El problema de The Beach Boys
Ronald Reagan les proclamó “la banda de América”. Palabrería: imposible imaginar al presidente escuchando confesiones tan románticas como ‘Wouldn’t It Be Nice’ o ‘Do It Again’


Infinidad de veces. He perdido la cuenta de las ocasiones en que he debido defender a los Beach Boys frente a valoraciones tacañas. Y no necesito sacar el comodín de Pet Sounds, el suntuoso elepé sobre el que parece existir unanimidad. No, también adoro a The Beach Boys anteriores, cuando parecían una extensión de la Oficina de Turismo californiana: descapotables, playas semidesiertas, tablas de surf y, uh, “dos chicas para cada chico”. En puridad, ese verso fue cantado por sus competidores, Jan and Dean. Que, urge añadir, se burlaban de sí mismos en el vídeo correspondiente.
Estéticamente, costaba reivindicar a los primeros Chicos de la Playa, con sus camisas de rayas y ese aspecto lustroso de criaturas de clase media, sin grandes problemas existenciales. Luego supimos que en aquel edén había serpientes. Como Murry, el padre de los Wilson, un chusquero que se creía más listo de lo que era: en 1969, vendió la editorial musical del grupo, Sea of Tunes, por 700.000 dólares, una minucia respecto a su valor potencial.
Ideológicamente, fuera del estudio de grabación, no daban pie con bola. En el capítulo de carteles imposibles de la historia del rock, debe figurar su gira de 1968, cuando se presentaron en recintos deportivos con el Maharishi Mahesh Yogui, para entonces ya desechado por The Beatles. La banda hacía un sucinto recorrido por sus éxitos antes de ceder el escenario a su gurú, que sermoneaba al escaso público durante media hora. El recorrido se suspendió tras varios pinchazos de taquilla (y choques con oyentes levantiscos).
Querían subirse al tren de la contracultura, pero —aunque se dejaran barbas— patinaban una y otra vez. Rechazaron participar en el Monterey Pop Festival cuando se enteraron de que debían actuar gratis. Más lamentable aún: la relación carnal del guapo de los hermanos, Dennis, con las seguidoras de Charles Manson, antes de que desencadenaran su festín de asesinatos. Años después, en un giro digno de cualquier guionista mediocre de Hollywood, Dennis fue expulsado de la banda, perdió su casa y se ahogó en un accidente estúpido en su adorado océano Pacífico.
Ellos lo intentaron, una y otra vez. En 1971, se posicionaron políticamente con Student Demonstration Time, donde adaptaron una joya de Leiber-Stoller para reflejar los conflictos en las calles de Estados Unidos. Ese mismo año actuaron en la protesta contra la guerra del Vietnam en Washington, unas manifestaciones ásperamente reprimidas. Más aún, en 1973, Mike Love y Dennis Wilson aparecieron en una velada musical en memoria de Salvador Allende, el desaparecido presidente chileno.
El mismo Mike Love que, paulatinamente, se hizo con el timón de los Beach Boys y les dirigió hacia los arrecifes del Partido Republicano. Se identificó con Ronald Reagan, George H. W. Bush o Donald Trump, ante el horror de los hermanos Wilson. Entre litigios, Love se defendió vigorosamente con una biografía, Good Vibrations: My Life as a Beach Boy. Desde nuestra perspectiva, Love es un bicho insólito: apoya generosamente organizaciones de defensa del medio ambiente o la igualdad de oportunidades educativas, a la vez que ayudó a poner en marcha el PMRC, lobby a favor de la censura en la música popular. El único lenitivo: seguramente su primo Brian ni se enteró.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
