Extrañeza
Estamos acostumbrados a que el paso por la cárcel de los criminales de la alta esfera sea testimonial

Es difícil que haya otro país en el mundo que tenga en estos momentos a más representantes de la dirigencia empresarial encarcelados. Las detenciones por el fraude de los cursos de formación madrileños contribuyen a esta plusmarca. En la relativa impunidad con la que se factura en la economía sumergida, las noticias que apuntan presuntamente a que el partido en el Gobierno usó una caja B hasta en el pago de las obras de su sede central y en destacadas agrupaciones locales no ayudan a vislumbrar un horizonte de regeneración. Los ERE andaluces sirven de compensación entre siglas y regiones.
El antiguo contable del partido, Luis Bárcenas, ha dirigido una carta al juez que se ocupa de su caso y le invita a tomar declaración a sus predecesores en el cargo. Algunos fueron ya protagonistas de tramas hechas descarrilar que dejaron una estela fea. Lo más interesante de la carta del tesorero es su extrañeza. Desde la cárcel de Soto del Real se presenta como una víctima que va para ocho meses de reclusión sin aún haberse sometido a juicio. Esa extrañeza por algo que es habitual y mucho más extremado en casos de delincuencia menor delata a una persona que en el fondo no se explica por qué ha acabado en donde está.
Es razonable que se sienta así. Estamos acostumbrados a que el paso por la cárcel de los criminales de la alta esfera sea testimonial. Una entrada por una salida, como decían nuestros padres cuando se empeñaban en llevarnos de visita a casa de algún pariente plasta. La extrañeza del preso que se pregunta pero qué narices hago yo aquí indica que las consecuencias penales nunca entraron en sus planes ni en su proyecto de vida, ni tuvo un pensamiento hacia el castigo judicial cuando elaboraba su contabilidad fullera, porque en el fondo, y este es el matiz que nos interesa, estaba procediendo de una manera que le resultaba normal.
Esa normalidad tan extendida para la delincuencia económica es la que tenemos que revertir. Por eso la expresión pública de su extrañeza podría calar como algo aleccionador para quienes tampoco se visualizan nunca en circunstancias tan patéticas. Pero si todo acaba en simulación y farsas diferidas, habremos malgastado este pequeño paso adelante.
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