La gestión pública del horror
El chileno Diego Zúñiga aborda en 'Racimo' la sucesión de crímenes de mujeres y niñas entre 1998 y 2001 en Alto Hospicio, convertida en una realidad espectral

Tras la buena recepción de su primera novela, Camanchaca (Literatura Random House, 2012), una narración fragmentaria cohesionada con momentos dispersos del tránsito de la niñez a la adolescencia del protagonista, el chileno Diego Zúñiga (Iquique, 1987) aborda ahora en Racimo un asunto de impacto en la sociedad chilena: la sucesión de crímenes de mujeres y niñas, cometidos entre 1998 y 2001 en la zona de Alto Hospicio, en la provincia de Iquique. Al principio se veían como desapariciones voluntarias, chicas que huían de su hogar en busca de mejor vida, y al cabo de notorias dilaciones, debido a la presión de algunos familiares, se inició una investigación que daría finalmente con el culpable, un falso taxista que las recogía en la carretera, abusaba de ellas y las arrojaba a una barranca. El hecho dejó patente la negligencia de la policía en la protección ciudadana.
Diego Zúñiga no pretende reescribir la crónica de una verdad oculta. Toma los acontecimientos para mostrar algo así como una realidad espectral, donde las explicaciones son insuficientes o dudosas. Y lo hace a través de la figura de Torres Leiva, un fotógrafo divorciado, de temperamento más bien abúlico, que se ve inmerso en la investigación al toparse en la carretera con una niña extraviada. Con García, un compañero periodista, testigo de Jehová, y la colaboración recurrente de Ana, una policía local, los hechos van cobrando forma; pero, a medida que se hacen evidentes y atroces, los personajes se van desdibujando, como si la investigación obrara una suerte de reducción al absurdo que anula los vínculos afectivos que los personajes podrían crear ante una causa común.
La prosa de Zúñiga, de frases breves y cortantes (el capítulo IV consta de seis palabras), contribuye a esa indecisión de los afectos, curiosamente a través de una expresión muy apegada a lo material, lo que produce cierto titubeo argumental que, más que avanzar, agrega implicaciones más insinuadas que reconocidas, una corriente alterna de intriga y desasosiego que empaña la narración de un cenagoso existencialismo. Con ello Zúñiga revela que la cómplice gestión policial, en un asunto de tanta sensibilidad social, transmite una amenaza mayor que la producida por los asesinatos múltiples. Y que nadie, en toda la comarca, está a salvo de esa política de arbitrariedad y desinterés.
Racimo. Diego Zúñiga. Literatura Random House. Barcelona, 2015. 256 páginas. 16,90 euros.
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