‘Banzai’, el grito imperecedero de la rapera Gata Cattana
Familiares y amigos lanzan el disco que la cantante cordobesa grabó antes de morir a los 25 años

Gata Cattana le ponía música a los problemas sociales, a lo feo. Las letras de la rapera estaban cargadas de provocación contra el statu quo. En sus rimas eligió hablar de la realidad más cruda. Un ejemplo: "¿Quieres una vida feliz? Agárrate que ya verás. Te lloverán las hostias de la cuna al funeral". Ana Llorente, la madre de la rapera fallecida a los 25 años el pasado marzo, subraya el compromiso de la artista: "No le gustaba mirar para otro lado". Su familia y compañeros han aunado esfuerzos para que Banzai, el primer disco largo que Cattana grabó, salga a la venta este 7 de octubre.
Ana Isabel García, antes de convertirse en Gata Cattana, se crio en Adamuz, un municipio de Córdoba. Siempre rodeada de libros, en especial de Historia. “Era muy curiosa, quería saberlo todo. Si había una discusión dejaba a cualquiera sin argumentos”, recuerda Llorente. También escribía. Sobre todo poesía. El año pasado publicó La Escala de Mohs. “Yo nunca fui ese tipo de princesa que se espera sentada a escuchar odas a su belleza. Yo era más una Teodora de Bizancio, que quebraba y administraba imperios con una palabra”, dice uno de sus poemas.
Era una mujer de letras, de arte, de belleza. Ella se definía como rapeadora de noche, poetisa de día y politóloga a ratos. La música fue otra de sus constantes vitales. Empezó en la adolescencia con el flamenco, influencia que mantuvo a lo largo de su carrera. Aunque en el hip hop encontró el género ideal para ponerle música a las prácticas sociales que le enfurecían, como el machismo. El tema Lisístrata, del disco Anclas (2015), se convirtió en un himno feminista y uno de sus temas insignia. “Ella me decía: ‘Mamá, yo es que veo un telediario y ya me sale material para un disco", recuerda su madre.
Ana Isabel García dejó su pueblo para estudiar Ciencias Políticas en Granada. Allí grabó el sencillo Los siete contra Tebas (2012) y allí conoció a Carlos Esteso, que se convirtió en el DJ de sus temas. "Éramos vecinos. Yo la escuchaba rapear en su terraza y ella me escuchaba pinchar", recuerda. "Yo le decía que iba a ser rapera, pero ella decía que no, que sería senadora", cuenta su amigo. Ana fue a estudiar un máster en Política Internacional en Madrid y vivieron juntos en el barrio de Batán, y junto a Willoo, otro compañero de piso, montaron un estudio en una de las habitaciones y grabaron Anclas.
Ahí empezó la transformación. Gata Cattana se comió a Ana. El personaje que anhelaba ser se comió al autor, una reflexión presente en sus canciones. Llegaron ofertas para hacer bolos y fue creciendo el caché. “No hablaba de coches o dinero. Quería enseñarles algo a los chavales”, dice Esteso.
Otro colega de Cattana fue el rapero Charlie, con el que compuso Piri Reis: “Era un personaje único. Hacía una música pensada, con conocimiento y sentido”. “El rap es un mundo de hombres, pero ella nos dejó el legado a todas para que no tengamos miedo y digamos ¿por qué no?”, reflexiona la rapera Laura Campins, del grupo Las ninyas del corro. Campins le escribió un tema de homenaje: “Seis vidas le quedan a Ana todavía aquí abajo (...) Llevas la batuta pa' los restos y nosotras tu legado hasta en los huesos”.
Gata Cattana empezaba a despegar cuando le sorprendió la muerte. Era asmática y alérgica. Un día en el gimnasio sufrió un choque anafiláctico. Entró en muerte cerebral. La madre de la artista cuenta que sus órganos aún viven en el cuerpo de otros. “Se fue igual de generosa que vivió. La persona que recibió su corazón se llevó el mejor". En uno de sus poemas, Ana Isabel García reflexionaba sobre el oficio de poeta, cuya responsabilidad es esculpir utopías donde no puede haberlas: "Merecerte la vida hasta tal punto que tu muerte parezca una injusticia y dejarte ir como si nada, como todos, poetas o no, hasta la larga y aburrida eternidad".
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