Signos y símbolos
Karlos Gil invita a descifrar códigos velados y a pensar el arte como hipótesis frente a lo desconocido

Hay una parcela del lenguaje que se usa para la no comunicación. Tiene que ver con los jeroglíficos y la idea de ocultar información mediante la encriptación visual de un signo. No es tanto un mensaje que se resiste a decirnos algo, sino que esconde su significado hasta rozar el secreto. En la antigüedad, a esa idea de descifrar caminos velados lo llamaban sub rosa y las iglesias cristianas estaban llenas de ellas, pequeños lienzos de rosas de cinco pétalos que, colocadas en los confesionarios, indicaban que lo allí dicho era confidencial. Una parcela que llegó pronto a la cultura militar en un amplio lenguaje visual para sintetizar el poder y que se extiende a las muchas operaciones encubiertas de los, no en vano, llamados servicios secretos.
Descifrar estos símbolos y referencias es como aprender a leer un lenguaje oscuro, escurridizo. Lo propone Karlos Gil (Toledo, 1984) en cada uno de sus trabajos. A menudo se nutre de la paradoja, la memoria y la navegación entre el pasado y el presente para articular y cuestionar los códigos que construyen determinados significados. Sus proyectos reflexionan sobre las cadencias del lenguaje como elemento narrativo y su uso no-comunicativo a través de múltiples estrategias conceptuales, donde el arte actúa como hipótesis frente a lo desconocido. Mundo sub rosa que dio título a su anterior exposición en García Galería. La que presenta ahora, No Fish, Snake Scale, tira en el título de una de las frase de la mítica Blade Runner y el constante guiño que hace a la ciencia-ficción para rastrear uno de los temas que con mayor frecuencia circulan por sus obras, esa relación entre lo industrial y lo natural, donde tampoco parece haber una comunicación fácil. En esa dificultad, las obras del artista devienen sublimes. Dos neones reciclados de un antiguo letrero de Hong Kong, sustituidos por nueva tecnología led, advierten de lo fugaz que es el tiempo tecnológico. Otro giro semántico aparece en dos colines industriales anclados en la pared, volviendo imposible cualquier funcionalidad. Aunque por encima de todo destaca Flat Bones, cuatro esculturas que evocan armaduras medievales. Una pierna, un torso, un brazo y una clavícula en esa delgada línea que separa el objeto y el cuerpo.
‘No Fish, Snake Scale’. Karlos Gil. García Galería. Madrid. Hasta el 4 de noviembre.
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