido de quién es la propiedad y ahora que no se dañen mucho al trasladarlas”, dice. Es uno de los pocos capaces de hablar de alguna alternativa posible, como sería conseguir una reproducción como la recreación a través de video mapping del Pantocrátor existente en la iglesia románica de Sant Climent de Taüll: “Lo de Taüll es emocionante y podría ser una opción, pero necesitamos algo que sea la bomba y que la gente venga a Sijena”.

Villanueva de Sijena cuenta con unos 350 habitantes y es una buena muestra de esa España vaciada cuyo día a día son unos servicios públicos mínimos. Su sustento principal es el trabajo del campo, aunque en los últimos años se ha ido complementando con granjas de engorde de cerdos promovidas por la industria cárnica basada en Cataluña. Un agricultor reivindica que su trabajo sirve para alimentar a las ciudades: “¿Tú crees que aquí nos podemos comer todos los miles de kilos de guisantes que producimos cada año?“. Y señala los campos de arroz situados entre dos acequias que hay una vez se cruza la carretera A-131. Tras ese verde destaca el marrón de los muros del Real Monasterio de Santa María de Sijena, que mandó levantar sobre una antigua laguna Doña Sancha de Castilla en el siglo XII y que, tras convertirse en ruinas tras la Guerra Civil, hoy intenta recuperar parte de su pasado: las paredes y los tejados que faltaban se han vuelto a construir y una de las zonas exhibe ya algunas de las obras que hasta 2017 se exhibían en el Museo de Lleida. El litigio forzó a recuperar el recinto histórico y a adecuarlo, financiado también con los fondos europeos Next Generation creados tras la pandemia.

El monasterio es un motor económico, siempre lo ha sido. Pero es fundamental que pueda contar con su tesoro artísitico"
José Jaime Castellón, alcalde de Villanueva de Sijena

“El monasterio es un motor económico, siempre lo ha sido. Este pueblo crece gracias a él y ahora puede ser un impulso muy importante para el turismo, pero es fundamental que pueda contar con su tesoro artístico”, dice el actual alcalde de Villanueva, José Jaime Castellón. Ha parado cinco minutos de sus trabajos en el campo para atender a EL PAÍS y su discurso es tranquilo y conciliador, pese a las batallas dialécticas que han alimentado la guerra por el arte de Sijena. Está convencido de que, después de la sentencia, habrá un acuerdo entre administraciones (la Generalitat y el Gobierno de Aragón, con la participación del Ministerio de Cultura) y se tejerá el acuerdo que, en su opinión, desde el primer momento tendría que haber llegado “de forma pacífica”: “Entendemos Sijena como algo compartido de Aragón y Cataluña, las tensiones se tienen que dejar atrás”.

En esos cinco minutos y un café cortado en la barra del bar municipal, el alcalde no acaba de pronosticar cuál será el final de esta historia. “Las pinturas son un sentimiento y nos hemos conjurado para que vuelvan. Es una cosa que siempre se ha esperado”, se atreve a afirmar Alfonso Salillas. Él también fue alcalde y en 1996 fue el primero que inició la batalla judicial para recuperar los bienes, que conoce bien y señala dentro del museo abierto en marzo pasado, tras unas obras de acondicionamiento: “Este relicario es el primero que recuperamos”, “este lo conseguimos después de que una vecina de 90 años lo viera en unas imágenes de TV3 y recordara que había estado en su casa porque allí se refugió una de las monjas del monasterio en 1936″, “en ese baúl se guardaban todos los litigios que ha tenido durante siglos este monasterio”... Su padre, albañil como él y su abuelo, dejó unos andamios en los años sesenta que sirvieron para retirar unos murales profanos incluidos en la restitución que pesa sobre el MNAC.

En esa situación emocional en la que está embarcada Sijena, intenta rebajar la polémica María de las Virtudes Portugués, catedrática de Bellas Artes capaz de simular sobre una puerta de su casa —la misma que la de Lavilla, que es su marido— como se hacían los frescos y como se arrancaron y los riesgos del traslado. Asegura que si el equipo de Josep Gudiol no se las hubiera llevado en 1936 “ahora quedaría cero”.

La Generalitat está obligada a devolver lo que pertenece al monasterio, que está adaptado"
Ramón Murillo, exalcalde de Villanueva de Sijena

“La Generalitat está obligada a devolver lo que pertenece al monasterio, que está adaptado y puede aportar mucho a esta zona”, dice Ramón Murillo, exalcalde y otra de las personas que intentó lograr que las obras volvieran antes de iniciarse la batalla judicial, sin mucha suerte: “Parecía que hacían caso, pero solo guardaban las apariencias”. Ahora no quiere saber oír otra cosa que no sea el regreso de las obras, que se toma como la victoria de un pueblo pequeño: “Quien la sigue, la consigue”.

Ramón Murillo, exalcalde de Villanueva de Sijena, el pasado jueves en la población.

Este lunes el patronato del MNAC dirá si realmente es así o si ofrecerá resistencia. Sus técnicos defienden que el traslado puede ser un punto de inflexión en la conservación de esas pinturas que han sobrevivido ocho siglos en precario. Los 250 kilómetros de distancia entre Barcelona y Villanueva de Sijena son un gran enemigo, pero también las condiciones ambientales del monasterio. Desde el Gobierno de Aragón y el municipio se defiende que el sistema de control atmosférico —y las obras que se han llevado a cabo para rebajar la humedad del terreno— es el correcto y que, de hecho, ya acogen desde marzo pasado las obras que también mediante sentencia se lograron recuperar del Museo de Lleida.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Es integrante de la redacción de EL PAÍS en Barcelona, donde ha desempeñado diferentes roles durante más de diez años. Licenciado en Periodismo por la Universidad Ramon Llull, ha cursado el programa de desarrollo directivo del IESE y ha pasado por las redacciones de 'Ara', 'Público', 'El Mundo' y 'Expansión'. 
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