Muere a los 82 años Sly Stone, revolucionario del funk y del ‘soul’ psicodélico
El influyente músico puso una banda sonora interracial a un Estados Unidos en pleno cambio, antes de desaparecer víctima de sus adicciones y de la presión de la fama


Sly Stone, músico visionario y pionero del cruce entre el funk y el soul con el pop psicodélico y el rock, murió este lunes a los 82 años en Los Ángeles, la ciudad en la que vivía desde los años 70. Su hora le llegó “tras una prolongada lucha contra la enfermedad pulmonar crónica y otros problemas de salud asociados”, según explicó la familia en un comunicado. “Falleció en paz, rodeado de sus tres hijos, su mejor amiga [su representante, Arlene Hirschkowitz] y su familia”.
El pasaje a la inmortalidad de la música negra se lo ganó durante los siete años en los que −al frente de Sly and the Family Stone, su banda− puso una banda sonora interracial a un Estados Unidos en pleno cambio con una perdurable serie de álbumes; entre ellos, Life (1968), Stand! (1969) y There’s a Riot Goin’ On (1971). Este último, con su icónica portada con la bandera estadounidense, es una obra sombría de tintes políticos y en él ya asoma el inicio de su declive. Aquel año, la banda canceló 26 de los 80 conciertos que tenía apalabrados.
Esa personalidad errática no impidió que su talento brillara. Es difícil exagerar la influencia de la música que creó en esa época. Esas revoltosas canciones, éxitos entre el comentario social y la invitación al baile como Dance to the Music, If You Want Me to Stay o Everyday People, alentaron al trompetista Miles Davis a dar un paso más en la revolución eléctrica de su música −y a grabar, entre otros, On the Corner (1972)− mientras que el pianista Herbie Hancock tituló Sly una de las canciones de su obra maestra de jazz rock Headhunters.
Hay algo de Stone en el espíritu aventurero del Stevie Wonder de la época, y ese subgénero conocido como soul psicodélico, perfeccionado por artistas como los Temptations o Undisputed Truth con el productor Norman Whitfield los mandos, también bebió de sus hallazgos. Es igual de difícil pensar en el camino que emprendieron otros músicos afroamericanos sin la soltura con la que Stone introdujo la extravagancia en su propuesta: de Prince a Outkast, y de Rick James a Erykah Badu. El rap también aprovechó su legado. Según la web Who Sampled?, unos 1.100 temas de hip-hop han tomado en estos años prestadas sus canciones para samplearlas.
Tras ese breve fogonazo, Stone −vértice del triángulo del funk junto a James Brown y a otro excéntrico visionario, George Clinton (Parliament y Funkadelic)− se deslizó por el abismo de la adicción a la cocaína y los tranquilizantes. Agobiado por la fama y por la responsabilidad de ser admirado como un visionario, dinamitó su propia carrera. Desapareció poco a poco de la vida pública. Fue detenido en varias ocasiones por posesión de estupefacientes y sus intentos de regresar a los escenarios no trascendieron a los decepcionantes intentos de rentabilizar sus glorias pasadas.
En 2011, el tabloide New York Post lo localizó viviendo en una furgoneta en un suburbio de Los Ángeles. Entonces, pidió al reportero: “Por favor, dígale a todo el mundo que me dé trabajo y que toque mi música. Estoy harto de esta mierda”. En 2019, tras su cuarto ingreso en el hospital aceptó el consejo de los médicos: o dejaba de fumar crack o no lo contaría, le dijeron.
En los últimos años, Stone disfrutó de un inesperado rescate. Primero fue su aparición en el oscarizado documental Summer of Soul (2001), en el que el batería y estudioso de la música negra Ahmir Questlove Thompson rescataba las cintas perdidas de un festival en Harlem en 1969. La actuación de Sly & the Family Stone era uno de los platos fuertes de película, y sirvió para que una nueva generación de fans descubriera la experiencia de sus directos, más allá de su aparición en otro festival que marcó época: el de Woodstock.

El año pasado, Questlove estrenó un documental centrado en su figura. Sly Lives!: El legado de un genio está disponible en España en Disney+.
En 2023, Stone publicó sus memorias, aún sin traducción al español. Las tituló, en un guiño a una de sus canciones más conocidas, Thank You (Falettinme Be Mice Elf Agin): A Memoir. El comunicado en el que su familia comunica la noticia de la muerte revela que se hallaba trabajando en un guion cinematográfico basado en ese libro.
Su intención, escribe en sus memorias, en las que cuenta su historia como una sucesión de capítulos cortos, era “mostrarle a la gente la vida” que vivió y “las decisiones” que tomó. Y a eso suena para el lector en buena medida su esfuerzo de recordar: a una justificación de sus errores, sobre todo en su última parte del libro, cuando relata sus años oscuros.
“Me siento especialmente mal por los conciertos que me no di”, cuenta al principio. “No todos fueron por las drogas, pero sí unos cuantos. A todos los fans que alguna vez esperaron en vano mi llegada, ojalá nunca lo hubiera hecho. A los que se vieron afectados por mis decisiones, me habría gustado que todo hubiera sido diferente. Lo siento mucho”.
De Texas a Vallejo
Sylvester Stewart nació en en 1943 en Denton (Texas), pero su familia pronto se mudó a Vallejo, cerca de San Francisco, ciudad con la que su música quedaría indisolublemente unida a finales de los años sesenta. Sus primeros pasos recuerdan al de otros muchos músicos afroamericanos de la época: el coqueteo con el gospel en el seno familiar, la formación de un grupo de doo wop (The Viscaynes) y el primer moderado éxito, cuando solo era un adolescente, con la canción Long Time Gone. Fue un animado locutor de una radio musical que se escuchaba en la Bahía de San Francisco, y estudió trompeta, composición y teoría en el Vallejo Junior College.
Su primer trabajo en la industria fue como productor del sello Autumn Records, escudería para la que grabó sus propias canciones, ademas de trabajar para otros, como el cantante de soul Bobby Freeman, o los rockeros The Beau Brummels o The Mojo Men.
En 1966, fundó la banda con la que alcanzaría la fama. Sly and the Famiy Stone era, como decía una de sus canciones más pegadizas, “un asunto familiar”. Su hermano Freddie tocaba la guitarra, y su hermana Rose, el piano. Había otros intérpretes, hombres y mujeres, blancos y negros, pero el único protagonista posible era él. Talentoso multiintrumentista, se atrevía con todo lo demás: teclados, guitarra, bajo y batería. También fue el compositor, arreglista y productor de toda la obra de la banda.

A su muerte deja, según contó el periodista musical británico Alexis Petridis, de The Guardian, en una de sus últimas entrevistas, “miles de canciones” inéditas. Las escribió, aparentemente, en los “años ochenta, noventa y dosmiles”, cuando el mundo ya no estaba escuchando. No conviene confiar demasiado en que ese material vea la luz.
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